EDITORIAL

Rebelión en la granja, una historia reiterativa

Los abusos de los regímenes tiránicos son los que más han dado materia para la ficción narrativa, y Latinoamérica incluso cuenta con varios premios Nobel de Literatura por haber retratado de manera magistral a los grandes dictadores del siglo XX. En los primeros tres lustros de ese nuevo milenio se observan renovados esfuerzos por prolongar la satrapía a niveles inconcebibles, incluso a sangre y fuego.

Los pueblos siempre han buscado el derrocamiento de esos regímenes, muchos de ellos prolongados más allá de toda comprensión humana, con millones de víctimas, como ocurrió con los dictadores de Alemania, Rusia, España o Italia, algunos con demasiados años en el poder y otros con una cifra intolerable de víctimas, como sucedió con el nazismo.

Una de las novelas que mejor logró plasmar los estériles esfuerzos por erradicar esos modelos la publicó hacia finales de la Segunda Guerra Mundial el escritor inglés George Orwell, con Rebelión en la granja, en la que un grupo de animales, hartos del tiránico régimen (socialista de José Stalin), se rebela, expulsa a los humanos e implanta su nuevo modelo, que pronto acaba convirtiéndose en una nueva y brutal tiranía.

Centroamérica atraviesa hoy por una situación parecida, donde un puñado de gobernantes de distintos signos ideológicos trata de eludir la autoridad del Gran Hermano, encarnada en la política exterior de Estados Unidos. Desea imponer una distorsionada visión del mundo, con el infortunio de que sus propuestas se imponen a sangre o fuego o ampliando de manera grotesca el manto de la corrupción y la impunidad.

Las escenas más grotescas de esa nueva escalada empezaron en Nicaragua, cuando la desquiciada pareja gobernante masacró sin piedad a quienes protestaban contra el régimen y la más reciente acción de la satrapía es expulsar a la misión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, algo propio de toda dictadura.

La siguiente escena ocurrió en El Salvador, donde la semana antepasada el gobierno del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional anunció de manera abrupta que rompía sus vínculos con Taiwán, para establecer relaciones plenas con la China comunista, lo que desencadenó reacciones hepáticas y tardías de la diplomacia y políticos estadounidenses.

Guatemala sigue los pasos de los líderes izquierdistas de Centroamérica, al decidir de manera unilateral la no prolongación del acuerdo para que continúe sus labores la Cicig, no sin antes haber esparcido el rumor de que el país también evaluaba romper con Taiwán y establecer relaciones con la China continental, en un nuevo intento por ablandar a la diplomacia estadounidense.

Esas mal supuestas muestras de soberanía se derrumban cuando afloran las reales intenciones de quienes las promueven, pero ocurren porque también es notorio el descuido de las autoridades estadounidenses, primero en tolerar gobiernos corruptos o represores cuando es conveniente, y luego con la designación de diplomáticos con poca experiencia en el área. Solo en un acto de soberbia irresponsabilidad se puede explicar que vehículos militares donados por ese país para la lucha contra las drogas sean utilizados para intentar amedrentar a diplomáticos y representantes de las Naciones Unidas.

Como lo recrea la fábula de Orwell: todo cambia para que nada cambie, aunque para la continuación del modelo sea creciente el número de víctimas y dar pasos hacia atrás en términos de desarrollo socioeconómico e institucional.

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