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La vida sigue su curso, incluso en cuarentena: cuatro historias de maternidad

Mujeres que se convirtieron en madres en medio de la pandemia y otras, que atendieron partos complicados por el contexto del covid-19, comparten sus historias.

La maternidad en tiempos del covid-19 trae desafíos para prevenir el contagio de la enfermedad. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

La maternidad en tiempos del covid-19 trae desafíos para prevenir el contagio de la enfermedad. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Luego de la espera durante el embarazo confluyen las diversas emociones que embargan a una mujer cuando se acerca la fecha en la que será madre. Esta ansiedad o temor puede aumentar en estos días de pandemia, por el riesgo de que ella o su bebé puedan contagiarse de covid-19. Sin embargo, la vida no se detiene y busca la manera de seguir su curso.

Estas son las experiencias de dos madres y dos servidoras de la salud en el país, compartidas en el marco del Día de la Madre, y publicadas en Prensa Libre el 10 de mayo de 2020.

“Nunca se deja de ser madre”

Michelle Dubón es ginecóloga y desde hace más de una década trabaja en hospitales públicos, después de haber tenido una clínica.

“Básicamente creo que lo que he visto diferente ahora, en medio de la pandemia, es que llegan a los hospitales las verdaderas emergencias, y que la gente se siente atemorizada y está cumpliendo con evitar salir si no es indispensable”.

“ Todas las gestantes llegan con sus mascarillas, la mayoría hechas por ellas mismas o un familiar”.
“Tengo que mencionar que me alegró mucho ver a los residentes comprender la importancia del uso de mascarillas, no solo por ellos sino también por la seguridad de las mujeres y bebés con quienes tienen contacto”.

Durante los últimos días de abril, Dubón tuvo una experiencia especial, la cual compartió:
“He visto cientos de vídeos, he asistido a incontables webinars, pertenezco a varios chats informativos para estar al día en el tema del covid-19, pero no es lo mismo verlo venir que tenerlo enfrente”.

“En el último turno que hice, que son largos, recibo la noticia: hay una consulta de una embarazada con sospecha de covid, a quien hay que evaluar. Por fuera, muy profesional, pero por dentro solo pensé en mi hija, a quien no quiero contagiar. Ya va a ser el día de la madre y su cumpleaños. En mi mente hice cuentas: si me enfermo, justo coincidirá con su cumpleaños. Sí, puede ser un poco fatalista, pero es inevitable sentir un poco de temor”.

“Reorganicé mi mente y el compromiso profesional volvió a tomar el control. Me dirigí al estacionamiento, a mi carro, y saqué todo el equipo que había comprado para cuando llegara el momento, que lo tenía por insistencia de mi madre. Me puse mi equipo y entré al área designada”.

“Fue un reto difícil hablar con alguien, medio vestida de astronauta, no digamos el desafío de examinarla. Luego salí y platiqué con la mamá de la embarazada. Ella fue quien me impresionó. Estaba muy preocupada y decía: ‘No entiendo, si yo la he cuidado; por su estado de embarazo no la dejo ni acercarse a la puerta y nadie en la casa ha salido’. Pude ver en sus ojos la preocupación sincera y profunda de una madre”.

“Creo que estarán bien; aún no hay resultado de la prueba que lo confirme, pero en este momento es preferible extremar medidas y ‘exagerar’, por precaución”.

“Unas horas más tarde recibí unos mensajes de mi mamá. ‘¿Cómo va el turno?’ Bien, contesto, aunque por dentro sabía que no era así. Y como si tuviera poderes psíquicos me pregunta: ‘¿Te estás cuidando, verdad?’ Sí, le respondo. ‘No te creo, usa el equipo’, me amonestó”.

“Creo que fue una cadena de sucesos, pláticas y temores que pasaron en unas pocas horas y me hicieron ver y entender que el amor y la ‘tarea’ de una madre nunca termina”.

“No importa que tu bebé esté a pocos meses de nacer y tengas una enfermedad seria, o que tu familiar esté embarazada y quieras meterla en una burbuja de protección, o que debas ir a trabajar y exponerte al virus, y lo único que pienses sea evitar infectarte con el virus para poder seguir cuidando a tu hija, o que tu hija esté trabajando con el riesgo de infectarse y tú te preocupes de que cuente con el equipo necesario para cuidarse y te asegures con un mensaje que sí lo esté usando. Nunca se deja de ser madre”.

 

La ginecóloga Michelle Dubón junto a su hija. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

 

A la espera de Isabela

Vibian Zamora es psicóloga, tiene 36 años y una hija, Marcela, de 9. Su parto está programado en una clínica privada para el 28 de mayo próximo. Ese día nacerá Isabela.

