PLUMA INVITADA

Vinicio, Esquipulas II ha muerto

Los Acuerdos de Paz de Esquipulas II han llegado a su final; han muerto. Fueron enterrados para siempre por sus propios fundadores vivientes, quien no quiera verlo así está participando de una  festiva demagogia llena de vacíos logísticos, insensibles e  impertinentes incapaces de frenar la violencia y la inestabilidad social que actualmente vive Nicaragua, donde  nuevamente el crimen, la crueldad institucional y la represión gubernamental han vuelto de la mano de Daniel Ortega,  por lo que no considero oportuno lo dicho recientemente por el creador de dichos acuerdos y actual Secretario General del Sistema de Integración Centroamericano (SICA), Vinicio Cerezo.

Óscar Arias, expresidente de Costa Rica, ha mantenido un discurso de altura ante la grave crisis nicaragüense, pero desde otros espacios.

Por su parte, Vinicio Cerezo ha manejado un discurso indolente ante la horrorosa masacre en mención —al igual que la Premio Nobel guatemalteca Rigoberta Menchú y el gobierno que preside Jimmy Morales—, siendo plausibles y ciertamente protocolarias sus palabras ante estos hechos, y dejando entrever su interés en mediar en el conflicto, mientras que Daniel Ortega, el otro firmante y mandatario sempiterno, quien ha llenado de sangre las líneas y párrafos de esos históricos acuerdos, los cuales, trenzados con los coletazos de la Guerra Fría, lograron la paz para Centroamérica.

Esquipulas II habla en sus articulados de una paz firme y duradera, y esa paz, al margen de los filones de irrespetos institucionales en estos 30 años después de la firma, no se ha logrado, menos en la reciente Nicaragua, donde a diario se vive una contención social fulminante, con ya más de 400 muertos, una brutal represión selectiva que persigue a los jóvenes atrozmente, con más de dos mil heridos y unos 300 desaparecidos, con sentencias dictadas en privado, en donde la Policía Nacional, en conjunto con las turbas y los paramilitares del régimen, han asesinado con armamentos modernos y sofisticados e incluso con gases y químicos a una juventud desarmada y a una fuerza cívica manifestante.

Ante este espanto, es inconcebible que figuras como el exmandatario guatemalteco, a cuatro meses de esta atrocidad gubernamental, venga a decir que tanto dichos acuerdos de paz como la voluntad del diálogo heredada en los mismos y su labor en el SICA están firmes “y más vigentes que nunca” ante esta situación.

La primavera nicaragüense, una vez superada esta injusticia, que definitivamente pasa por la salida de Ortega del poder y una refundación del Estado, dejará varias lecturas para el propio pueblo, hoy ensangrentado, y para Centroamérica sobre el quehacer de la política y la decente ética que debe reinar si de verdad se pretende desmontar las desnudas fauces del Estado fallido regional, con tanta corrupción, caudillismo, violaciones reiteradas al orden institucional y flojeras institucionales como el propio sistema de integración, elefantón burocrático y poco útil al pueblo regional, por lo que urgen nuevas iniciativas políticas y sociales que generen nuevos liderazgos al frente de este caos, no debiendo seguir contando con el atavismo político de antaño, que es el mismo de la década de los 80.

Aunque tengo mis dudas sobre una mediación del SICA por medio de Vinicio, muchos creen que sería a través de él que Ortega, dada la amistad de ambos, podría acceder a ciertos reclamos de la oposición, lo que estaría por verse, como también un grado más sincero y alto de sensibilidad humana ante esta barbarie sandinista.

* Poeta y político nicaragüense. Secretario general del Partido Anticorrupción Centroamericano (Paca)

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