LA BUENA NOTICIA

Semana Santa

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Hoy comienza la Semana Santa. En realidad comienzan muchas semanas santas. En su origen se trata de una celebración religiosa cristiana. Pero en la actualidad, como se profesan diversas versiones de cristianismo y las personas pueden o no ser religiosas en diverso grado e intensidad, este tiempo tiene, según de quién se trate, diferentes significados y propósitos. Expreso el significado que esta semana tiene para la fe de la Iglesia católica y, en consecuencia, también para mí.

Estos días son para rememorar y celebrar los acontecimientos en los que se fraguó la salvación de la humanidad, a saber, la pasión, muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Son acontecimientos que revelaron el sentido de la historia humana y le permiten a cada creyente comprender el sentido de su vida personal a la luz de la dinámica que ellos desencadenaron. Jesús venció la muerte; se mostró vivo y está vivo después de haber completado su existencia histórica en este mundo y de haber muerto en la cruz. Y eso que ocurrió con Jesús, lo puede compartir toda otra persona que ponga su fe en él. Si el gran enigma de la existencia humana es la muerte y el mal, la resurrección de Jesús es la respuesta divina al enigma. No solo eso. Jesús resucitado volverá al final de los tiempos para dar plenitud y término a la dinámica de vida iniciada con su resurrección. La historia humana no es un río que corre sin rumbo por la planicie del tiempo, sino que está dotada de una dinámica interna que la orienta como por un cauce a la plenitud de Dios. El foco de la celebración de estos días es la conmemoración de la resurrección de Jesús.

Las expresiones de la religiosidad popular católica ponen el énfasis en la muerte y la sepultura de Jesús y las procesiones del Viernes Santo son la cumbre visible y cultural de la Semana Mayor. Sin duda, la muerte de Jesús en la cruz es el acto que manifestó la magnitud del amor de Dios por nosotros. El honor tributado a Jesús sepultado es clamor de esperanza de que resucitaremos con él. Pero la cumbre de la Semana Mayor no son las procesiones del Viernes Santo, sino la Vigilia Pascual de la noche del sábado, cuando la liturgia canta jubilosa la resurrección de Jesús. Esas magníficas expresiones de la religiosidad popular del Viernes Santo se deben complementar con las modestas procesiones y caravanas que algunos realizan el Domingo de Pascua. Uniendo las dos, la fe de la Iglesia logra expresarse adecuadamente en las manifestaciones públicas.

Ahora bien, si todas estas celebraciones fueran solo memoria de acontecimientos extraordinarios que sucedieron a un ser humano hace veinte siglos, no habría motivo de tanto gozo y alegría de parte nuestra. Pero si aquellos acontecimientos también implican al que quiera dejarse transformar por ellos, entonces se comprende el motivo de tanto júbilo. No solo Cristo resucitó, también los creyentes con él. Ahora en la resurrección espiritual que transforma a las personas; al final en la resurrección corporal cuando se dé la plenitud esperada. Es historia que llena el corazón de alegría.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.