A mediados de marzo, cuando se tomaron las medidas de restricción para evitar contagios por el nuevo coronavirus cambiaron las indicaciones para los últimos meses de embarazo.

“El médico se comunicó conmigo para minimizar el riesgo de contagio, que es lo principal. Hemos estado en casa, nos lavamos las manos y cuidamos mucho a la bebé. Definitivamente ha sido un embarazo diferente”.

“Esta semana tenía programado un ultrasonido, pero se canceló. Este mes, que debería tener citas con mi médico cada semana, también se cancelaron y solo tendré una antes de la fecha programada de la cesárea. Tuve un ultrasonido y solo porque era necesario. No tengo visitas y no salgo de la casa, es un cambio total”.

Las videollamadas han ayudado a Vibian a mantener el vínculo con su familia.

“Tengo una sobrina que acaba de cumplir dos meses y la hemos visto crecer a través de esas llamadas. También fue el cumpleaños de mi mamá”.

El temor más grande de Vibian es que la aíslen de Isabela cuando nazca.

“Hay días y noches que siento ansiedad de cómo será ese momento, si mi esposo podrá ingresar o no al parto, si tendremos visitas o no, cómo será el posparto, que será diferente y debamos manejarlo distinto. Si otras personas podrán visitarnos a Isabela y a mí. He leído varios artículos, y viéndolo en perspectiva, la recuperación —en cuarentena— es más rápida”.

Con Marcela, las pláticas de Vibian han sido sobre el cuidado que tendrán con Isabela.
“El proceso ha venido desde antes. La involucramos desde el inicio en las compras, en las visitas al médico, ultrasonidos, aunque ahora no se ha podido. Me ha sorprendido, porque es la que mejor se ha adaptado, la que mejor humor ha tenido, mejor actitud ante los cambios, cambiamos el chip. Hemos hecho compras en línea y le hemos mostrado los ultrasonidos anteriores”.

Vibian tomará las medidas necesarias para amamantar a Isabela cuando nazca, porque es lo ideal.

“Solo si me infectara -de covid-19- le quitaría la lactancia, es un proceso fisiológico que se irá dando. Este es uno de los temores, no quisiera que en ningún momento me aíslen de mi bebé desde el primer momento”.

Para evitar riesgos de contagio Vibian se mantiene dentro de su vivienda, pero intenta diversificar actividades.

“Hay días más difíciles, ha habido asuetos, Semana Santa, fines de semana, y la rutina es la misma todos los días. Intentamos hacer cosas distintas los fines de semana para que no sienta tan rutinario”.

Su esposo, Roberto González, va al supermercado y si falta algo, lo piden a domicilio.

“Fue una cadena de sucesos, pláticas y temores que pasaron en unas pocas horas y me hicieron ver y comprender que el amor y la ‘tarea’ de una madre nunca termina”.

“Mi familia ha estado pendiente en todo momento. El apoyo y actitud positiva de mi esposo e hija han sido la base para que los días de rutina sean más fáciles de llevar”.

La bebé nació unos días antes de lo esperado. Toda la familia está bien y siguen los cuidados necesarios.

Vibian Zamora, junto a su hija Marcela y su esposo, Roberto González. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

 

Vela por dos vidas y se arriesga en labor

Febe Guarcas tiene 54 años, tres hijos, vive en San Lucas Tolimán, Sololá, es comadrona desde hace 35 años y miembro del movimiento nacional de comadronas Nim Alaxik.

Cada semana atiende a por lo menos 10 mujeres, algunas en los primeros meses de embarazo, a otras en la etapa final y a quienes ya están listas para la labor de parto, pero también a las que fueron operadas y debe darles seguimiento.

No hay hora fija para que una mujer que está por dar a luz la llame. A veces debe salir por la noche o por la madrugada al lugar donde se le solicite. Camina 30 o 45 minutos hasta llegar a algunas comunidades, y a veces más.

Las autoridades pidieron a las comadronas que atiendan partos con prácticas higiénicas y seguras, pero no les proporcionan los insumos mínimos para su labor, pese a que hace cuatro años que los solicitan. Febe, con su recursos, compró alcohol en gel, guantes y mascarilla, porque sigue sin recibirlos, para protegerse del coronavirus y atender a sus pacientes con tranquilidad. “¿Será que el presidente se acuerda de nosotras?”, cuestiona.

“Por la pandemia nos ha costado demasiado. Tengo que caminar una o dos horas para atender a una gestante, porque no hay mototaxis ni carros. Así que me voy a pie, con mi mochila, para atender pacientes, para recibir a los niños. Hay muchas dificultades en las comunidades, hay toque de queda, pero igual vamos a pie”.

