PERSISTENCIA

La justicia homérica

Margarita Carrera

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Para comprender la justicia en la época  homérica se han de conjugar dos palabras griegas: dike (que significa justicia: “diken didonai”: pagar justicia) y tisis (que significa venganza), ya que una condiciona  a la otra.

En la época arcaica y aristocrática que nos presenta Homero y, más tarde, en la época democrática de los trágicos, los cuales siguen vinculados a la arete heroica, la única justicia que existía era la venganza.

La cólera de Aquileo que canta Homero no es sino la venganza de Aquileo en contra de Agamenón, por haber hecho abuso de poder al arrebatarle a la esclava Briseida: “Agamenón: (…) y encaminándome yo mismo a tu tienda, me llevaré a Briseida, la de hermosas mejillas, tu recompensa, para que sepas bien cuánto más poderoso soy y otro tema decir que es mi igual y compararse conmigo”. (Homero. Ilíada, Rapsodia primera. Peste, cólera).

Aquileo se hace justicia al retirarse de la batalla, dejando a los aqueos desamparados ante Héctor, el heroico troyano. Justicia que es venganza, no solo por haberle arrebatado Agamenón a la esclava, sino por haber herido profundamente su sagrado narcisismo.

Y cuando Aquileo retorna a la batalla es también para hacer justicia por la muerte de su amigo Patroclo, dominándole la terrible venganza, que le lleva a arrastrar vilmente el cadáver de Héctor y no querer devolver sus despojos a Troya.

Anaximandro de Mileto decía (fr. I Diels): “El infinito (ápeiron) es el origen de los seres. La ley del destino es que los seres, al destruirse, vuelven a su origen. Pues se pagan castigo (diken kai tisin) unos a otros por su injusticia según el orden de los tiempos”. (Cita tomada de Martín P. Nilsson, Opus cit).

Basado en la épica homérica, Esquilo venera la justicia divina de la época arcaica, la cual conlleva a la venganza. El que había sido objeto de injusticia, tomaba la justicia por su mano. Así, el asesinato de Agamenón por su esposa Clitemnestra y su amante Egisto únicamente puede ser vengado por el hijo varón de Agamenón: Orestes. El oráculo de Delfos obliga a Orestes —en contra de sus naturales sentimientos—, a vengar la muerte de su padre con la muerte de sus dos asesinos: su madre y el amante de esta. La sangre solo puede ser lavada con sangre.

Otro dato trágico —tomando esta palabra desde el punto de vista aristotélico—, es la idea de la culpa hereditaria; así, según Nilsson:

“Las generaciones siguientes tienen que purgar crímenes de los padres. El castigo toma la forma de una ceguedad (ate), de una desmesura (hybris), que provoca a su vez un nuevo pecado, hasta que es exterminada la descendencia como una maldición hereditaria (…)”.

Pero también se da el caso en que el héroe, al tomar conciencia de haber él mismo cometido injusticia, se autocastigue, de manera implacable, suicidándose —el caso de Ayax— o arrancándose los ojos y lanzándose al destierro —el caso de Edipo—. La venganza en contra de sí mismo únicamente se da en los hombres más perfectos, que jamás pierden de vista su “ideal del yo”, ligado de manera íntima a su narcisismo y a su conciencia moral.

Para el heleno arcaico, la justicia-venganza ha de darse en esta vida, puesto que solo en ella se cree. El hades, lugar de sombras, se reduce a guarecer, sin mayores esperanzas, las almas de los mortales.

En Homero, además, encontramos la justicia niveladora a través de otras dos palabras claves: hybris (soberbia) y némesis (indignación, venganza divina). Al respecto expone Nilsson:

“Hybris y némesis son dos palabras griegas bien conocidas que ya encontramos en Homero”.

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