HAGAMOS LA DIFERENCIA

País de desigualdades

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Guatemala tiene la economía más grande de Centroamérica, que si se comprueba con el PIB, su desempeño macroeconómico en los últimos años es estable, pero es de los países con mayor desigualdad en Latinoamérica. Según el coeficiente de Gini, utilizado por el Banco Mundial para sus estadísticas, nuestra nación ocupa el noveno lugar entre los países más desiguales del mundo. Este coeficiente desarrollado por el estadístico italiano Corrado Gini, es un indicador de la desigualdad en los ingresos dentro de un país. El 0% representa una perfecta igualdad, todos tienen el mismo ingreso, mientras que el 100% indicaría que una sola persona concentra todo el ingreso y el resto no tiene nada, es decir una desigualdad absoluta. El índice de Guatemala es de 52.4. En el ranquin, los primeros cinco países son africanos; los siguientes cinco, latinoamericanos, tres son de Centroamérica y solo Honduras supera a Guatemala.

Esa desigualdad se manifiesta, además, en los altos índices de pobreza en el país, especialmente en zonas indígenas y rurales, también en las tasas de desnutrición crónica y mortalidad materno infantil, que son de las más altas en la región. Mientras tanto, en el país tenemos una lista de millonarios que son parte de la lista de Forbes de los más acaudalados en la región.

Es importante comprender que la distribución de la riqueza debe ser equitativa, pues los contrastes que existen a lo interno del país crean una espiral que tiende a acentuar los problemas para que haya desarrollo sostenible. Los contrastes en el país son evidentes. Hasta hace pocos años teníamos el índice per cápita de helicópteros más alto del mundo, mientras gran parte de la población se traslada a pie. Gran parte de nuestros conciudadanos consumen uno o dos tiempos de comida al día, en tanto un pequeño porcentaje disfruta manjares de comida selectos traídos del extranjero. Muchos viajan a EE. UU. a realizar la compra de ropa para el año y otros se visten con remiendos y andrajos. La población en pobreza y extrema pobreza están debatiéndose en la lucha por sobrevivir, tienen poca capacidad de compra, y esto provoca que sea baja la demanda de productos agroindustriales y especialmente los industriales. Los empresarios poco progresistas que han basado su riqueza en el estrangulamiento de los pobres deben reflexionar en el hecho de que están acabando su fuente de trabajo y que están disminuyendo la capacidad para adquirir productos. El Gobierno y la iniciativa privada deben realizar un esfuerzo para distribuir mejor la riqueza. El Gobierno puede contribuir al hacer un uso eficiente del presupuesto nacional, pues aunque es de los más bajos del mundo —aspecto que debe mejorarse—, gran porcentaje se desperdicia en actividades superfluas, con alto grado de corrupción; cantidad considerable cae en manos de funcionarios inescrupulosos que se enriquecen con el erario nacional. La mayoría del presupuesto se utiliza en funcionamiento, lo que fortalece cada vez más la burocracia estatal. Lo que se dedica a inversión, que puede traducirse en desarrollo, es un porcentaje bajo.

La actitud de estos empresarios poco progresista debe ser más justa con sus colaboradores y debe buscar la descentralización de la producción. La propuesta de las ciudades intermedias puede contribuir a esa descentralización, pero más que una iniciativa, debe ser una política a seguir, al aprovechar las fortalezas que las áreas rurales tienen, al crear infraestructura adecuada y proveerla con recursos.

samreygo@yahoo.com

ESCRITO POR:

Samuel Reyes Gómez

Doctor en Ciencias de la Investigación. Ingeniero agrónomo. Perito agrónomo. Docente universitario. Especialista en análisis de datos, proyectos, educación digital. Cristiano evangélico.

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