ALEPH

Los púlpitos ideológicos

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Tantas veces justificamos nuestros fascismos interiores respaldándonos en ideologías que sostenemos como únicas y verdaderas para salvar a la especie humana.  Somos dioses menores defendiendo catecismos ideológicos, aunque en el camino tengamos que ser cómplices de holocaustos y genocidios. Los recetarios reaccionarios de cierta derecha y   de ciertos sectores eclesiales o militares terminan olvidando lo humano supuestamente para defender lo humano. Tenía razón Einstein: La única cosa cierta es la estupidez de nuestra especie.

Nuestras agendas reaccionarias nos obligan a apoyar, desde nuestros respectivos púlpitos, a gobiernos como el de Ortega-Murillo que, por su agenda anti imperio están dejando una huella de sangre en la historia centroamericana, o celebrar el gobierno neofascista de Trump, que permite que sus funcionarios ejecuten o aprisionen a nuestros connacionales, y que representa —además— una amenaza para el mundo en tantos órdenes. Creemos que somos libres para pensar, pero en aras de ser “estratégicos”, sostenemos tiranos sin legitimidad en el imperio y fuera de él.

“La democracia, más que un sistema político, es el espacio efectivo de realización de los seres humanos como seres autónomos, colaboradores, respetuosos, responsables, imaginativos, abiertos, con la posibilidad de estar continuamente generando un espacio de convivencia en el mutuo respeto y la colaboración”, dice Maturana. Ya tenemos otra cosa cierta, y es que bajo la definición de Maturana, en Guatemala no hay democracia.

No hemos siquiera entrado formalmente al periodo preelectoral y ya comenzaron los asesinatos de pilotos de buses, en medio de un burdo mercado de oferta y demanda electoral. Se siguen vendiendo y comprando personas, partidos, voluntades, y lo sabemos. Esto es el libre mercado que siempre se regirá bajo la regla de “amor con amor se paga”. No contamos con las reformas apropiadas al sistema electoral y de partidos políticos, no hemos revisado las reformas necesarias en la Oficina Nacional de Servicio Civil, no contamos con un TSE autónomo. Y muchos tomamos la decisión de no poner todas las fuerzas en estos temas por razones prácticas de sobrevivencia y desencanto, pero si nos diera tiempo a todas y todos de hacer una participación política certera desde una ciudadanía madura y comprometida, lo haríamos. Aún no estamos listos; entre el hambre, el analfabetismo formal y real, la corrupción y las violencias que el crimen común y el crimen organizado nos imprimen, participar con conciencia, ética y seriedad, se vuelve un acto de heroísmo.

No tenemos reglas claras para abrir un sistema de partidos políticos que filtre las opciones que se presentan y permitan fortalecer la intención democrática. Tampoco tenemos mecanismos que garanticen una gobernabilidad que responda a las necesidades e intereses ciudadanos. La impunidad que sostiene este orden perverso se diseñó para que perviva la corrupción. Mientras unos partidos siguen tortuosamente los pasos para sacar la cabeza por el cuello de la democracia y enfrentan obstáculo tras obstáculo, otros partidos que se fundaron a finales de los años 90 y que han cambiado de nombre y dueño varias veces siguen a la venta. Seguimos partidos en dos, mientras el orden mundial se plantea mutipolarmente; la derecha e izquierda reaccionarias existen y coexisten porque no viven la una sin la otra. Y no sé si vamos a llegar alguna vez a ver una democracia real, pero mientras veamos izquierdas y derechas así de reaccionarias, tendremos impedimentos gigantescos para la consolidación de cualquier democracia. Por suerte, hay gente que le apuesta a la gente, capaz de poner distancia de la autocomplacencia, dispuesta a desmontar la arquitectura reaccionaria de sus aparatos ideológicos y a desmitificar los excesos de cualquier práctica ideológica. Porque las preguntas podrían ser: ¿cuál es nuestra utopía hoy? (si la hay) y ¿le sirven las derechas e izquierdas reaccionarias al salto civilizatorio que queremos dar?

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.

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