EDITORIAL

Válida mediación en crisis venezolana

Una luz de esperanza para lograr sin violencia la solución de la crisis venezolana se abrió ayer al conocerse la decisión de la oposición y el Gobierno para iniciar reuniones con la mediación del Estado vaticano en la isla Margarita, posibilidad que estaba siendo considerada desde hace algún tiempo, pero mantenida con discreción.

Este inesperado anuncio demuestra que el papa Francisco se puede convertir en el artífice del control de una crisis política, social y económica que tiene pocos precedentes en la historia latinoamericana. El Sumo Pontífice hace lo que debe hacer cuando señala que la mediación se hará con el Estado vaticano y no con la Iglesia Católica venezolana, que se ha manifestado con toda razón en contra de muchas de las decisiones arbitrarias e ilegales del gobierno de ese país sudamericano.

La conversación sostenida ayer en la Santa Sede entre quien encabeza a los católicos de todo el mundo y el presidente Nicolás Maduro si bien es imposible conocerla, poca duda cabe de que tuvo como centro el tema de la solución de la crisis y sobre todo el respeto entre las partes, en cuyos hombros descansa la responsabilidad de que la sangre no corra más en las calles venezolanas.

La oposición necesita también dar muestras inequívocas de que sus acciones no pueden ser calificadas como desestabilizadoras. Se debe mantener entonces en su exigencia de que el Gobierno se abstenga de continuar presionando a las instituciones electorales para que incumplan con las reglas legales nacidas en la gestión de Chávez.

La mediación vaticana se justifica porque basa su fuerza y su capacidad de influencia en el logro del cumplimiento de las leyes sobre una base no centrada ni justificada en la fuerza, ni en la influencia política, económica o de otro tipo. Lo hace desde el criterio de la corrección, y por ello está por encima de las ambiciones políticas y de la lucha para mantener a toda costa a un gobierno en el ejercicio del poder.

Una Venezuela inmersa en la violencia continuada y creciente constituye una tragedia para todos los demás países del continente americano. Una mayoría significativa de la población del país se ha visto afectada en forma directa por las equivocadas medidas económicas chavistas, el descenso del precio del petróleo y la disminución de la popularidad de Maduro. Esta realidad es parecida a la de muchos otros países latinoamericanos, donde por ello los votantes han llevado al poder, aunque sea por porcentajes muy pequeños, a gobiernos de signo distinto a los que ejercen el populismo, lo cual debe ser entendido como el engaño a la población, no su beneficio.

El tiempo se agota y Maduro no debe aprovecharse de esa circunstancia para engañar a los mediadores. El referendo revocatorio debe desarrollarse según las reglas vigentes, y las partes necesitan acatar el resultado de la mediación, como única forma real de evitar el desborde de las exigencias opositoras y de la reacción de las autoridades. El lapso entre hoy y el domingo debe pasar en calma y con serenidad, lo que resulta ser una condición obvia para la sin duda valiosa participación del enviado vaticano anunciado ayer.

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