CABLE A TIERRA

La justicia atacada desde dentro

Una sociedad que no puede confiar en la independencia de sus jueces está condenada a su destrucción. A fin de cuentas, el juez es como el último árbitro a quien se acude para zanjar las diferencias sociales, los abusos y violaciones a las normas y reglas establecidas. Es más grave todavía si quienes la atacan son jueces y/o magistrados que están dentro del propio sistema de justicia, que en algún momento de su carrera perdieron de vista la razón por la cual asumieron la gran responsabilidad que significa tener la autoridad conferida de decidir si los actos de un individuo se apegan o no al marco legal que la sociedad definió como aceptable para sí en un momento dado.

Lo peor de sus acciones es que acuden a “procedimientos legales e instituidos en el sistema”, diseñados precisamente para evitar que este se corrompa, y los usan para atacar a colegas que han optado por mantenerse fieles a su juramento profesional y a una ética que no se vende en el mercado.

La cooptación del sistema de justicia permite la perpetuación de la impunidad y la convierte en su finalidad. Por eso, los jueces honestos son tan molestos. Mientras más destacan por su valor para mantener su integridad e independencia de criterio, más incómodos se vuelven; son vistos como un estorbo, non gratos y, sobre todo, como un peligro porque se convierten, además, en ejemplo y emblema potencial para otros jueces. No vaya a ser que intenten seguir sus pasos y rompan así con el perverso y opaco andamiaje de impunidad que se ha fraguado todos estos años y que opera en todos los niveles y entramados del sistema.

Me atrevo a plantear que es en el sistema de justicia donde menos han avanzado los esfuerzos emprendidos por la Cicig y el Ministerio Público estos últimos años. El autoblindaje es muy fuerte y se complace en acusar a su acusador de interferencia, aunque lo que ande haciendo sea depurar. Al sistema corrupto ya no le bastan jueces que juzguen a favor de lo indefendible; ahora reclama que se proceda a destruir a todo juez, jueza o funcionario del sistema que no se pliegue a sus designios. Amenazas sutiles o explícitas; intimidaciones directas o a la familia; procesos disciplinarios aplicados arbitrariamente mientras a la par se blinda a jueces corruptos o conocidos por estar sometidos a intereses particulares; boicots al debido desempeño de las funciones; pérdida de expedientes o de partes cruciales de los mismos, tales como medios de prueba o peritajes. Estas y muchas otras formas de sabotaje desde adentro se dejan ver con cada vez mayor intensidad y frecuencia, obstaculizando el trabajo.

Los operadores del Pacto de Corruptos saben bien qué botones hay que apretar para agredir a un juez que quiere cumplir su misión. Se resisten a ser parte de una nueva etapa de la historia del país que esté signada por un auténtico predominio del estado de Derecho, no acomodado a la billetera o a la posibilidad de una elección. Pero no son mayoría; quiero seguir pensando que hay muchos más jueces honestos y éticos que los que están dispuestos a cualquier cosa. Que hacen su trabajo con denuedo y apegados no solo a lo que dice la ley, sino al sentido de justicia que debería prevalecer en todos sus actos. Que son una mayoría silenciosa; que observa y calla. A ellos y ellas les hablo: es hora de despertar, de armarse de valor y hacerle frente común a esa minoría de operadores de la impunidad que están destruyendo todo en lo que ustedes creyeron alguna vez. La lucha por un sistema sano, robusto e independiente no se dará sola, ni se dará solo desde fuera.

Hay que darla desde dentro y no permitir los ataques a jueces probos. Los siguientes podrían ser ustedes.

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