A la sombra de un sombrerazo militar
No sé de dónde provienen los datos relacionados con nuestro país, pero podrían ser menos o más, y en tanto nadie pruebe lo contrario, pues esos datos así quedan.
En Ecuador —esto va de mi parte— se dio un caso curioso e inimitable. El fogoso orador político José María Velasco Ibarra, apodado el Loco por sus rivales políticos, fue electo presidente, en elecciones populares y limpias, cinco veces (entre 1934 y 1970), y solo completó un período. Fue derrocado cuatro veces por los militares ecuatorianos. Muy seguro de su oratoria y del valor de la palabra hablada, solía decir, según le atribuyen algunos comentaristas:
—”Para ganar la Presidencia no necesito de un partido político. Me basta un balcón”.
Cito el caso de Velasco Ibarra bajo la perspectiva de la facilidad con que los militares suelen sacudirse a un presidente que no les gusta. Hay diálogos en el libro del exministro de la Defensa general García Samayoa que dan una idea de eso.
—”Recibí una llamada del presidente —dice— molesto, por supuesto, indagándome sobre el particular, pero también insistí en lo mismo y finalmente me indicó: ‘Arreglen eso y me informa’ y, como era su costumbre, me remarcó seriamente: —¡Yo soy el comandante general del Ejército!
Este recordatorio —recuerda el general García Samayoa— era común cuando se le sugería “no hacer tal acción porque se violaba alguna norma legal o procedimental. Por lo tanto, cuando me recordaba eso, yo me veía obligado a contestarle respetuosamente:”
—”Yo soy el ministro de la Defensa, señor presidente”.
Después del golpe madrugador, transcurrieron horas de mucha tensión, y así llegó la noche. La comunidad internacional principió a removerse molesta y a protestar. Llamó por teléfono el presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, y le dijo a Serrano:
—Jorge, ¿pensaste bien eso? ¿Estás tranquilo con tu conciencia?
El general no dice qué respondió Serrano. A las 21.00 horas comenzó otra reunión de militares, esta vez, en la residencia oficial del ministro de la Defensa. Estaba presente el viceministro, general José Luis Quilo Ayuso. Hablaron sobre la situación creada por el jefe del Ejecutivo y coincidieron, dice, en que lo hecho por Serrano “había sido un lamentable desacierto”.
Luego —añade—, el general Quilo me dijo:
—”Mi general, cuente con todo mi apoyo, si es que hay que relevar al presidente Serrano, lo hacemos y ponemos al vicepresidente Espina Salguero”.
—”Estoy parcialmente de acuerdo contigo —le respondió—, pero hay que buscar el mecanismo legal para hacerlo, la Constitución lo contempla; sin embargo, la ha suspendido el propio Serrano. Además, el jefe del Estado Mayor ya me lo había insinuado y le dije que ni pensarlo era bueno.
También me lo había insinuado el general Enríquez, íntimo amigo de Serrano, y le contesté que no fuera impertinente”.
(*) Artículo publicado en el sitio VoltaireNet.org