EDITORIAL

Vulnerables a los elementos

Mientras en Guatemala se habla de una extrema y prolongada canícula y muchos otros comentan sobre las elevadas temperaturas, en otros lados del mundo el azote del calentamiento climático también causa estragos, como reflejan en los últimos días las crudas imágenes de los devastadores incendios ocurridos en Grecia, donde se cuentan al menos 87 muertos.

Cada vez es más dramático el impacto del calentamiento global. Aunque algunos se nieguen a reconocerlo, se acumulan las evidencias de un generalizado aumento de la temperatura en el mundo, como se reportó esta semana desde Estocolmo, donde una medición que se inició en 1756 reportó que este ha sido el mes más caluroso de la historia de la humanidad y el dato se ratifica con lo que ocurre en otras latitudes.

Solo en Guatemala se estima que la falta de lluvias castigará de manera inclemente a unas 43 mil familias en el oriente del país, un drama que se repite en forma incesante y ratifica los altos niveles de vulnerabilidad para millones de guatemaltecos, quienes además encuentran poco consuelo en las autoridades gubernamentales, cuya indolencia es proverbial.

Se estima que solo en tres municipios de Chiquimula el 90 por ciento de los pobladores han perdido sus cosechas por la falta de lluvia y ninguna entidad gubernamental se ha acercado a ellos, además de que el pronóstico climático tampoco permite albergar esperanzas.

Para mayor desconsuelo, se dice que esas condiciones de altas temperaturas y falta de lluvia serán cada vez más recurrentes, como sucede con la ola de calor que recorre el hemisferio norte, donde en varias ciudades se registran incendios terribles que alteran más el entorno y amenazan las fuentes de agua.

Lo que hasta hace pocos años era un fenómeno que afectaba a algunas ciudades, ahora se ha convertido en una amenaza global. En urbes de países desarrollados se reportan cifras inconcebibles de muertos por las altas temperaturas, como en Japón o Suecia, donde se acaba de lanzar una alerta al resto de países europeos para combatir los incendios.

Los científicos todavía no se ponen de acuerdo sobre las causas reales del desorden climático, pero no se necesita mucha ciencia como para intuir que una conducta humana irresponsable, unida al consumo excesivo de materiales productores de gases y el creciente basurero en que se está convirtiendo el mundo dificultan que la naturaleza pueda responder de manera adecuada a esa avalancha, como el hecho de que se puede afirmar que el planeta está hoy un grado más caliente que hace cien años.

Una de las mayores amenazas para la humanidad es que la mezcla del aumento en la temperatura y una reducción en la precipitación pluvial ponen en riesgo a millones de personas, como se ve en las precarias condiciones de vida en el corredor seco de Guatemala, donde la esencia de la vida descansa en los cultivos, que se vuelven mucho más vulnerables en un país donde también es más deficiente la respuesta de los organismos oficiales.

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