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El cambio de papel moneda a dinero virtual empoderará a los bancos centrales

La emisión de monedas digitales oficiales podría abrirles el paso a las tasas de interés negativas.

La Reserva Federal estadounidense está consciente de la capacidad disruptiva del dinero electrónico desde hace mucho tiempo.  “Se trata de un servicio que esperamos se utilice cada vez más conforme la población se percate de cuán fácil y económico resulta usarlo”, declaró su oficina de Nueva York en un informe. Era 1917; en ese entonces, la Reserva Federal comenzó a permitir que los bancos transfirieran fondos por telegrama sin cargo de intereses.

Más de un siglo después, los bancos centrales exploran opciones para lidiar con otra revolución tecnológica: el surgimiento de los pagos móviles y la tendencia hacia un menor uso del efectivo.

Justo como sucedió a principios del siglo XX, cuando los bancos centrales crearon redes de comunicación telegráfica, ahora comienzan a hacerse a la idea de que deben diseñar sus propias redes de pagos digitales si quieren seguir controlando sus sistemas monetarios.

Una idea que va ganando adeptos es la moneda digital emitida por el banco central, llamada CBDC por su sigla en inglés, que solo sería un conjunto de electrones dentro de un chip informático, pues no existirían monedas ni billetes.

Aproximadamente el 80 por ciento de los bancos centrales trabajan en el desarrollo de alguna especie de CBDC, ya sea que se encuentre en etapa de investigación o de prueba, según un estudio. Aunque esta tendencia todavía se encuentra en etapas tempranas, podría conducir a nuevas posibilidades prometedoras para la política monetaria.

Aunque la mayoría de los gobernadores de bancos centrales en un principio se mostraron escépticos ante la idea de las CBDC, desde hace algunos meses sus posturas comenzaron a ser más positivas, según un análisis de su discurso realizado por el Banco de Pagos Internacionales, o BPI, un grupo de bancos centrales.

En parte, este cambio se debe a que ahora están más familiarizados con el concepto. China ya comenzó a utilizar el yuan digital en una prueba limitada y Suecia está a punto de llegar a esa etapa con su moneda digital, llamada e-krona. La pandemia del coronavirus ha enfatizado cuán urgente es este cambio, ahora que más personas compran en línea o pagan con teléfonos o tarjetas sin contacto en vez de emplear efectivo.

Lo más probable es que la principal motivación para emitir una CBDC sea defensiva. La desaparición gradual del efectivo conlleva dos riesgos básicos.

  • En primer lugar, los sistemas de pago en línea no solo pueden fallar, sino que son susceptibles a apagones o ataques informáticos. A fin de salvaguardar la integridad de sus monedas, los bancos centrales esperan ofrecer alternativas digitales con un buen plan de respaldo.
  • El segundo riesgo es que los sistemas del sector privado han sido muy exitosos y cada vez más personas adoptan las plataformas de pago ofrecidas por empresas tecnológicas de renombre como Facebook o Tencent. Muchos bancos centrales comenzaron a tomar más en serio este riesgo cuando Facebook anunció sus planes de lanzar una moneda digital en 2019.

Como ha dicho Hyun Song Shin, director de investigación en el BPI, un cambio a este tipo de monedas sería como cambiar la economía de un mercado ubicado en la plaza central de un pueblo, donde todos los comerciantes aceptan efectivo sin problemas, a un ambiente de competencia entre tiendas departamentales de servicios múltiples. Una vez que logren suficiente popularidad, esas tiendas departamentales podrían impedirte comprar en otra parte e incluso cobrar cuotas adicionales. Los reguladores podrían imponerles a las plataformas privadas de pagos el requisito de interconectarse, pero una CBDC bien diseñada que cree un puente digital entre distintos sistemas ayudaría a garantizar que esto ocurra.

Lo que más preocupa a los bancos centrales europeos son los posibles efectos de una moneda administrada por el sector privado en la competencia y el interés de los consumidores. Al parecer, la Reserva Federal no ha analizado mucho la idea, en parte porque los estadounidenses prefieren el efectivo.

