SI ME PERMITE

Quien pierde la lengua materna pierde identidad

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“Por muchos idiomas que se dominen, cuando uno se corta al afeitarse, siempre se utiliza la lengua materna”. Eddie Constantine
Muchas cosas dejamos como herencia y también otras muchas nos dejan a nosotros como herencia, pero entre estas, una de las más valiosas es la lengua materna, a la que en ningún momento se le puede poner precio.
 

Muchas cosas dejamos como herencia y también otras muchas nos dejan a nosotros como herencia, pero entre estas, una de las más valiosas es la lengua materna, a la que en ningún momento se le puede poner precio.

El poder hablar y entender una lengua materna permite una comunicación sin paralelo, por el simple hecho de que no siempre se puede traducir lo que se está comunicando.

Por ello mismo, algunas personas, para poder comunicar algo, primero lo dicen en su lengua y luego lo más próximo a su equivalente.

Posiblemente algunos, cuando se alejan de su medio, no hablen y no usen la lengua materna, pero tan pronto regresan retoman el ritmo y sabor de esa lengua. Tristemente en muchos medios miran con cierto desprecio cuando escuchan a algunos que están hablando su lengua. Es una falta de respeto hablar una lengua cuando hay gente que no la comprende, pero eso es muy diferente.

Cuando decimos que una lengua materna nos da una identidad, es por el hecho de que nos identificamos con un medio al cual conocemos como común. Lamentablemente, muchas veces confundimos la apariencia de algunos por su perfil o vestimenta o simplemente por su origen, pero si a ello no le acompaña la lengua, lo más esencial está perdido.

Personalmente aprecio y valoro a los que conozco que no solo guardan la lengua materna sino que la hablan y la comparten. En mi caso, nací y crecí con mis padres, quienes tenían diferentes lenguas maternas. Ellos me obligaron a aprenderlas y cuando me comunicaba con ellos debía respetar sus lenguas.

Sinceramente, como niño y joven, tuve mis momentos de rebeldía y resentimiento a esa insistencia de mis padres, pero pasados los años llegué a apreciar ese valor agregado que ellos me habían dejado.

Siguiendo esa modalidad, en mi caso, cuando formé mi hogar, mis hijos tuvieron que aprender más de una lengua, por lo cual hoy les agrega a su modo de ser.

Lo interesante de una lengua no es simplemente vocabulario y escritura, es mucho más que eso. Es una estructura diferente de pensar y percibir las cosas, porque una cultura tiene su propia cosmovisión y sobre ella se estructura la lengua.

Claro, mucha gente que habla más de una lengua no ha sido enseñada a traducir los conceptos y solo traduce palabras y términos, y eso hace muy difícil su comprensión. Uno aprende a pensar y a comunicarse en una lengua.

Razón tenía lo que una persona mayor me dijo cuando era niño, la idea era que cuántos idiomas o lenguas puedo hablar se traduce en cuántas personas puedo ser.

Sin duda que toda relación se inicia con la lengua que se habla. Si alguna vez se ha tenido la vivencia de dirigirse a una persona que es extranjera, y al hablarle se hace en su idioma. La simple expresión del rostro le dice que está lograda y no se siente perdida.

Más frecuente son los halagos por los idiomas que uno puede hablar, y muy extraño son las expresiones de desprecio o indiferencia.

El mejor punto de inicio es aprender bien el idioma de uno, simplemente por ser el propio, y luego abrirse camino aprendiendo otros conforme la oportunidad se presente.

Bien está dicho que debemos avanzar “de lo conocido a lo desconocido”. Esta tarea nos tiene que durar lo que la vida nos dura.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.