VENTANA

¡No callen! ¡Griten!

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En Guatemala el espectro de la violencia  que sufren las mujeres abarca todas las manifestaciones. El acoso sexual, la explotación sexual, el maltrato intrafamiliar, la violación. Duele saber  que a pesar de los esfuerzos de varias organizaciones  por generar conciencia a través de  campañas de sensibilización para erradicar todas las formas de discriminación y violencia contra las mujeres, niñas y niños, a nivel nacional,  está lejos de resolverse. Hace 30  años la violencia en contra de las mujeres no era reconocida como una violación a los Derechos Humanos. ¡Nadie intervenía!   No se me olvida la  expresión  de un señor en  Chiquimula,  que retrata nuestra sociedad patriarcal, machista, cuando dijo: “Es su mujer, por eso tiene derecho a patearla. Ahí no se puede meter uno”. La  razón de mi  columna  es  para decirles a las mujeres, a las  jovencitas, a las  niñas y niños: “¡No callen! ¡Busquen ayuda! ¡Griten! cuando alguien los agreda, sea quien sea”, exclamó el Clarinero. Y como bien  expresa  el Grupo Guatemalteco de Mujeres:  “La violencia en contra de las mujeres no es natural, es un delito y el femicidio también”.  El Estado sigue en deuda con el juicio estancado de Cristina Siekavizza.   Es preciso que todo el peso de la ley caiga sobre el acusado.

Sabemos que los hombres que agreden a sus parejas no solo utilizan los puños, sino también serchas o herramientas punzocortantes. Este es el caso de Mitzie, de 24 años, asesinada por su esposo, Benny Zambrano, el 2 de julio del 2014. La joven vivió un círculo de violencia espantoso. Durante el juicio, el abogado que llevó su caso comentó que Zambrano había ya tratado de acuchillarla. Luego, cuando supo que estaba embarazada, la empujó por las gradas desde un segundo piso. Finalmente la mató. Zambrano fue condenado a 36 años de prisión. La relación desigual de poder con el agresor obliga a que mujeres como Mitzie permanezcan en una posición subordinada. Sufren silenciosamente su tortura matándoles el espíritu. ¿Cuántas abuelas, madres, hermanas, sufrieron violencia física, psicológica, económica, pero se lo callaron? Es importante reconocer tres fases básicas en el oscuro ciclo de violencia. La primera es la agresión verbal. Las mujeres, niñas o niños se callan para evitar problemas, pero con eso justifican las actitudes del agresor. La segunda es cuando sufren violencia física: pellizcos, jalones de pelo, patadas, bofetadas, golpes contundentes que pueden provocar lastimaduras graves y hasta la muerte. La tercera es un período de aparente tranquilidad. El agresor se arrepiente: llora y pide perdón, aunque no deja de culpar a la mujer o a la niña para justificar su agresión. El ciclo se repite una y otra vez. Los ataques no son casuales porque el agresor detenta el poder.

Urge implementar programas de prevención a nivel nacional. Se necesitan más centros de apoyo para que las mujeres descubran su potencial y dejen atrás la dependencia, el miedo, la falta de autoestima. Para que empiecen a rehacer su vida y la de sus hijos. La violencia de género no perdona escala social, económica o grupo cultural. La violencia es un “cáncer” que impide el desarrollo de una sociedad sana. Las actitudes violentas se aprenden, y por ello se perpetúan. ¡No callen! ¡Griten! Acudan antes de que sea tarde: 1. Fundación Sobrevivientes es una organización comprometida en la atención de mujeres, niñez y adolescentes víctimas de violencia. Los servicios que presta son gratuitos. 12 calle 11-63 zona 1, ciudad Guatemala Tel: (502) 2245-3000. 2. Centros de Apoyo Integral para Mujeres Sobrevivientes de Violencia (Caimus), del Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM). Estos centros funcionan como una red y están localizados en la ciudad capital, Escuintla, Suchitepéquez y Rabinal, Baja Verapaz. Tels. (502) 2250-0235 (502) 22 30-2674. www.ggm.org.gt

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