EDITORIAL

Reconocimiento muy merecido

Constituye un reconocimiento muy merecido para Edmond Mulet Lessieur, el político y diplomático guatemalteco que durante dos años ha sido secretario general adjunto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y jefe del Gabinete del Secretario General de este organismo internacional, haber recibido esta semana la Orden Isabel la Católica, de España, de manos del presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, en una ceremonia desarrollada en la sede de aquel órgano, en Nueva York.

Hay varias y válidas razones para que en Guatemala se sienta satisfacción por este homenaje, además de las meramente diplomáticas expresadas por el presidente Rajoy, en reconocimiento a las tareas llevadas a cabo por el ciudadano guatemalteco condecorado. Ciertamente, es digno de encomio lo realizado por el compatriota Mulet cuando fue nombrado jefe de la Misión de Mantenimiento de la Paz en Haití, así como en las numerosas ocasiones en que viajó a diversos países donde era necesaria la presencia de la ONU para afrontar crisis políticas.

Para Guatemala, la figura de Edmond Mulet tiene una particular importancia porque se trata de la persona que llegó a ocupar el más alto puesto mundial al que un diplomático y político puede aspirar: ser el segundo en jerarquía en la ONU. Esto demuestra que en este país hay material humano para desempeñar con acierto cargos internacionales de indudable importancia, logrados por prestigio propio.

Mulet Lessieur tiene en su historial propio la valiente decisión de haber rechazado el serranazo en 1993, y de haber convertido a la embajada guatemalteca en Washington en una especie de refugio para la legalidad y la legitimidad del ejercicio del poder. En su hoja de servicio destaca también el haber sido uno de los fundadores del partido Unión del Centro Nacional y de haber ocupado una curul en el Congreso, organismo que llegó a presidir. Su retiro de la política local se debió a su desencanto y decepción por la forma como se iban desarrollando los acontecimientos políticos en los primeros años posteriores a las elecciones de 1986.

Este notable personaje, que culminará su tarea en la ONU el último día de este año, es un ejemplo de la posibilidad de encontrar personas interesadas en la política, pero no como una fuente de vergonzoso e ilícito enriquecimiento, sino de un servicio al país. Se diferencia de la mayoría de politiqueros incrustados desde hace mucho tiempo en el Estado.

Por todo ello, esta máxima condecoración española es motivo de satisfacción personal y nacional, aunque a los guatemaltecos nos haga pensar en la dura realidad actual del país. En cierto sentido, Mulet representa un capítulo cerrado de la historia nacional, aunque sea tan reciente. Es inevitable la comparación de la realidad de hoy con la de esos cuatro lustros, y el resultado negativo debe convertirse en un acicate para que las generaciones actuales se esfuercen para que de entre sus filas salgan personas que como él den su aporte, tanto dentro del periodismo informativo como del de opinión, desde el cual también contribuyó al beneficio de Guatemala.

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