FAMILIAS EN PAZ

Una nación justa

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Estando al servicio del rey, Nehemías recibe noticias sobre el estado lamentable en que se encontraba la ciudad de sus antepasados. Determina poner fin a esta situación, pide la dirección de Dios y con el favor del rey emprende el viaje con un solo objetivo: reedificar la ciudad. Al llegar, la recorre de noche para conocer la situación: la encuentra vulnerable ante cualquier amenaza, decide edificar sus muros. Diseña una estrategia para su reconstrucción, que presenta a sus habitantes, invitándolos a formar parte de este proyecto. Todos se involucraron.

Organizó a cada familia para que en un plazo determinado edificaran la parte del muro frente a su hogar. Desde el más pequeño hasta el más grande trabajaron incansablemente, aun Nehemías, quien a pesar de ser el líder reconstruyó la parte que le correspondió.

Pero como siempre ocurre con los grandes proyectos, habrá quienes no están de acuerdo con que las cosas cambien, recibieron burlas, amenazas y conspiraciones, pero nada detuvo la obra. Como precaución, cada trabajador llevaba en una mano los materiales de construcción y en la otra la espada para defenderse. Por la noche dormían vestidos con sus ropas de trabajo, previendo cualquier ataque sorpresivo.

Finalmente terminaron la reconstrucción. Pero resulta que una ciudad no es solamente infraestructura. De nada serviría levantar los muros si no se considera lo más importante: la edificación de sus habitantes. Había injusticias y problemas económicos que era necesario corregir: escasez de alimentos, explotación del pueblo por parte de los nobles, llegando algunos incluso a empeñar sus tierras y casas para obtener alimento, sometidos a servidumbre a causa del hambre. Esto indignó a Nehemías, quien reprendió a los nobles y magistrados convocándolos para pedirles tres acciones concretas: la absolución de todo tipo de gravamen o deuda, la devolución de tierras y casas a quienes hayan empeñado para alimentar a sus familias y el reembolso de la centésima parte de lo que el pueblo demandaba. Todos estuvieron de acuerdo, hicieron juramento que así lo harían. Como gobernador no cargó al pueblo con tributo para su sustento, tampoco adquirió bienes para su beneficio.

Pero faltaba lo fundamental, y con la ayuda del sacerdote Esdras se enfocaron en el aspecto espiritual. Ellos sabían que toda injusticia nace de un corazón alejado de Dios. Fue por medio de la lectura de la ley divina que el pueblo cayó en cuenta del gran error que había sido alejarse de ellas. Hubo arrepentimiento y una promesa de guardarla fielmente. De esta manera concluyó su misión.

¿Qué lecciones podemos aprender de esta historia? Para construir una nación sobre la base de la justicia y la equidad necesitamos sensibilizarnos ante la necesidad; de nada sirve lamentarnos si no vamos a hacer algo al respecto. Para ello, la mejor estrategia es la unidad familiar: la fidelidad conyugal y la paternidad responsable son determinantes en una comunidad. A nivel social se necesita de un cambio en la forma de trabajar, de hacer negocio, de hacer gobierno, así como en la aplicación de la justicia, restituyendo el daño causado mediante el pago justo en las relaciones económicas.

Finalmente, nos muestra que una nación que abandona las normas divinas no puede estar en paz. La palabra de Dios debe ser el centro de toda persona, de toda familia. Provee dirección y sabiduría a quien con corazón sincero se acerca a ella.

Es tiempo de construir una nación justa y solidaria, que sea próspera pero que sobre todo viva en paz.

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