Santa armado

Ileana Alamilla

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 Porque allí encontramos no solo los asaltos a los buses o los secuestros para extorsionar que cotidianamente nos afligen en Guatemala, que se quedan cortos ante las angustias y el terror en que viven miles de personas en diversos puntos de la Tierra, donde campea la guerra, justificada por discursos contradictorios y valores pervertidos, que matan en nombre de una causa supuestamente justa y en beneficio de quienes venden las armas con las que pelean los guerreros y en provecho de los intereses de ciertas potencias que disfrazan sus pretensiones imperiales con discursos pacifistas que sirven para justificar las guerras.

Mañana viene Santa, ese personaje rojiblanco proveniente de una nieve que no conocemos, de un Polo Norte que es lejano y extraño a nuestras vidas, con su ¡Jo, Jo, Jo…! tan artificialmente incorporado a nuestra expresión usual de risa y felicidad, que es mucho más recatada. Está por llegar ese señor que amenaza con terminar los nacimientos, con sus pastores, sus ovejas, sus ríos, para sustituirlos por “árboles de Navidad”, prolijamente iluminados, importados de China o de cualquier otro de esos países que producen lo que sea.

Pero sucede que Santa ha estado en la publicidad mediática desde hace algunas semanas, tratando de llevarse prematuramente nuestros aguinaldos, sin importarle que nos quedemos endeudados y esperando un empinado enero que tardará tanto en finalizar y proporcionarnos el urgido primer salario del nuevo año, a esas alturas completamente “empeñado”. Sin embargo, hay que reconocer que eso es lo usual, y que ya no tendría por qué sorprendernos, sino más bien, tendríamos que estar adaptados a eso, para disfrutar su efímera alegría consumista y rescatar algunos sentimientos positivos.

Pero es que a Santa se le pasó la mano. Salió en la publicidad prenavideña completamente armado, ¡hasta los dientes!, promocionando cuchillos, pistolas, arcos, flechas, ametralladoras, fusiles, municiones de distintos calibres, miras telescópicas, ropa de combate, apelando a un sentimiento lúdico, bastante patológico, que denomina “la juguetería de los hombres”. Menos mal que no anunció la venta de posibles “blancos” para ensayar la puntería y la destreza bélica.

La libertad de expresión no puede censurarse, y quienes llevaron a Santa hasta esos límites solo pueden ser juzgados por sus conciencias, si es que no la tienen blindada con billetes. Pero esa libertad, así abusada, debería tener un contrapeso en una opinión pública que castigara la temeridad de convertir lo letal en lúdico.

A nosotros, quienes aspiramos a construir la paz, no nos queda más que rechazar esos excesos y refugiarnos en el nacimiento, en la natividad que da vida, no muerte. Santa, con todo y su culpabilidad consumista, no merece haber sido utilizado de esa manera.

Ojalá nadie sea víctima de una bala perdida que en una Noche de Paz sea lanzada por alguien que haya comprado alguno de esos juguetes de la muerte que publicitó ese Santa deformado. Es más, desearíamos que los niños mañana no recibieran pistolas ni nada que los convierta, en el futuro, en presas de esos mercaderes que armaron al bonachón Santa.

Que la paz esté con todos, aun con ellos.

iliaalamilla@gmail.com

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