PRESTO NON TROPPO

Señoras y señores: el maestro Luis Galich

Paulo Alvaradopresto_non_troppo@yahoo.com

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De pronto, ni él mismo se daba cuenta de la trascendencia que tendría su labor para el rock y el pop de este país. Hablamos de la década de 1970 y de un músico excepcional, Luis Galich. Autor fecundo, cantante, multi-instrumentalista, incansable experimentador del arte, permanente inconforme con los estándares —pese a que los dominaba sin problema—, ya por ese tiempo había captado la esencia de hacer canciones con letras en castellano, que no se quedaran en la balada inane y literariamente desinformada, como era habitual en nuestro medio. Un medio que, con muy pocas excepciones, era ajeno a una música popular elaborada, que tuviera letras interesantes, provocadoras, inclusive contestatarias.

Generoso, incitador de todo tipo de tentativas, investigaciones y riesgos artísticos, Galich igual se da a tacos blandiendo un bajo eléctrico que entonando un aria de bel canto mientras se acompaña a sí mismo en el piano o cautivando a un público maravillado por su versatilidad, su chispa, su ingenio, su capacidad como un excelente entretenedor, quizá sin más que una guitarra de caja. No cesa en la búsqueda de nuevos métodos y manuales para ser siempre un mejor compositor y un mejor letrista. No se detiene ante la posibilidad de invitar a otros para que también participen, para que también aporten. Así lo describe Jorge el Gordo Estrada, quien se convirtió en su gran compañero de aventuras, hace 40 años, cuando empezaron a tocar juntos. Ya se había asombrado escuchando al grupo Santa Fe y luego fue invitado por Luis para asociarse con él a lo largo de unos seis años. Para mientras, fundaban el grupo Pirámide, Galich intervenía formidablemente en la OTI de 1979 y junto con otros intérpretes ofrecían recitales de antología, como uno que tuve ocasión de escuchar en 1980: el Concierto en Do menor, la Obertura Pokuslavia, Tikal, My blue Helicopter (aparte de los esperados éxitos como Vuestros Pies, La Mitad de mi Naranja…)

A partir de 1986, Luis Galich se ve en la necesidad de exiliarse política y artísticamente. Qué remotos aquellos días en que proveía música para un templo de arquitectura simpática —la pequeña iglesia del Perpetuo Socorro, en lo que entonces era una apacible zona 7 de la ciudad capital. Qué remota su vida en el distante Canadá, donde pasó once años, y que lo lleva a conocer y a romper otras fronteras del arte, para llegar todavía más lejos. Ese joven inquieto por los primeros sintetizadores tanto como por una chirimía. Ese que alcanzaba a llenar una gaveta con docenas de casetes ¡que solo contenían música y más música suya, de tan productivo que siempre ha sido! Ese que es apasionado lector tanto como fascinado oyente de toda manifestación sonora. Ese que llega a trabajar incluso como músico en cruceros, de cuyas anécdotas se podría escribir un libro entero. El recorrido de Galich (como siempre se presentaba, a secas, cuando se comunicaba por teléfono conmigo para armar una presentación con el Cuarteto Contemporáneo, por ejemplo) es extraordinario.

Hoy, Luis sufre graves quebrantos de salud. Sin embargo, gracias a su invencible espíritu y con el auxilio de la ciencia médica, valiosa bien que muy onerosa, ha ido saliendo de las dificultades. Toda ayuda material que quiera contribuirse a la causa de este gran ser humano y sobresaliente músico guatemalteco puede hacerse a la cuenta monetaria número 018-492584-8 de Banco Industrial, a nombre de Luis Galich Porta. Ha dado tanto a Guatemala; es tiempo de que Guatemala le dé a él.

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