Revista D

Pagan con arte

El canje de obras ha sido un recurso utilizado por algunos artistas.

Nelson García de la Pupusería San Miguelito (Foto Prensa Libre Erick Ávila)

Nelson García de la Pupusería San Miguelito (Foto Prensa Libre Erick Ávila)

Ciertos bares y restaurantes del Centro Histórico, que se caracterizan por ser puntos de convergencia de artistas nacionales, engalanan sus paredes con obras de reconocidos maestros de la plástica, quienes con una pieza de su inspiración cancelaron una cuenta al final de una noche bohemia.

Obras de Leonel del Cid, Arnoldo Ramírez Amaya, Alejandro Urrutia y Zipacná de León se pueden apreciar en negocios como la pupusería San Miguelito, de Ramírez Amaya en los restaurantes La Mezquita y Fu Lu Sho, y de otros autores en el bar Las Cien Puertas, todos en la zona 1.

Esta forma de saldar cuentas no es exclusiva de los virtuosos locales. Una conocida anécdota del gran Pablo Picasso refiere que luego de una opípara vianda, cuando pasaron la cuenta en un bar, posiblemente ubicado en el barrio Montparnasse, en París, sus amigos lo voltearon a ver. En ese momento, el maestro apartó todo lo que tenía sobre la mesa e hizo un dibujo en una servilleta. La propietaria aceptó el trato y le preguntó ¿por qué no lo firma?, a lo que él respondió: “Estoy pagando la cuenta, no comprando el restaurante”.

Gesto de amistad

La pupusería San Miguelito es un pequeño negocio que funciona desde hace 63 años en la Avenida Centroamérica y 19 calle, zona 1. Nelson García, su propietario, fue integrante del Ballet Moderno en la década de 1970 y tras su retiro, este local se convirtió en punto de reunión de bailarines, artistas de teatro y pintores.

En sus dos salas principales cuelgan un par de óleos grandes de Leonel del Cid, y en otra sala, un tanto reservada, guarda una colección con pinturas de Urrutia, De León y del mismo Del Cid. “Las conservo aquí porque me traen buenos recuerdos”, cuenta.

García relata que durante algún tiempo exhibió varios dibujos de Guillermo Grajeda Mena, pero por temor a que se perdieran los retiró y guardó en su casa.

Una de sus obras favoritas es una misteriosa tinta de Del Cid, donde se observan rostros escondidos entre los árboles. Refiere que el artista, al igual que los mencionados, le obsequió varios cuadros como gesto de amistad y agradecimiento por sus invitaciones, además de que muchas veces pidió que lo llevaran a su casa.

Promoción

Sobre la Sexta Avenida “A” y 15 calle de la zona 1 está el restaurante español La Mezquita, con más de 60 años de historia. Su propietario, Nolo Domínguez, cuenta que por años ha sido punto de reunión de escritores, músicos y artistas.

Cerca de la cocina se encuentran dos tintas de Ramírez Amaya, el Tecolote. “Pocos artistas optan por canjear su obra a cambio de consumo”, comenta Domínguez. Ellos son el Tecolote y Alejandro Urrutia, quien ya falleció.

En sus mesas han departido personajes como el escritor Mario Monteforte Toledo y los artistas Efraín Recinos, Rodolfo Abularach, Manolo Gallardo, José Toledo, Luis Díaz, Rudy Cotton, Marco Augusto Quiroa y otros nombres que escapan de su memoria.

Domínguez resguarda la mayoría de obras de arte en su casa. ¿Que si es un negocio rentable? No lo sabe. Solo vendió un cuadro en una ocasión. No se considera un conocedor del arte y por tanto cuenta que la mayoría de obras las tiene empaquetadas. Sin embargo es consciente de que esa apertura le generó el acompañamiento de otras personas que se acercaron a conocer el local. Reconoce, entonces, que al final de cuentas es una promoción.

Una obra al año


En el emblemático Fu Lu Sho, sobre la Sexta Avenida, entre 12 y 13 calles de la zona 1; pueden apreciarse varios dibujos del Tecolote. El artista refiere que esto es producto de una larga amistad con su fallecido propietario y actualmente con la dueña, Marielos de Chang, pues durante años se han apoyado mutuamente, lo que al final le ha permitido tener carta abierta en el consumo.

“Pago con una obra al año por comer todos los días”, afirma el artista, donde suele ir a cenar y quizás acumulan ya unos 40 dibujos.

Sin embargo los ha apoyado con asesorarlos en la remodelación del inmueble, la carta y recientemente en la expansión de este negocio en otros puntos del país.

El canje no se limita al consumo. Ramírez Amaya afirma que de esta forma ha cerrado excelentes negocios como la compra de terrenos y vehículos.

“Nunca doy obra por deudas. Tampoco se trata de regalarla porque eso sería denigrante y faltaría el respeto a mi profesión”, sostiene el maestro de la plástica.

Fiada y robada

En una cantina olvidada por el Cerro del Carmen estuvo colgada durante muchos años, arriba de una refrigeradora, con visibles marcas de hollín por el descuido y el tiempo, un óleo del maestro Juan Antonio Franco.

“Fue dejada como prenda por don Tonito a cambio de una botella de licor que se le dio fiada”, contó la propietaria del local quien siempre se negó a venderla “pues no tardaría en llegar a pagarle”, recuerda el artista Ricardo Martínez, quien pudo apreciarla cuando el artista tendría más de diez años de fallecido. Con nostalgia se enteró que poco después se habían robado la obra.

Antros de artistas

El Bar Las Cien Puertas, en el Pasaje Aycinena, 9a. calle, fue fundado en 1996. En su interior luce toda clase de pintas y recuerdos de artistas que lo frecuentaron, como la poetisa Isabel de los Ángeles Ruano.

Manuel Martínez, administrador, narra la anécdota del rockero Giovanni Pinzón quien en una ocasión llegó a pedir algo de comer. Ofreció a cambio llevar clientes. Poco después, Pinzón se encargó de decorar tres mesas del local que a la fecha se conservan.

Algunos puntos vigentes son Bar La Verapaz, 15 calle zona 1; el Portalito en el Portal del Comercio; el Tustepito en la 6ta. calle y 3a. avenida.

Entre los ya desaparecidos: cantina San Gaspar, cerca del Teatro Nacional. Restaurante Las Vegas entre 6ª y 7ª sobre la 12 calle, El Quijote situado en la 11 calle entre 5ª y 6ª avenidas; y el Bar Nadie pasa sin saludar al Rey, en la 17 calle entre 7ª y 6ª A, todos de la zona 1, refiere Ricardo Martínez.

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