Pacem in terris
Sin embargo, todas las manifestaciones de poder se basan en la mentira, cual pilar maestro del cual se desprenden las grandes líneas estratégicas que definen el futuro de la Humanidad.
El pequeño ámbito en el cual se desarrolla el mundo personal, el entorno familiar y social donde se alimenta y define la individualidad, está cada vez más alejado del concepto de comunidad humana, de pertenencia a un conglomerado social identificable por sus valores, su idiosincracia y su cultura. Así es como los roles se confunden hasta perderse en una idea vaga de la misión para la cual fuimos supuestamente concebidos y depositados en un punto específico del mapa, en una época determinada.
Es así como el deseo de un mejor futuro —limitado en este caso al año que viene— se reduce a tener una mejor posición económica y social, salud y seguridad —por lo general en ese orden— lo cual refleja de cierto modo la escala valórica que se nos ha impuesto desde los sistemas imperantes en el hemisferio en donde nos tocó nacer. Este materialismo a ultranza nos ha separado de nuestro prójimo y nos ha blindado contra la sensibilidad ante el dolor ajeno pero, más grave aún, ha debilitado hasta la extinción nuestra capacidad de reacción ante la amenaza.
Las sociedades así diseñadas —a fuerza de mercadeo, propaganda, consumismo desenfrenado y egoísmo como estilo de vida— son fácilmente permeadas por la mentira y, de ese modo, llevadas a creer en un mundo ficticio en el cual el ser humano se desarrolla al ritmo de su avance tecnológico. Sin embargo, la verdad es que el ser humano ha sido superado largamente por sus herramientas técnicas, estancado en una etapa primitiva en donde priman la violencia económica y la superioridad bélica como los primeros argumentos en la búsqueda de la paz.
Quizás por eso son el hambre y las debilidades consuetudinarias del mundo en desarrollo. Porque la paz, tal y como la concibe el papa Francisco —una proveniente de la caridad cristiana y una vida de rectitud en todas sus formas— no es posible en un mundo como el que nos rodea, en donde el poder absoluto de los intereses corporativos ha sobrepasado a los gobiernos del orbe, decidiendo así el destino de los pueblos y apoderándose de la integridad de sus territorios.
Un año termina y otro se inicia en esta cadena interminable. Y vendrán otros compromisos, otras elecciones, otras oportunidades desperdiciadas para convertir a nuestro pedazo de planeta en el lugar habitable, humano y lleno de paz que todos anhelamos.
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