LA ERA DEL FAUNO

La importancia del lenguaje: periodismo

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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El vínculo entre dominados y dominadores es el lenguaje. Estos últimos lo utilizan para “explicar” a los primeros cómo funciona la vida.

Pareciera que el lenguaje no tiene mucho que ver con el poder, precisamente porque el poder se ha encargado de ocultar su importancia y lo emplea para esconder sus productos más efectivos: mentiras, instrucciones, tergiversación, enredos legales. El requisito hacia el pensamiento crítico es el lenguaje. Sin este, o con la pobreza de este, no se puede analizar por entero la realidad. Se entiende que no todos los objetos y situaciones requieren el desarrollo de sus significados. Basta con nombrarlos y su contexto pragmático aparecerá no solo lingüístico sino operativo, lo cual no impide que tengan un significado distinto para, por ejemplo, la economía.

Hay objetos y situaciones de interés social que, sin embargo, exigen su deshoje como capas de una cebolla para profundizar en sus conveniencias o inconveniencias colectivas. Los sistemas de comunicación, acaparados por empresarios y gobierno, urden mensajes para indicar a la sociedad cómo debe comportarse, cuáles son sus limitaciones, qué le gusta y hasta por quién le conviene votar. El lenguaje publicitario es dominante, invasivo, abusivo. Es un instrumento del cual se valen los empresarios y los gobiernos para establecer las prioridades de los habitantes. Lo mismo sucede con el lenguaje mediático; no me refiero al periodista que en solitario puede hacer contrapeso importante a la mentira mediática que lo alberga. Un periodista puede incidir tanto o más que las vallas publicitarias, las noticias mediatizadas, los anuncios o los comunicados de prensa.

Intentaré ilustrar esto con un ejemplo reciente: cuando un periodista escribe o dice por la radio “Niegan visa de cortesía a funcionarios de Cicig”, ofrece un enunciado limitado, los significados se los dará el receptor según comprenda. Para algunos, los términos “visa” y “Cicig” son asociados a extranjeros; a su vez, “extranjeros”, a los argumentos del presidente sobre soberanía; “soberanía” es una palabra adoctrinadora, resobada por y para muchos; se ha enseñado a interpretar “soberanía” como “lo que somos”, “nuestras” costumbres, valores, principios, contrarios a la “intervención extranjera”, etcétera.

Por eso, cuando otro periodista escribió, más detalladamente: “Gobierno niega pasaportes a personal de la Cicig que investiga a la familia del presidente Morales y el caso La Línea”. El concepto adquiere otra dimensión. No es lo mismo pensar que hay por ahí unas visas de cortesía sin trámite que provocar conciencia sobre la obstaculización a quienes investigan a la familia del presidente y que eso puede afectar otros casos como el de alto impacto La Línea. Negar las visas, entonces, es mantener la impunidad, proteger al presidente y a sus familiares señalados de cometer actos de corrupción. Nos explica más adelante el periodista que uno de los pasaportes sin visa es el de “Roque Véliz, quien conoce la investigación contra la magistrada separada de la Corte Suprema de Justicia Blanca Stalling Dávila”.

Puede que usted descodifique de inmediato eso de “niegan visa de cortesía” y le parezca suficiente. La función del lenguaje y de los periodistas, sin embargo, es aportar ese trasfondo y a veces basta con mencionarlo. Con esta nota solo recalco la importancia que tiene el aporte de los colegas cuando se dirigen a la conciencia ciudadana, independientemente de los objetivos de la empresa periodística. En una sola línea pueden contribuir a concienciar o alinearse al discurso oficialista.

@juanlemus9

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