PLUMA INVITADA

Personaje ilustre que pocos recuerdan

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Con motivo de que en este mes Guatemala conmemora sus 195 años de independencia, obligado es recordar que notables personajes nacionales, próceres de esa emancipación política y muchos otros valores están al margen del sistema educativo y cultural del país, no obstante que en su tiempo dieron extraordinario lustre e imagen a la patria a nivel mundial, y dejaron su impronta en la historia, tal el caso del connotado antigüeño doctor Antonio Larrazábal.

Entre sus méritos, Larrazábal presidió las Cortes de Cádiz, en España, en 1811, en tiempos por demás difíciles. Viajó a dicha nación en rústicas embarcaciones, durante 10 meses, por carecerse entonces de transporte terrestre y aéreo. En estos periplos sufrió y sorteó vicisitudes y obstáculos en mares atestados de piratas y azotados por tormentas.

El rey Fernando VII, a su entrada en tierra española en 1814, disolvió ese alto tribunal y Larrazábal fue condenado a seis años de prisión, junto con sus demás miembros. Algunos fueron asesinados. Él concluyó su ilegal castigo en Guatemala, enfermo moral y físicamente. Sin embargo, luego fue nombrado rector de la Universidad de San Carlos.

Larrazábal nació el 8 de agosto de 1769, en la Ciudad de Santiago de los Caballeros, hoy Antigua Guatemala. Recientemente se cumplieron 247 años de su nacimiento y 149 del bautizo con su nombre al Instituto Normal para Varones Antonio Larrazábal, en la ciudad colonial. Su imagen y trayectoria la mantienen viva los antigüeños, autoridades del Instituto, la Asociación de Exalumnos Distinguidos con la orden que lleva su nombre, la Coordinadora de Exalumnos y miles de egresados. En Madrid, España, una calle lleva su nombre.

Gracias a su capacidad e inteligencia, pronto se convirtió en brillante, ilustre y ejemplar joven que escaló extraordinarios peldaños en la vida nacional e internacional. Bachiller en Artes y Filosofía a los 13 años; sacerdote, licenciado en Teología, Cánones y Leyes, doctor en Teología y Derecho Pontificio, rector del Sagrario de la Catedral, canónigo del Cabildo Eclesiástico, secretario de Cámara del Arzobispado, rector de la Real Universidad de San Carlos de Borromeo en dos ocasiones, diputado al Congreso de la República, prócer de la Independencia y defensor de los pueblos oprimidos.

Su más notable triunfo fue ser nombrado diputado representante del Cabildo de Guatemala ante las Cortes de Cádiz, organismo del que fue electo presidente en 1811. Ese foro fue convocado por la invasión de Napoleón Bonaparte y la oposición de los españoles. Impulsó la libertad de imprenta, luchó por la independencia de los pueblos americanos, la educación pública y la libertad de los indígenas, y se opuso a que estos sufrieran tortura y muerte por horca. Murió a los 84 años y sus restos descansan en las bóvedas de la Catedral Metropolitana.

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