EDITORIAL

Inadecuado enfoque sobre ayuda económica

El avance de la caravana de hondureños hacia la frontera sur de Estados Unidos amenaza con dejar mal parado al presidente Donald Trump, obstinado en utilizar políticamente ese éxodo contra sus rivales demócratas en las elecciones de medio término, que se celebran en 14 días. Estériles serán además sus amenazas a los presidentes de Centroamérica con recortarles la ayuda económica.

El primer fiasco que podría llevarse el presidente estadounidense es que él, por sí mismo, no tiene la capacidad de cortar ese flujo de recursos, como revelan analistas, quienes afirman que dicha potestad no la tiene el mandatario y en todo caso debería buscar el auxilio del Congreso. Además el uso de esos recursos sirve más a ese país, como lo revela un estudio de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, (Wola).

El segundo argumento para el bochorno es que, como lo dijo una hondureña, dicha ayuda no les llega a ellos, y si dentro de los planes de asistencia existen rubros para ayuda social, son prácticamente imperceptibles. Por eso muchos ven que los más castigados serían los propios gobernantes de los países expulsores de migrantes.

Aun en el remoto caso de que esa ayuda se detuviera, también podría ser que eso no tenga mayor impacto en la región, porque, como lo detalla el estudio de Wola, la mayor parte de esos recursos están orientados a seguridad; es decir, a tareas que buscan tener un mayor impacto en la propia seguridad estadounidense, lo que explica la relajación con que en las altas esferas gubernamentales se han recibido las amenazas.

Efectivamente, cuando se ven los datos de los análisis efectuados por Wola se observa que de 374 millones de dólares aportados por Estados Unidos a Guatemala entre 2016 y 2017, más de la mitad se destinaron a tareas de seguridad, justicia, prevención de la violencia, reforzamiento de fronteras y control del narcotráfico. El resto se orientó a crecimiento económico, seguridad alimentaria y desarrollo rural.

Resulta ser una muestra de que las prioridades de Washington, en materia de asistencia financiera a estas naciones, está enfocada en proteger sus propios intereses. El mejor ejemplo del descontrol que además ejerce sobre esos recursos es el uso irresponsable que Guatemala ha dado, por ejemplo, a vehículos militares para combate del narcotráfico, que indebidamente sirvieron para intimidar a funcionarios internacionales.

El problema que se ignora es que para Washington el principal objetivo de la ayuda económica que envía a estos países es el fortalecimiento de fuerzas de seguridad y de algunas entidades esenciales para el combate de la criminalidad, pero el problema es que eso no está ocurriendo. Esto evidencia una estrategia errada, porque desde los altos poderes del Estado se busca debilitar a algunas entidades, reduciéndoles incluso su presupuesto.

Los problemas irán en aumento mientras Washington no comprenda que su enfoque está equivocado y que el impulso al desarrollo socioeconómico de la región es la única vía para detener los flujos migratorios irregulares, que tanto preocupan a Trump. Hasta ahora, los recursos de los contribuyentes estadounidenses solo han fortalecido a gobernantes deslegitimados.

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