LA ERA DEL FAUNO

“Que alguien se ponga de pie”

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Que el sistema cambie, suena bien. Lo difícil es remangarse y meterse al charco, hundir las manos en la cloaca y destapar las tuberías. No digo que quien no lo hace sea culpable, pues repetir que “cambiar el país es tarea de todos” se volvió trampa para que otros hagan y no hacer uno nada; y es, por cierto, el estribillo presidencial usado para endosarnos sus errores.

Por eso, cuando una persona o grupo intenta hacer modificaciones desde adentro del sistema, a costa de sumergirse en aguas negras, bastante ayuda es no estorbar. Los diputados, por ejemplo —en su mayoría crema y nata de la inutilidad—, no tardarán en citar a la nueva ministra de Salud para quitarle tiempo y marcar poder (Hace un siglo, habríamos escrito: “su ruin y envilecido poder”).

Hay un canto, por ahí, que dice: “Que alguien se ponga de pie, que alguien dé la cara”. A veces, soy de los que cuando escucha algo como eso silba y voltea la mirada hacia la quietud del horizonte. Otros, en cambio, como la Batucada del Pueblo, salen a las calles a gritar al mundo que nos queda dignidad.

Muchos elogiamos la lucidez del juez Gálvez, la justedad de Yasmín Barrios; el trabajo de la Cicig y del MP; aplaudimos a la sociedad civil que nos representa. Es tan cómodo ser el público. Es maravilloso aclamar o abuchear, según corresponda. Queremos transformaciones, solo que meter las manos es difícil. No vamos a duplicar tareas, por supuesto.

Valiente decisión tomó la doctora Lucrecia Hernández Mack al abandonar la comodidad de la crítica para meterse a las profundidades del hundimiento. Su nombramiento como ministra de Salud sorprendió por venir de quien vino —Jimmy Morales— y porque ha sido fuerte crítica del gobierno al que hoy se integra. Habría sido más fácil para ella declinar la invitación que incluye enfrentar la corrupción, la resistencia de unos 60 sindicatos, el hacinamiento en los hospitales, las deudas y la desesperación ciudadana, entre otros conflictos.

Algunas columnas firmadas por la doctora, sus declaraciones y referentes sobre el sistema de salud indican que intentará hacer cambios estructurales importantes. Si algo podemos garantizar con su llegada a ese ministerio es que no amaneceremos mañana con los hospitales abastecidos, equipos en óptimas condiciones, médicos sonrientes e instalaciones adecuadas. Quienes la idealicen terminarán criticándola porque querrán resultados inmediatos, donativos, pintura fresca. Es más cómodo experimentar efectos instantáneos como los que proporcionan esas sopas cancerígenas que bullen y… a disfrutar se ha dicho.

Sentados al borde del abismo, en butaca preferencial, sorbiendo los fideos, vemos caer corruptos uno a uno. Aunque hagan falta cien mil, ya no hallamos la hora de empezar a experimentar los beneficios de la justicia. Hay ansiedad de ser felices como se nos pinta en los estudios de mercado. Se espera que quien se lanzó al agua salga rápido y con las algas hediondas en la mano. De lo contrario “se habrá vendido”. Pero la visión de Salud Pública que tiene Hernández es crucial y duradera. Al que no podemos esperar a perpetuidad es al gobierno por entero, dado que tenía obligación de llegar con un plan y ha ido improvisando.

Morales acertó al nombrar a Francisco Solórzano Foppa jefe de la SAT y ahora a Lucrecia Hernández Mack ministra de Salud. Sabido es que el primero es bien preparado; por cierto, nieto de Alaíde Foppa e hijo de intelectuales de izquierda; Lucrecia también es de izquierda, hija de la antropóloga Myrna Mack Chang. Su ascendencia no garantiza nada; pero no vamos a negar que los hijos de tigre nacen con rayas.

@juanlemus9

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