LA BUENA NOTICIA

Traigo la división

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A veces encontramos en los evangelios sentencias o acciones de Jesús que no encajan con las expectativas que tenemos sobre él. Por ejemplo, en una ocasión dijo: “¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división”. Nosotros, que nos imaginamos a un Jesús irénico, tolerante, pacifista, encontramos sorprendente semejante declaración. Y para disipar dudas de que habla literalmente, añade: “De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres”. ¿Trae Jesús la paz o la división?

Jesús es un hombre de paz, pero la paz de Jesús no consiste en evitar el conflicto a toda costa y a cualquier precio; la paz de Jesús no surge de componendas. La paz de Jesús consiste en vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, exige la conversión para recibirla, exige atenerse a la verdad. Nos referimos a la verdad que conocemos por la revelación de Dios, pero también a esa verdad inscrita en la naturaleza de las cosas y que nos guía para discernir objetivamente los criterios de lo recto y lo justo y distinguirlo de lo que no lo es. La naturaleza tiene su estructura y sus leyes propias. La verdad de las cosas o las personas, su constitución, su naturaleza son obra de Dios. No hace falta ser creyentes para reconocer esa estructura y actuar en consecuencia. Pero, la fidelidad a Dios exige atenerse a ella, pues Dios la creó. Por lo tanto, ir contra la verdad de la realidad es ir contra el Creador. Pero hoy vivimos en tiempos en que queremos hacer reingeniería de la creación, queremos corregirle la plana a Dios. Sin duda, la fe en Dios que las creó es una motivación para vivir también de acuerdo con esa verdad.

Pongamos ejemplos concretos de casos en los que la obediencia a la naturaleza de las cosas, de obediencia a la estructura de la realidad se ignora. La ideología del género es una de estas construcciones que atentan contra la verdad. Esta ideología pretende que las personas puedan definir su identidad de género independientemente de su identidad sexual. Aceptar como auténtica esa posibilidad crea una profunda división en la persona que, en su cuerpo y sus genes tiene una identidad sexual determinada, pero espiritualmente puede construirse como persona del otro género complementario. O tomemos el pretendido derecho al aborto, según el cual, contra la evidencia biológica y embriológica, se establecería que el feto que se gesta en una mujer no es un ser humano ni es sujeto de derechos, sino excrecencia suprimible a voluntad. O la pretensión de llamar matrimonio y de querer encajar en el ordenamiento propio del matrimonio y la familia a las uniones de personas del mismo sexo. Esto significa confundir realidades e ignorar la verdad de las cosas y oponerse al Dios que las creó.

En otros países, miembros de la Iglesia católica comienzan a sufrir persecución, acoso legal, presión social, por defender la verdad de las cosas y de la persona, ya que en esa verdad se refleja el designio de Dios. Estos son casos de cómo la fidelidad a Jesús puede traer hoy división.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.

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