Economía

|

Suscriptores

Lecciones de recuperación económica desde el mediano oeste de EE. UU.

Algo está pasando en algunas zonas posindustriales de EE. UU.: las ciudades con las canteras de trabajadores más talentosos tienden a ser ganadoras en el largo plazo, aún en medio de la pandemia.

Algunas zonas del Medio Oeste, especialmente los suburbios de Chicago, Minneapolis y Madison, Wisconsin, tienen un admirable historial de movilidad social. (Foto Prensa Libre: AFP)

Algunas zonas del Medio Oeste, especialmente los suburbios de Chicago, Minneapolis y Madison, Wisconsin, tienen un admirable historial de movilidad social. (Foto Prensa Libre: AFP)

La docena de estados que conforman el Medio Oeste de Estados Unidos tienen una población de 68 millones de personas, equivalente a la del Reino Unido. Comparten una economía de unos 4000 billones de dólares, similar al producto interno bruto de Alemania que es el cuarto más grande del mundo. Y los votantes indecisos de esa región tienen una gran influencia en la política.

Hace cuatro años, Donald Trump ganó la presidencia gracias a sus estrechas victorias en Míchigan, Pensilvania y Wisconsin. La campaña de este año también podría decidirse allí.

Al mismo tiempo, los problemas del Medio Oeste, después de décadas de declive industrial, también son enormes. Detroit, a pesar de sus recientes mejoras, lamentablemente sigue siendo un símbolo de lo difícil que es el proceso de recuperación de las ciudades. Su población se ha reducido a solo un tercio de su nivel máximo de 1,8 millones, alcanzado durante la década de 1950. ¿Qué puede hacer esa región para volver a prosperar y qué puede aprender el resto del mundo de su experiencia?

La actitud diferente ante el cierre de fábricas

El Medio Oeste, en conjunto, atrae a muy pocos migrantes, y muchas personas brillantes deciden irse. Hasta que eso se revierta, es probable que solo puedan prosperar algunas zonas urbanas, pero no todas las regiones. Una especie de triaje está en marcha. No se podrá salvar todo.

Personas e instituciones externas —tal vez el gobierno estatal o federal— tendrán que intentar facilitar que las personas vivan, trabajen y estudien en otros lugares con medidas como, por ejemplo, reducir los costos de vivienda para quienes se mudan o ayudarlos a pagar una mejor educación. Pero incluso Flint, Míchigan, que se ha hecho famosa por su declive económico y la contaminación del agua, todavía tiene algunos trabajos de manufactura y una universidad decente.

Sin embargo, muchos lugares justifican que se tenga una visión más optimista. En realidad, algunas ciudades pueden aprender a florecer de nuevo. Algunas zonas del Medio Oeste, especialmente los suburbios de Chicago, Minneapolis y Madison, Wisconsin, tienen un admirable historial de movilidad social.

Quienes nacen pobres allí tienen muchas más posibilidades de progresar hacia una vida de clase media que las personas en regiones con menor movilidad, como el sur. Eso tiene mucho que ver con las inversiones en educación. Las ciudades enfrentan mejor ciertas dificultades como el cierre de fábricas y otras alteraciones, como la crisis económica provocada por una pandemia, cuando albergan a personas con altos niveles educativos.

La población de Columbus, Ohio, presenta una de las tasas más rápidas de crecimiento en Estados Unidos. Indianápolis ha logrado que las pequeñas empresas prosperen, mientras se mantiene la buena salud de las finanzas públicas. Y aunque gran parte del Medio Oeste ha mostrado una gran lentitud para reducir la segregación racial —tan evidente en Minneapolis, donde un policía mató a George Floyd en mayo— las personas de ciudades como Cincinnati, que reformó la policía y promueve los negocios afroestadounidenses, demuestran que es posible progresar. Eso es esencial para reducir las divisiones raciales y mejorar la economía.

Cada lugar tiene su historia particular, pero el Medio Oeste ofrece grandes lecciones para las áreas posindustriales de otros lugares, bien sea en Europa o Asia. Una es que la recuperación tiende a crecer de adentro hacia afuera. Si el centro de una ciudad es un lugar atractivo para vivir, trabajar y jugar —con senderos para bicicletas, muchos parques, restaurantes y vida nocturna— eso atrae a los jóvenes recién graduados, a los recién jubilados y amuchas otras personas.

En general, la población de Chicago parece haberse estancado, pero su centro es un ejemplo de cómo puede expandirse: su población, de unas 110.000 personas, supera más de seis veces el número que tenía hace cuatro décadas. La gente se va a esas zonas porque ahora son más divertidas que antes y siguen siendo menos costosas que las conurbaciones costeras.

Aprovechar el capital social local

Las ciudades también logran buenos resultados cuando aprovechan sus propios recursos o el capital social local, en vez de esperar la ayuda federal o un gran inversor único que, con suficientes subsidios, será visto como un salvador. Luego del cierre de sus fábricas de acero, Pittsburgh se recuperó al implementar cambios en los gastos de la policía, comprando los terrenos de las empresas que se declararon en bancarrota y permitiendo que en esos lugares se instalaran varias compañías nuevas de alta tecnología. En Grand Rapids, Míchigan, un grupo de empresas, filántropos y funcionarios residenciados en esa ciudad lograron persuadir a los fabricantes locales para que se quedaran y luego atrajeron a nuevos empresarios de países como, por ejemplo, Alemania.

Otra lección es que los lugares más exitosos apuestan por las actividades vinculadas a la educación y los centros médicos. Las ciudades con una universidad decente o un sistema hospitalario expansivo (a menudo, con ambas actividades) suelen superar a las otras. El Medio Oeste tiene muchas ciudades con esas características.

A Pittsburgh le fue especialmente bien al cooperar con la Universidad Carnegie-Mellon para lograr la expansión de nuevas empresas de tecnología, inteligencia artificial y robótica. Ahora algunos la llaman Roboburgh. Chicago planea poner en práctica una ambiciosa estrategia que, de una manera similar, busca propiciar que las universidades y los empresarios tecnológicos trabajen juntos. Minneapolis y otras ciudades han tenido éxito con las grandes compañías de atención médica. Los beneficios son menores cuando las universidades se mantienen alejadas en sus torres de marfil, pero las más exitosas ahora se esfuerzan por interactuar con los residentes locales.

Esto es importante porque las ciudades con las canteras de trabajadores más talentosos tienden a ser ganadoras en el largo plazo. Rahm Emanuel, exalcalde de Chicago, se jacta de que su ciudad produce o atrae a 140.000 nuevos graduados cada año. Esa es una importante razón que explica por qué muchas compañías deciden ubicar sus sedes allí.

Columbus y sus florecientes empresas medianas también logran atraer a brillantes profesionales recién graduados, además están aprendiendo a implementar programas de capacitación vocacional que proveen habilidades especializadas para las personas que se dedican a los oficios no académicos. Eso hace que la ciudad sea atractiva para inversionistas de todo tipo. Invertir en su gente es, en última instancia, la mayor fortaleza del Medio Oeste, y también es una receta para otros lugares.

c.2020 Economist Newspaper Ltd, Londres 24 de julio, 2020. Todos los derechos reservados.