Las CBDC también les darían más control a los bancos centrales. Podrían facilitar el rastreo de las transacciones, lo que quizá las haría más atractivas para las autoridades chinas. En Occidente, donde algunos estudios demuestran que al público le preocupa más la privacidad, es posible que las CBDC necesiten garantizar el anonimato, pero sin eludir las verificaciones para combatir el lavado de dinero.

El tema realmente interesante desde el punto de vista teórico es el de las repercusiones para la política monetaria, en especial si las nuevas monedas son CBDC “para el sector minorista” y se ponen a disposición del público (una opción menos emocionante sería emitir CBDC mayoristas para uso exclusivo de la banca comercial, un sistema muy parecido al que les permite obtener fondos del banco central, pero apoyado en una tecnología más moderna).

Las CBDC también podrían facilitar la implementación de tasas de interés negativas. A diferencia del efectivo tradicional, es posible programar el dinero fiduciario digital.

Por ahora, las tasas no pueden avanzar mucho en territorio negativo porque los ahorradores siempre pueden exigir efectivo y, por definición, la tasa aplicable a este es cero. Sin embargo, si se programa el efectivo digital de tal forma que tenga una tasa de interés negativa, la gente tendría menos necesidad de ese recurso y los bancos centrales, más flexibilidad.

También es posible que a los bancos centrales los tiente la posibilidad de realizar intervenciones dirigidas, algo que causa horror entre quienes ya se preocupan por la influencia de los funcionarios monetarios que no son designados por elección popular. En vez de otorgar préstamos a los bancos comerciales, los bancos centrales podrían recargar cuentas individuales de dinero.

En épocas de recesión, podrían transferirles fondos a quienes tuvieran saldos bajos. Tras un desastre natural, podrían enviar apoyo a las áreas afectadas. Además, podrían ofrecer devoluciones dependiendo de cómo y dónde se gaste el dinero.

No obstante, estos poderes recién descubiertos también tendrían desventajas. Para que una CBDC promueva las tasas negativas, lo más probable es que los países tengan que eliminar primero el efectivo, o los ciudadanos todavía tendrían la opción de pedir dinero físico y no virtual. Otro problema es que, si la CBDC tuviera una tasa de interés negativa de valor absoluto muy elevado, quizá las personas perderían confianza en ella. Los ahorradores podrían solicitar otra moneda o un activo distinto, como el oro.

En cuanto a las intervenciones dirigidas, se corre el peligro de programar demasiadas características especiales en las monedas digitales. En ese caso, serían más parecidas a acciones con objetivos específicos, lo que socavaría su cualidad de canjeables, una característica que el dinero ha tenido desde que las conchas de cauri se usaban como moneda.

Encima, los bancos centrales tendrían que estar pendientes de cualquier nueva vulnerabilidad. En caso de pánico, los ahorradores podrían transferir sus depósitos bancarios a sus cuentas de CBDC, lo que aumentaría la presión sobre el sistema financiero. Incluso si no se presentara el pánico, una demanda considerable de CBDC podría menguar los depósitos básicos de los bancos y hacerlos más dependientes de financiamiento mayorista, que en general es más costoso y menos estable.

Algunos economistas sostienen que imponer límites a los retiros y la emisión podría ayudar a evitar algunos de estos efectos.

En cualquier caso, las posibles ramificaciones en la política todavía son solo hipotéticas. Una inquietud más práctica es si los bancos centrales serán capaces de construir CBDC resistentes y fáciles de usar.

En meses recientes hemos visto varios ejemplos de experimentos fallidos en la tecnología pública, desde los sitios web para solicitar prestaciones por desempleo que se vieron superados por la demanda en Estados Unidos hasta una aplicación para el rastreo de casos de coronavirus que el Reino Unido se vio obligado a desechar. Lo cierto es que ningún gobierno quisiera atestiguar el fracaso de su moneda, aunque solo sea virtualmente.