EDITORIAL

La agonía de la partidocracia

La reinstauración de la democracia, en 1986, puso en evidencia el predominio de un modelo partidario nefasto para los guatemaltecos porque sus principales figuras dejaron clara su carencia de una visión como estadistas o porque sucumbieron ante los tentáculos de la corrupción, y quienes alcanzaron el poder muy rápidamente iniciaron su declive o logran mantener cierta existencia vital a base de medios artificiales.

Dos agrupaciones que iniciaron el relevo democrático fueron la Democracia Cristiana Guatemalteca y el Movimiento de Acción Solidaria, que alcanzaron el máximo objetivo de cualquier político, pero empezaron su deterioro demasiado pronto. El caso más patético fue el de Jorge Serrano Elías, quien había fundado el MAS en 1986 y en el siguiente periodo se alzó con la Presidencia, pero al convertirse en el mayor traidor de la democracia ahora vive cómo prófugo de la justicia, en Panamá.

Eso no impidió que la mayor expresión de la partidocracia se diera cita en las elecciones de 1995, cuando participaron casi dos decenas de máquinas electoreras, lo cual devino en una mayor mortalidad partidaria, aunque algunos empezaron a ser piezas ofertadas al mejor postor y otros dieron inicio a un juego perverso de reservarse la participación en procesos electorales, cuando calculaban que tenían poca posibilidad de salir con vida, ante el rechazo de los votantes, con lo cual se garantizaban la participación para otro momento más oportuno, el cual tampoco llegaría.

Así, en los últimos veinte años desaparecieron varias agrupaciones, algunas de las cuales habían surgido también con el inicio del siglo, como ocurrió con los partidos Patriota y Líder, de reciente desaparición y a los que ahora se suman tres agrupaciones en riesgo de ser canceladas si no aclaran los reparos planteados por el Tribunal Supremo Electoral respecto de pasajes oscuros en los reportes sobre financiamiento en la última campaña electoral.

La Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), el Frente Nacional de Convergencia, el partido oficial y Corazón Nueva Nación, un partido satélite de Líder, son las tres agrupaciones cuestionadas por incongruencias en sus reportes financieros, en los cuales predominaron la poca transparencia y la prepotencia con que incluso se comportaron cuando las autoridades electorales buscaron fiscalizar sus registros contables.

Un panorama preocupante durante las últimas tres décadas de ejercicio democrático, algo que orienta a no albergar ninguna esperanza de mejora en el futuro inmediato y quizá ni en el mediano plazo, pues quienes hoy se resisten a hacerse a un lado y darle paso a nuevos prospectos se llevarán un duro revés en los subsiguientes procesos electorales, porque tampoco parecen entender que es necesaria la renovación de cuadros políticos y, en cambio, pregonan con un falso testimonio.

En la actualidad hay alrededor de 20 partidos políticos vigentes y hay otros que buscan cumplir los requisitos para participar en las elecciones del 2019, pero penosamente no se vislumbra ningún cambio en esa exagerada oferta y más bien predominan figuras carentes de liderazgo o aferradas a la vieja política, la cual ha sido responsable del mayor rezago por el que atraviesa Guatemala.

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