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EE. UU. versus China: La tiranía de los pequeños detalles

Está bien querer trazar una ruta más firme en las relaciones entre China y Estados Unidos, pero también sería sensato tener cautela con la tiranía de los pequeños detalles.

En la actualidad, Estados Unidos y China no están al borde de un conflicto armado, pero los pequeños detalles se están acumulando de manera rápida. (Foto Prensa Libre: AFP)

En la actualidad, Estados Unidos y China no están al borde de un conflicto armado, pero los pequeños detalles se están acumulando de manera rápida. (Foto Prensa Libre: AFP)

En un libro de ensayos llamado “The Next Great War?: The Roots of World War I and the Risk of U.S.-China Conflict” (¿La próxima guerra mundial?: Las raíces de la Primera Guerra Mundial y el peligro del conflicto entre Estados Unidos y China), que fue publicado por el Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard en 2014, se analizan las relaciones entre China y Estados Unidos vistas a través del lente de la Primera Guerra Mundial y Richard Rosecrance advierte sobre “la tiranía de los pequeños detalles”, los puntos de fricción y malentendidos entre potencias rivales que, sin dirigentes que se encarguen de ellos, pueden desencadenar un conflicto.

En la actualidad, Estados Unidos y China no están al borde de un conflicto armado, pero los pequeños detalles se están acumulando de manera rápida. La actual desconfianza entre ambos países es mayor que en cualquier otro momento desde que el presidente Richard Nixon visitó China hace casi 50 años.

Elecciones: Un peligroso error de cálculo

Conforme se aproximan las elecciones presidenciales, aumentan las posibilidades de que surja un peligroso error de cálculo.

El 27 de julio, Pekín ordenó cerrar el consulado de Estados Unidos en Chengdu como represalia por la orden del gobierno de Trump, sucedida una semana antes, de cerrar el consulado de China en Houston, la cual fue la primera medida de ese tipo desde la normalización de las relaciones en 1979.

Esto concluyó un mes en el que Estados Unidos sancionó a un miembro activo del buró político de China, también por primera vez, debido al confinamiento de los uigures en Sinkiang; declaró ilegales las pretensiones de expansión del gobierno comunista en el mar de la China Meridional; dejó de reconocer a Hong Kong como una parte distinta de la China continental, y declaró victoriosa su campaña contra Huawei cuando el Reino Unido anunció que dejaría fuera de sus redes 5G a este gigante de los equipos de telecomunicaciones.

Cronología de un compromiso ciego

Para los belicistas que rodean al presidente Donald Trump, esto era necesario desde hace mucho tiempo. En una serie de cuatro discursos que evocaron la Guerra Fría, plantearon sus argumentos para romper el “compromiso ciego” con China y tener una relación más confrontativa.

  • El 26 de junio, el asesor de Seguridad Nacional, Robert O’Brien, señaló que el presidente Xi Jinping “se considera el sucesor de Iósif Stalin”.
  • El 7 de julio, Christopher Wray, director del FBI, afirmó que China quería convertirse en “la única superpotencia del mundo a como diera lugar” y alertó sobre sus considerables intentos de espiar a los estadounidenses, influir en ellos y ganárselos.
  • El 17 de julio, el fiscal general, William Barr, acusó a los estudios de Hollywood y a los gigantes de la tecnología estadounidenses de haberse convertido en “marionetas de la influencia China”.
  • El 23 de julio, el secretario de Estado, Mike Pompeo, declaró que Xi está inmerso en una batalla que empezó hace décadas para lograr la supremacía a nivel global, y que Estados Unidos y otras democracias deben defenderse.

Sería bien recibida una nueva estrategia realista para enfrentar a China. Las atrocidades en Sinkiang y la demolición del Estado de derecho en Hong Kong exigen una respuesta más firme de la que el mundo ha dado hasta ahora. Es alarmante la ambición territorial de China en los mares que la rodean. Su influencia económica sobre sus socios y empresas comerciales la distingue como rival de su predecesor comunista: la Unión Soviética. Los belicistas de Trump han conseguido algo al señalar la amplia y compleja amenaza que plantea la China de Xi.

Sin embargo, esos discursos están más relacionados con una actitud, no con una estrategia. Exponen un argumento convincente para castigar a China, pero no un marco para determinar cómo y cuándo hacerlo. Hablan sobre trabajar con los aliados en términos vagos y aspiracionales. No aportan gran cosa con respecto a intereses geopolíticos más amplios, como el cambio climático, más allá de decir que no se puede confiar en que China respete sus compromisos.

¿Una dinámica explosiva?

Otro presidente podría formular una visión clara sobre cómo enfrentar a China bajo esas condiciones. Pero estos belicistas tienen a Trump. Su menosprecio por los aliados demócratas y la causa de los derechos humanos, así como sus similitudes con Xi, hacen que sea particularmente inadecuado para liderar una contienda con China sobre valores globales. Trump recrimina a China por el comercio y el COVID-19, pero no se basa en principios. Su atención está centrada en lo que lo pueda ayudar a reelegirse.

Esto dará lugar a una dinámica explosiva en los meses por venir. Conforme se aproximen las elecciones, podrían convencer a Trump de tomar medidas más drásticas, como sanciones económicas a los bancos chinos en Hong Kong o un despliegue militar en apoyo a Taiwán. Cualquier tropiezo o malentendido podría resultar peligroso.

c.2020 Economist Newspaper Ltd, Londres 31 de julio, 2020. Todos los derechos reservados.