Esta semana Febe atendió tres partos y al menos 10 consultas diarias. El jueves pasado hizo un recorrido por varias casas para supervisar a varias pacientes embarazadas. “Me tocó un aborto hace una semana. Tuve que correr a la casa a recoger el equipo. La paciente tenía una gran hemorragia y había riesgo, así que llamé a los bomberos porque perdía mucha sangre y la presión de la señora estaba muy baja. Regresé a pie, de madrugada y sin suéter”.

Los riesgos son muchos, no solo el contagio de covid-19, porque hay muchos asaltos, señaló Febe.
“Me regresé orando, porque hay muchos ladrones. Yo me encomiendo en las manos del Señor. En el toque de queda hay más pacientes porque la gente no puede salir y en los centros de salud solo atienden emergencias”.

En estos tiempos de cuarentena, Febe salió muchas tardes y noches con temor a ser detenida, pero siempre llevaba su carné para presentarlo a la Policía, por si era necesario.

“No fue sino hasta ayer -miércoles último- que nos dijeron en Salud que había un permiso para que nos dejen movernos, pero antes me podían llevar presa. Solo porque tengo mi carné me dejaban pasar. Hace 20 días fui a San Andrés a atender un parto, por la noche, y regresé a las dos de la madrugada. Arriesgamos la vida en las comunidades y no nos reconocen el trabajo”.

Cuenta que a veces sale de su casa con el estómago vacío, porque la llaman para atender alguna emergencia justo antes de almorzar o refaccionar, y debe salir, porque es su compromiso atender a las mujeres, que no siempre pueden pagarle por sus servicios.

Febe recordó que en el Gobierno de Jimmy Morales se les ofreció un estipendio a las más de 23 mil comadronas registradas, pero no han tenido apoyo. “Aquí estamos, sirviendo a nuestra gente. Velamos por dos vidas, por las mamás y los bebés”, hizo ver.

 

Febe Guarcas es comadrona en Sololá y ha atendido decenas de partos durante la cuarentena. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

 

“Entré en pánico, pero todo está bien”

Natalia Figueroa tiene 31 años, es diseñadora gráfica y trabaja de forma autónoma. Cumplía 34 semanas de embarazo cuando comenzó la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus y se quedó en su casa, aunque no salir, en ese entonces, aún era solo una sugerencia de las autoridades.

Vive con su hijo Marcelo y su pareja, Roger, en Antigua Guatemala, Sacatepéquez, donde se recupera de la césarea del 22 de abril, cuando nació Ivanna.

“No salimos de la colonia, nos resguardamos completamente para evitar algún contagio. Mi hijo no va al colegio y mi pareja trabaja en casa”, comentó.

Con el paso de los días, el médico le recomendó no salir de su casa, pero cuando el presidente Alejandro Giammattei restringió la movilización de personas a otros departamentos se trasladaron lo más rápido que pudieron a la capital, donde estaba programado el nacimiento de la bebé. Natalia se quedó con su hijo mayor en la casa de sus padres, y su pareja en la de su mamá. Se debieron adaptar a la vida en otras viviendas durante dos semanas, mientras nacía Ivanna.

“Para que la bebé pudiera nacer en el hospital -privado, zona 10- me tuvieron que hacer la prueba del coronavirus dos días antes del nacimiento. Entré en pánico, por la angustia de que fuera a salir positivo, pero todo salió bien, gracias a Dios”.

Natalia e Ivanna no tuvieron visitas en el hospital, pero Roger sí estuvo presente en el nacimiento de su hija, luego de tomar muchas medidas de seguridad, como utilizar un traje especial y utilizar mascarilla en la sala de cirugía.

“Yo tuve mascarilla todo el tiempo; solo me la quitaron un momento para darle un beso a Ivanna cuando nació”.

Tres días después del parto la familia regresó a Antigua Guatemala, donde han tomado precauciones para mantenerse a salvo del covid-19.

Marcelo, de 5 años, es muy amoroso con su hermana. Ayuda a bañarla y la cuida.

“Un día había mucho ruido en la calle y corrió a cerrar la ventana del cuarto para que no la despertaran. Está muy involucrado en el proceso, la quiere mucho”.

El ritmo de la vida regresa poco a poco para Natalia y su familia. Roger sale a hacer las compras y antes de entrar a la casa cumple un protocolo de higiene. Marcelo recibe clases virtuales y Natalia se recupera de la cirugía, mientras Ivanna va creciendo.

“Gracias a Dios todo salió bien, pero era una incertidumbre; uno realmente no sabe en qué momento se podría contagiar”.

 

Natalia Figueroa, mientras esperaba a Ivanna, quien nació el 22 de abril, en medio del confinamiento por el covid-19. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

 

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