EDITORIAL

La UNE avanza a su desaparición

Hablar de partidos políticos en Guatemala es referirse a estructuras corruptas, anquilosadas, desfasadas, correctamente percibidas como maquinarias electorales presas de un insano caciquismo que de manera inexorable los lleva a desaparecer cuando esas figuras todopoderosas y mesiánicas se ven superadas por sus propias ambiciones o por el peso de las urnas.

Hasta ahora ninguna agrupación partidaria ha logrado trascender en la historia nacional, porque nacen, crecen y mueren a la sombra de procesos electorales o de liderazgos con escasa visión partidaria en donde simplemente no existe el debate de ideas, como de alguna manera ocurría hace más de tres décadas, cuando todavía se podía hablar de agrupaciones políticas de cierta trayectoria y de base ideológica.

Eso es historia. A unos los aniquiló la corrupción y a otros el desborde de ambiciones de sus principales figuras, quienes, convertidas en propietarias de las agrupaciones, se afanan por conservar posiciones que giran en torno a cada proceso electoral, con lo cual condenan incluso a sus afiliados.

Los ejemplos más recientes de ese nefasto proceder son los partidos Patriota y Líder, de reciente creación, cuyas máximas figuras están en la cárcel o en un autoexilio, ante el temor de que sus fechorías los lleven tras las rejas. Ambos fueron cancelados hace poco por el Tribunal Supremo Electoral a causa de las anomalías en los reportes de sus fuentes de financiamiento en el último proceso electoral, tema que también alcanza al partido oficial FCN Nación.

Ahora también se evidencia el inicio del camino que lleva a la desaparición en la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), cuya máxima lideresa, Sandra Torres, se aferra al poder y resiste cualquier posibilidad de democratizar a tal agrupación, pese a las constantes presiones de algunos afiliados. Esto ocurre porque se considera la única carta para las siguientes elecciones presidenciales.

Este error lo pagará caro, porque su empecinamiento no le permite ver la imposibilidad de alcanzar la máxima magistratura del país, debido al enorme rechazo que provoca como figura política. Ni siquiera ha sido capaz de leer de manera correcta el resultado de su última participación electoral, donde decenas de miles de ciudadanos optaron por votar en contra de ella, en claro beneficio de su oponente, lo que no cambiará en una nueva contienda.

Su partido, además, es el máximo exponente de la vieja política, que tanto desagrada al guatemalteco y eso tampoco es fácil de cambiar. Uno de sus principales financistas para la campaña en la que pretendió cometer un fraude de ley está en la cárcel por corrupción, pero también había sido uno de los señalados por la Cicig de haber incurrido en financiamiento electoral amañado.

A las irregularidades históricas sobre su participación política se suma la renuncia de dos de sus más cercanos colaboradores en el último proceso electoral, quienes afirmaron irse de la UNE ante la imposibilidad de incidir en cambios dentro de la agrupación, y ante la obstinación de Torres de buscar la Presidencia en los próximos comicios y de no rendir cuentas sobre el pago de la deuda por votos obtenidos que recibe del Tribunal Supremo Electoral.

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