DE MIS NOTAS

Secuestrados por el sistema

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Cuando uno viaja por países de Europa no puede dejar de confirmar que la Cultura Cuenta, como afirmaron hace décadas, los académicos Samuel  Huntington y Lawrence Harrison en el libro del mismo nombre.

Basaron su tesis en observaciones muy bien sustentadas relacionando la cultura y la incidencia que ésta tiene en el desarrollo de los países. Basta leer unas cuantas páginas del libro para reconocer que tienen toda la razón al afirmar que algunas culturas son mejores que otras en crear libertad, prosperidad y justicia.

"A pesar de ser corruptos, el sistema que hemos creado impide su despido".-


Esta introducción deviene de las realidades que enfrenta Guatemala, como país, como sociedad y consecuentemente, no solo de los problemas estructurales y sistemícos que nos aquejan, sino de la cultura misma, que permea todas las capas de nuestra sociedad. Aun en Europa con el enorme influjo de migrantes se observan los cambios socioculturales.

Aquí de este lado de nuestra realidad, creemos que las próximas elecciones serán la panacea para resolver todos los problemas que nos aquejan, cuando ni siquiera podemos despedir a servidores públicos ineficientes porque su institución está emplazada: hospitales, cárceles, Aeronáutica Civil, Agricultura, Comunicaciones, Relaciones Exteriores, hasta el Congreso de la República, nadie puede deshacerse de la escoria ineficiente o corrupta, porque lo impide el “emplazamiento”, ese trágico, nocivo e incomprensible subterfugio legal, —creado por movimientos laborales y politiqueros rentistas (aprovechados que solo buscan como mamar de la teta burocrática)— en tiempos de la Democracia Cristiana y su aplanadora legislativa.

Se capturan in fragantti a empleados robando, recibiendo mordidas o haciendo quien sabe que “chanchullos” de orden grave, y a pesar de ser corruptos, el sistema que hemos creado impide su despido. Esto es lo que se llama “cultura de pobreza” y es lo que señalan Harrison y Huntington. Por eso sobreviven entes como Jodiel y asociados.

Pero el problema no es solo con los empleados ineficientes. Es una mentalidad contestaria reactiva que se ha infiltrado en casi todo el aparato burocrático y que se opone a todo lo que desafíe su pequeño y limitado horizonte profesional, sea una nueva metodología o sistema educativo, o un enfoque novedoso que dispute lo tradicional y lo obsoleto. No hay razonamiento capaz de convencerlos porque el asunto no es de rigor técnico o científico. Es simplemente una cultura adquirida a través del tiempo, por el ejemplo de la repetición observada de ideologías retrógradas, herencia de nuestra historia y de los personajes que la escribieron con sus liliputienses complots de salón, sus revolucioncitas primitivas, sus supuestos movimientos reivindicativos, convertidos a la postre en clanes de conveniencia gremial, más enfocados en el logro de sus prebendas que en reivindicaciones legítimas.

Al final, la contaminación cultural, enraizada en todo el sistema, hace imposible la reestructuración de lo torcido; la reingeniería de lo obsoleto; la reorganización de lo caótico e ineficiente. Solo cuentan las minúsculas paranoias de sus miembros demonizando tal o cual “privatización o concesión”; o cualquier proyecto que en otras naciones con una cultura más abierta hacia la libertad, la prosperidad y la justicia, funcionan a las mil maravillas para bendición de toda su sociedad.

Y aunque intelectuales como el sociólogo Francis Fukuyama, quien enfatiza la “confianza” (Trust) como parte fundamental de la prosperidad de las sociedades desarrolladas; o posteriormente Jared Diamond en su obra, Colapse, señalando la cultura como causal determinante del auge y la caída de las sociedades, economías y medio ambiente, nuestro país sigue sin ese capital social para revertir su subdesarrollo.

Aun con un plan de país de largo plazo y los consensos políticos necesarios tendremos que bregar con nuestra cultura.

“El perfecto idiota latinoamericano”, dice Montaner.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.