ALEPH

No reconstruir, sino volver a imaginar

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Guatemala no pide ser reconstruida, Guatemala necesita volverse a imaginar. No nos queremos levantar sobre las mismas ruinas, sino cambiar la receta de algo que alguna vez quiso ser país, pero se construyó históricamente sobre la desigualdad planificada, la impunidad cómplice y la exclusión intencional. Y no queremos ser todos iguales, que no se equivoque nadie. Queremos que todos y todas, desde nuestras diferencias, tengamos la posibilidad de acceder, igualmente, a condiciones dignas de vida que nos permitan crecer como personas y como sociedad.

Ya sé que el mundo entero está en crisis, pero eso ni alivia ni ofrece respuestas. En un momento planetario de grandes incertidumbres y tensiones provocadas por la implementación de nefastas acciones medioambientales, políticas, sociales, financieras y humanas, entre otras, Guatemala está —además de tener todas estas problemáticas— en la cola del tren. Además de los niveles de violencia, corrupción e impunidad endémicas que padecemos, hay cifras que reflejan nuestro fracaso como sociedad. Carlos Monsiváis (ya lo dije que lo dijo alguna vez), habló de las estadísticas como la nueva poesía, así que acá les va el poema guatemalteco: el promedio de salario mensual es de Q2,158 y el precio de la canasta básica vital es de Q7,186.18. Casi la mitad de la niñez guatemalteca (cuatro millones de niñas y niños) no asiste a la escuela. Guatemala invierte Q0.39 en su población indígena y Q1.00 en población no indígena; Q0.87 en cada mujer y Q1.00 en cada hombre. Además, solo 260 personas en Guatemala poseen una riqueza que equivale al 56% del PIB, 21 veces la inversión pública en educación y 23 veces la inversión en salud. Son cifras recientes del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) que reflejan no solo nuestro estado de situación, sino una forma perversa de segmentar a una sociedad en castas y grupos de poder que, según su pertenencia, acceden o no al desarrollo. Además, cada año Guatemala pierde 38 mil hectáreas de bosque (Inab). Además, cada día mueren dos niños y niñas a causa de la violencia; 16 niñas y niños desaparecen; 40 niños y niñas quedan huérfanos a causa del asesinato de alguno de sus padres; se reportan 23 casos de violencia sexual infantil; 150 niñas y adolescentes quedan embarazadas; se reportan 35 casos de maltrato infantil; y 300 niños, niñas y adolescentes saldrán de Guatemala huyendo de la falta de oportunidades, la pobreza, la inseguridad y la violencia. Guatemala es un poema de lo indigno.

Sin embargo, es la tierra donde enterramos el ombligo, y aquí estamos, trabajando por lo imposible. La crisis que vivimos es profunda, como pocas veces en nuestra historia, y sobre las ruinas de lo mismo no levantaremos otra Guatemala. Esto no pide únicamente la erradicación de la pobreza o la implementación exacta de las leyes, sino una nueva conciencia sobre la manera en que debemos relacionarnos entre todos. Una nueva forma de concebir lo justo. Un nuevo paradigma alrededor de la vida. No queremos que muchos sigan muriendo como perros, para que pocos vivan como dioses. Y le apostamos a una Guatemala donde todas las personas, animales y entidades vivas sean tratadas con respeto, desde el nacimiento hasta la muerte.

Necesitamos volver a imaginar a Guatemala. Inventarla y hacerla juntos y juntas de nuevo. Identificar qué ruinas queremos derrumbar totalmente, tanto a nivel personal, como de sociedad, para edificar un país de verdad. Poner ojos de agua (un agua que nos estamos acabando), donde hoy hay monumentos a la impunidad, la corrupción y la injusticia. Difícil. Largo. Cansado. Con sentido de urgencia y de proceso. Es lo que toca. O elegir ser una gran carretera rodeada de maquilas, por donde seguiremos viendo pasar el desarrollo que nunca nos llega.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.