VENTANA

Un mejor futuro es un futuro diferente

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“El mundo que hemos creado es producto de nuestro pensamiento. El futuro  no cambiará si no cambiamos nuestra manera de pensar”, dijo  Einstein. Se requiere de un nuevo pensamiento para alcanzar  los  17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que Naciones Unidas ha propuesto para el planeta. Los ODS son la agenda mundial para  generar cambios fundamentales,  entre ellos terminar con la pobreza,  proteger el planeta, garantizar la paz y la prosperidad entre las naciones. En Guatemala  el término sostenibilidad es parte de nuestro léxico común, pero, ¿comprendemos su significado? ¿Comprendemos que se refiere a la satisfacción de nuestras necesidades actuales sin comprometer los recursos para las generaciones futuras? La sostenibilidad garantiza el equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y el  bienestar social.  “El desarrollo sostenible es la manera de progresar sin poner en peligro los recursos del mañana”, cantó  el Clarinero.

La cita de Einstein, aplicada a Guatemala, está presente en el buen artículo de Richard Aitkenhead, columnista de el Periódico, publicado el 14 de mayo con el título: Seguir con la vista hacia el ayer o arriesgarse a mirar al futuro. Esto no es una batalla entre la izquierda y la derecha. Cito dos párrafos. Uno. Richard comenta que, “Guatemala no deja de ver hacia atrás y sigue temiendo ver hacia adelante. Una sociedad que tiene tanto miedo de cambiar su presente, que no puede imaginar un mundo mejor que el infierno en que se desenvuelve la sociedad hoy; y que es producto de las decisiones del ayer”. Estas decisiones son de la vieja mentalidad. Descartes y Newton, hace más de 400 años, concibieron al planeta como una máquina, como un trozo de roca inerte que viajaba por el universo. Su pensamiento analítico-sintético determinó nuestro “mirar” no solo al planeta como una máquina, sino la manera de ver la realidad como objetos separados. Esa visión promueve el interés individual por encima del de la comunidad y ese delicado equilibrio entre ambos se fue perdiendo.

En el siglo XX, con los descubrimientos de la física cuántica y la nueva biología surgió una nueva forma de pensar. En los años 70, James Lovelock, el célebre químico inglés, y la bióloga estadounidense Lynn Margulis, plantearon la hipótesis de que la Tierra se comporta como un gigantesco ser vivo. Descubrieron que la atmósfera de la Tierra (Gaia) es capaz de crear un flujo constante de energía y materia que favorecía un nivel de temperatura perfecto para propagar la vida. Gaia es capaz de regular la salinidad de los mares, la composición química que forma la capa protectora de nuestra atmósfera que impide que los rayos del sol nos calcinen. Esa red de vida tejida por la Tierra, durante millones de años, la estamos destruyendo y quienes se verán afectados serán las generaciones jóvenes. El concepto de sostenibilidad surgió al descubrir la organicidad del planeta y se aplicó también a lo social. Toda sociedad llega a ser sostenible si existe una ética social, económica y ambiental. Cito el segundo párrafo de Richard porque refiere la necesidad de crear una economía sostenible. “Es momento de dejar a un lado la vista en el retrovisor e iniciar el esfuerzo por ver hacia delante, de empezar a delinear el futuro. El pasado ya demostró que era capaz de generar riqueza pero no generar sostenibilidad. Hoy todos reconocemos el error de dejar lo público en manos de sinvergüenzas o de políticos al servicio de intereses oscuros. Es momento de decir: Alto!” Yo agregaría que ese alto será posible si ocurre un profundo cambio de mentalidad. Entonces, como concluye Richard, será posible “delinear el mañana. Un mejor futuro es un futuro diferente.”

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