CATALEJO

TSE tiene en sus manos futuro político nacional

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No se pueden tener resultados distintos haciendo lo mismo, ni tampoco lograr cambios cuando los que deciden quienes se benefician de dejar las cosas como están. Tampoco se puede pensar siquiera en dejar iguales los sistemas de acción cuando han demostrado ser ineficaces o contraproducentes.  Estas palabras teóricas se traducen, en el campo político, en la necesidad de tomar acciones sin precedentes con el objeto de salvar lo poco de sistema democrático logrado en tres décadas. En resumen, no hay partidos políticos reales, es casi total la cantidad de políticos –y por tanto diputados— no merecedores de tal calificativo, y a causa de ello el más sencillo análisis lleva a pensar en la necesidad de buscar la forma legal y sobre todo correcta de lograr cambios.

En efecto, hay una entidad capaz de lograrlo. Se trata del Tribunal Supremo Electoral, cuyo paso por la historia política nacional está lleno de decisiones históricas por ser valientes, entre las cuales resalta la eliminación del serranazo. Ahora, a diferencia de esa vez, cuando las acciones serraneras eran abiertamente ilegales, es necesario hacer sugerencias nuevas para lograr el apoyo popular. Un ejemplo: las propuestas de reformas a la ley electoral no pueden ser decididas por los diputados, como lo demuestran los cambios propuesto por ellos, de dudosa funcionabilidad y con mala intención. A nadie puede extrañar la ausencia de todas las sugerencias enviadas por el TSE, porque estas afectan de manera directa o indirecta a quienes han aprovechado los errores de la ley actual.

Se aproximan las elecciones generales: están a 19 meses, tiempo faltante para septiembre del 2019, pero el inicio de la lucha preelectoral está a apenas diez meses, en enero, aunque la campaña abierta comience después. El tiempo apremia. Otro gobierno tan mamarracho no podrá aguantarlo el país. Ante la imposibilidad de lograr cambios en la forma de actuar de los politiqueros actuales, es ineludible presentar batalla ante la opinión pública para convencer a los ciudadanos y así lograr presiones a fin de obligar a los diputados a actuar con responsabilidad. Los cambios del TSE pueden ser transitorios y su objetivo es darle una oportunidad al sistema democrático. Es necesario hacer listados de decisiones frontales. Menciono algunas:

Impedir la participación de los actuales partidos, por su falta de representatividad, así como las acciones ilegales, incorrectas y leguleyescas; de los diputados firmantes de pactos de corruptos; de leyes como la del beneficio a los mareros; de políticos acusados de acciones ilegales; de tránsfugas convertidos en tales en los últimos diez años; de políticos y funcionarios con súbitos cambios en el estilo de sus vidas, etcétera. Los candidatos deberán surgir de la escogencia de entidades e instituciones conocidas, sobre todo evitando las ONG´s de financiamiento y motivaciones ignorados. Se necesita una depuración del sistema, los partidos, organización, financiamiento y miembros. Pero es indispensable el coraje cívico ante el convencimiento del desastre actual del país.

En crisis como la de ahora, los interesados en mantener las granjerías, inmoralidades e ilegalidades, generalmente se aferran a la urgencia de mantener las formas. Los cambios urgentes son casi siempre desechados, y por lo general no se abren los ojos a las consecuencias casi siempre terribles de dejar como está al statu quo. Recuerdo en las manifestaciones de “la plaza”, el rótulo “en estas condiciones, no queremos elecciones”. Lo menciono porque quien lo escribió pudo prever qué ocurriría, como en efecto pasó, y cómo la escogencia era entre el cáncer y el sida políticos. Las condiciones actuales llevarán a procesos electorales de resultados igualmente nefastos, si no hay cambios fundamentales. Y a quien toca señalarlos y buscar el apoyo popular es al TSE.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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