EDITORIAL

Oportunidad de transformación

En su primera comparecencia pública, las nuevas autoridades de Salud anunciaron su intención de invitar a representantes del Congreso y de la Procuraduría de los Derechos Humanos a ser partícipes en el planteamiento de las soluciones para sacar de la crisis a un paciente postrado durante los últimos años, cuya condición se ha vuelto crítica en los últimos meses.

Después de verse rebasado por la agobiante escasez de insumos en los hospitales, los constantes reclamos de los sindicatos y el continuado acoso de diputados que insisten en una sospechosa fiscalización del sistema, la salida del doctor Alfonso Cabrera ha dado paso a un nuevo equipo, que puede vislumbrarse como una posibilidad de mejora. Esto se logrará si cuenta con el apoyo pleno de la administración, pues tanto el cambio en la cúpula como la iniciativa de involucrar a más sectores pueden convertirse en esfuerzos estériles si esas iniciativas no reciben el respaldo necesario, pronto y constante.

La primera acción de esta nueva etapa ha sido llamar a congresistas y a representantes de la PDH a integrarse al equipo que definirá medidas y estrategias con el fin de enfrentar la manifiesta debacle de la salud pública, una invitación que podría tener mucho de asertiva. Sin embargo, podría ser un arma de doble filo si la intención de fondo fuera más en la vía de actuar de esa manera para callar las principales voces críticas y no integrar un eficiente y probo equipo humano multisectorial para rescatar un servicio básico.

Lo mismo podría deducirse del Gobierno, si al nombrar a Lucrecia Hernández Mack y a Adrián Chávez tuvo la intención de absorber a dos de las voces más críticas del sistema de Salud para evitar desgaste y no tanto para emprender estrategias de solución. Ambos, al haber aceptado pasar al lado del oficialismo, sin duda tendrán en mente medidas drásticas que requieren de un fuerte espaldarazo presidencial. De hecho, no tendría sentido reducirle espacios a la crítica, pues al final son los ciudadanos quienes padecen esas penurias y a su vez se encargan de comunicar sus justificadas quejas y su descontento a través de los diferentes medios de comunicación social.

La precariedad que afronta la prestación de servicios de salud ha sido, como en el descenso de Dante a los infiernos en La Divina Comedia, una serie de círculos que se han repetido a lo largo de los gobiernos: clientelismo político, personal contratado por compadrazgo que no reúne las calificaciones necesarias, reducción arbitraria de presupuestos, falta de inversión, descuido de la atención primaria y abusos de parte de malos trabajadores.

Es loable que una de las primeras medidas sea establecer una comisión de transparencia que verifique diversos procesos, a fin de tener una panorámica clara de los ingresos y gastos del Ministerio. La etapa decisiva vendrá con las acciones drásticas, cuando se ordene la casa de manera profunda y se empiecen a eliminar privilegios. Pero se debe insistir en que quienes aceptaron los puestos de alguna manera arriesgan su prestigio personal y por ello merecen el apoyo y la comprensión generalizada, ante la enorme dificultad de la tarea.

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