SI ME PERMITE

Mayordomos de la naturaleza

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“Compartir la tierra, no solo con los seres humanos, sino con todas las demás criaturas también”. Dalai Lama

Si escuchamos con cuidado a nuestros mayores cuando describen el medio en el cual ellos fueron formados, posiblemente crecieron con muchísimas limitaciones y sin tener las facilidades con las que nosotros disfrutamos, pero sí tenían algo valioso: la naturaleza. Los bosques, ríos y aves rodeaban su medio, que generaba admiración y también vida.

La realidad anterior nos confronta con el hecho de que si nuestros nietos podrán ver lo poco que nos ha quedado, y que no sea asfalto y edificio de material, porque eso lo hacemos nosotros; lo importante es si podemos dejarles algo de lo que la naturaleza genera y que el ser humano no puede crear, sino simplemente cuidarlo para que no llegue al exterminio.

Si alguna vez hemos estado en un lugar boscoso rodeado de la naturaleza y pudimos escuchar y ver algún ave en su hábitat o compartir su belleza y su canto, nunca se nos borrará de la mente y de la vivencia nuestra. Compartiendo una vivencia única que tuve en un viaje a finales de la década de los setenta camino a Cobán, Alta Verapaz, tuve la vivencia de ver un ave cruzar la carretera (aclarando que apenas tenía unos años de vivir en este hermoso país). Me sorprendió su belleza y en una manera especial su larga cola extendida al volar en su cruce de la carretera. Comenté a mi compañero la hermosura de esta ave y le pregunté qué podría ser. Cuando terminé mi descripción, con el rostro de lo más expresivo, me dijo: “Ese es el quetzal. ¿Y dónde lo viste?”. Luego de mi explicación, me completó su asombro, agregando: “Soy de aquí y nunca he visto uno, y usted viene la primera vez y ya lo vio”.

En mi mente yo puedo volver a visualizar esa vivencia vez tras vez y sentir la gratificación. Y sí lo vale. Personalmente tengo un amigo que su vida es la fotografía, pero en particular le encanta llegar a áreas boscosas y pasar horas esperando para que un ave de las tantas que Guatemala tiene haga su aparición para fotografiarla. Para él, todo ese tiempo y toda la incomodidad bien lo vale, por el simple hecho de que lo valora.

El buen Creador nos ha hecho depositarios de una belleza imposible de describir en la naturaleza que nos rodea, sus bosques, aves y todos los detalles que son parte de nuestra patria. La interrogante es si somos conscientes de esto o tendrán que venir extraños para valorarlo. A la verdad, no hay mayor pobreza que la de quién no valora lo que tiene sino hasta después de haberlo perdido.

Todavía estamos a tiempo de detenernos y reconocer lo que tenemos y de parar para no deteriorar lo nuestro. De nada vale ver un desierto y con razonamiento científico explicar que “esto fue un bosque”. O bien en esta región teníamos tantas aves diferentes que habitaron, pero por el trato de la naturaleza solo quedan fotos. Cada uno de nosotros antes de poseer la riqueza de la naturaleza es saber cuidarla para que la próxima generación sea la que la pueda tener y valorar.

No es de sabios llorar por lo que dejamos ir, sino es de sabios que tengamos el cuidado para seguirlo teniendo, sea un lago con todo lo que en él hay o un bosque, con toda la diversidad que lo hace ser lo que es. Esto, más que para discurso, lo escribo para que tengamos la acción de proteger con celo y responsabilidad las cosas que valen. Bienvenido a la tarea que como individuos podemos hacer para producir un cambio para bien de todos.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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