CATALEJO

Nuevo trágico efecto de absurdo libertinaje

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A riesgo de ser repetitivo, creo necesario insistir en la necesidad de poner controles estrictos a la adquisición de armas, así como a calificar como delito la tenencia de armamento de más de determinado calibre. De nuevo, Estados Unidos es el escenario de una absurda matanza causante del asesinato terrorista de alguien seguramente psicópata, quien de nuevo cumplió con la no escrita tradición del suicidio de muchos de quienes atacan sin justificación alguna y disparan a personas desarmadas, absolutamente inocentes, quienes encuentran la muerte mientras participan en actividades normales. El domingo, 26 personas murieron mientras estaban en la iglesia cercana a San Antonio, Texas. Hace menos de un mes, 58 murieron y 500 quedaron heridas, en Las Vegas.

El peor problema de esta situación estadounidense es un hecho: no constituye una ilegalidad al comprar armas de todo calibre, incluyendo rifles de asalto y repuestos para convertir a los normales en este tipo de armas. En otros países ciertamente circulan todo tipo de armas, pero al menos es ilegal la adquisición y uso de armas de este tipo. Peor aún: los tan numerosos casos de intentos para lograr algún tipo de controles, han fracasado en el Congreso y en el Senado a causa de las influencias de la Asociación Nacional del Rifle, famosa por sus aportes a campañas políticas y cuyos miembros interpretan a su antojo leyes originadas hace 200 años, o más, cuando la vida en los bosques con animales salvajes obligaban a la defensa de ataques peligrosos o mortales.

Estados Unidos no es el único país con el problema de la violencia causada por la libre portación de armas como una de las razones la muerte violenta de personas, aunque es en forma pertinaz, constante. Según datos disponibles de hace tres años, el país más violento del mundo es Honduras, donde mueren 90.4 personas al año por cada cien mil habitantes. Le siguen Venezuela, con 53.7; Belice, con 44.7; El Salvador, con 41.2 y Guatemala, con 39.9. Nicaragua tiene 11.3 y Costa Rica, 8.5. El promedio mundial es de 6.2; el de Estados Unidos, 4.7 y el mundial es de 6.2. En otras palabras, todo el istmo supera el promedio del mundo. Sin duda, la venta libre de armas tiene relación con estas cifras, pero también la falta de control en el contrabando.

El tema de la libertad individual tiene relación directa con la libre adquisición y uso de armas de cualquier calibre, según muchas personas. Si no es ilegal adquirirlas, y si tengo la libertad y la voluntad de hacerlo, nadie me lo debe impedir, es un resumen de esta forma de pensar. No estoy de acuerdo, porque sería lo mismo pensar en no haber necesidad de leyes de tránsito porque tengo la libertad de adquirir un carro de fórmula uno o de carrera, pues esto no es ilegal. Los automóviles se pueden convertir en instrumentos de muerte, pero no es ese su fin primordial. Las armas sí están más cercanas, demasiado, a esa cualidad. No entiendo por qué no se deba limitar su peligroso poder de fuego en las manos de cualquier ciudadano.

En los últimos meses han surgido frases inaceptables, como aquella de ser necesario aceptar a la violencia cotidiana sin sentido y terrorista como una de las características de la vida “normal” de hoy en día, ya sea por razones religiosas, ideológicas o por simple mentalidad psicótica. Las peticiones de alcance universal para exigir o sugerir la pena de muerte para esta gente, tienen en los países social y culturalmente avanzados un efecto contrario al buscado por quienes lo solicitan. Solo despierta algún tipo de fugaz apoyo en los países como los centroamericanos, sumergidos en la incapacidad gubernativa y en el descuido generalizado de una mayoría. El control, junto con leyes severas contra los delincuentes, puede ayudar a reducir las muertes causadas por las armas.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.