EDITORIAL
Una herencia que marca el nuevo año
El 2015 será recordado como uno de los años más emblemáticos de la historia nacional. Primero, porque fue el del destape de la corrupción, en su más cruda faceta, cometida por los principales encargados de velar por que eso no ocurriera, pero también por el uso irresponsable de los recursos públicos, que se ratificó una vez más, pues cuantas veces fue posible se buscó la manera de jugarle la vuelta al sistema, para la apropiación indebida.
Pero también fue uno de los años más crudos para el cumplimiento de las metas tributarias, que cada vez se hacían más lejanas, lo que desencadenó una serie de reacciones indeseables que laceraron el sistema de salud, la seguridad y buena parte del funcionamiento del aparato público. Por eso se percibió como muy grave el latrocinio en el que incurrieron muchos funcionarios, porque en un país con tantas carencias se debilitaba cualquier posibilidad de funcionamiento del Estado, limitando así su proyección.
Una baja recaudación, unida al pillaje en las arcas nacionales, ha dejado una honda huella en el país y sus consecuencias no terminarán de afectarnos en un largo período, y ya han minado la capacidad del Estado para funcionar medianamente bien. Solo con el fracaso de la recaudación, que fue donde primero se puso al descubierto la rampante corrupción, se abre una enorme brecha que no podrá superarse fácilmente y marcará incluso el destino de muchas generaciones, pues todo se corrige con mayor endeudamiento.
Esa pesada carga causará que no sea tan fácil el inicio del 2016, principalmente para quienes en pocos días asumirán la tarea de dirigir los destinos del país, porque sin recursos difícilmente se podrá implementar algún plan de gobierno un tanto viable. Solo en el sistema de Salud la crisis volverá a resurgir en pocas semanas, para recordarnos a todos que esta es muy profunda y que se necesitará algo más que dinero para salir airosos de uno de los peores escenarios que nos heredó el régimen patriotista.
Tampoco se debe soslayar el combate de la corrupción, que ha sido en buena medida la causa de muchos de los males nacionales, y por ello es que el Gobierno que está por empezar tiene la responsabilidad de asumir con entereza ese compromiso. No hacerlo solo acelerará al resurgir de la protesta ciudadana que durante el 2015 dio suficientes muestras de no tolerar más los abusos de políticos que parecen continuar empeñados en llegar al poder únicamente para hacer de las suyas con el aporte de los contribuyentes.
Las penurias de la población tampoco deben ignorarse, y una de ellas es el alto costo de la canasta básica, que incluso llegó a superar a la inseguridad como tema principal de preocupación para los guatemaltecos. Asimismo, buena parte del éxito de cualquier emprendimiento gubernamental debe atender primordialmente a ponerle fin a la ola de violencia, que no ha dado tregua y por más que las autoridades insisten en manipular los datos de homicidios que se registran en el país, en el territorio nacional continúan muriendo diariamente de manera violenta más de 15 personas, una cifra que es intolerable.