SI ME PERMITE

Vale pagar un buen precio por la excelencia

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“Para destruir una nación no se requiere de bombas atómicas… Solo bajar el nivel de educación y permitir que se copien en los exámenes”. Una universidad sudafricana

La cita con la que iniciamos nuestra columna hoy es tomada de la entrada de una universidad de Sudáfrica, que está para una reflexión de aquellos que entrarán a estudiar y es una afirmación de que si bien muchos la pueden ignorar, la terminan viviendo al final de sus estudios, y no solo para ellos, sino para todos los que conviven con ellos. Sin lugar a dudas la podemos aplicar para nosotros también.

Claro está que uno busca en lo posible pagar el menor precio para un servicio que se requiere, pero no debemos descuidar el contenido, porque si no se paga algo es porque no se recibe. Cuando escogemos la institución de donde un día habremos de egresar debemos recordar que esta será una carta de presentación también. Difícilmente nos preguntarán lo que invertimos en el proceso del estudio, pero únicamente con un poco de plática y observación podrán concluir el nivel de nuestra preparación.

Normalmente los que participan en nuestra formación son aquellos que comparten su conocimiento y también la experiencia adquirida para que nosotros podamos asimilar al máximo cada detalle, porque en el resto de nuestra vida podremos echar mano para nuestro beneficio y en lo que habremos de desempeñarnos.

Usualmente lo que pagamos en nuestro estudio no es simplemente lo que se nos cobra en el proceso de nuestra carrera, sino también todo aquello que sacrificamos para priorizar el estudio y cada detalle que nosotros exigimos para nuestra formación, aunque no esté contemplado en el presupuesto. Debemos dedicar el mejor de nuestro tiempo para estudiar y también usar los mejores recursos que se ofrecen, aunque estos no sean requisito pero que nosotros valoramos.

Conocemos a muchos que han logrado estudiar con el mínimo de esfuerzo y lograr terminar la carrera que han escogido, pero ese modo de proceder se hace manifiesto en el resto de su vida por las lagunas que deja en nuestra formación y en el ejercicio de la especialidad que hemos escogido para nuestra vida.

La capacidad de poder escoger por la excelencia no siempre nos hace populares en el proceso de formación, pero sí nos distingue en el desempeño de lo que hemos sido formados. No es extraño que muchos de los que nos rodean nos pregunten por qué hemos escogido el lugar donde fuimos formados cuando había otros más económicos. Claro está que es muy difícil contestar el por qué, pero cuando otros perciben los ideales que nos hemos trazado entienden con mucha facilidad y nos dan la razón.

Si la formación se entiende como una inversión a largo plazo, entonces todo sacrificio habrá valido la pena, y si hubiera hecho falta más lo habríamos invertido, sin contar en esto los desvelos, las privaciones de recreación y otras tantas cosas que quedan atrás para alcanzar lo que un día nos propusimos.

Con esto en mente seamos sabios en pagar el mejor precio para que podamos cosechar la excelencia que nos deberá acompañar el resto de la vida. Y si bien sea por cultura o bien por mejor mayordomía, cuando buscamos la excelencia, antes que regatear el precio observemos la calidad y el contenido, que al fin y al cabo es con lo que habremos de quedar para el resto de la vida.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.