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Violencia contra la mujer: la otra pandemia a vencer

El sistema de justicia, apoyado por el Congreso de la República, el Gobierno, la sociedad civil y el sector empresarial deben unirse y enfocarse en principios.

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Alto violencia contra la mujer

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se conmemora cada 25 de noviembre.

La mayoría de lectores entenderán que la violencia contra las mujeres es una pandemia en sí en Guatemala. Que el número de víctimas es casi incomprensible, que la violencia tiene consecuencias graves (físicas, relacionales, psicológicas, espirituales, entre otros) lo que constituye un obstáculo para el logro de la igualdad y limita sus oportunidades para prosperar y alcanzar una vida plena.

Entendiendo eso, se podría creer que el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer —que se conmemora este 25 de noviembre— promete de más y que la idea de eliminar la violencia es una quimera.

No es así. Es mucho más que fantasía pensar en un futuro cercano, en el que las mujeres guatemaltecas son protegidas del riesgo cotidiano de violencia. Para que esto sea realidad, el sistema de justicia, apoyado por el Congreso de la República, el Gobierno, la sociedad civil y el sector empresarial, debe enfocarse en tres principios.

Asegurar derechos

Lo primero es asegurar que los derechos e intereses de las víctimas predominen.

Dignificar a las víctimas y sobrevivientes, priorizar su protección y cuidado, buscar justicia imparable para ellas, escuchar sus voces en la sociedad, promover su liderazgo dentro de los espacios de políticas públicas, e infundir en la creación y ejecución de programas desde sus perspectivas, son cosas que deberían ser el sello distintivo de la respuesta de Guatemala a la violencia contra las mujeres.

Guatemala dio un paso histórico en medio de la pandemia al lanzar el Instituto de la Víctima que tiene la responsabilidad de acompañar a las víctimas de violencia contra la mujer (y otros delitos) en su recorrido hacia la justicia completa –justicia para el agresor y justicia en la restauración y reparación digna de la víctima.

Misión Internacional de Justicia tuvo el privilegio de colaborar con el Instituto de la Víctima para crear el Modelo de Asistencia y Atención Integral (MAIVI). El MAIVI vela por el bienestar completo de la víctima, proveyendo cuidados victimológicos completos y de calidad.

Este enfoque en la víctima debe extenderse a todas las instituciones con las que las mujeres interactúan después de sufrir violencia. Las mujeres deben sentirse dignificadas, validadas y respetadas en sus interacciones con el personal de estas instituciones, las cuales deben operar con una cultura de “servicio al cliente” informada sobre el trauma.

El sector justicia debe brindar plataformas a las mujeres sobrevivientes que les permita alzar la voz y tener verdadera influencia sobre las políticas públicas, sobre la identificación de las brechas del sistema, el diseño de intervenciones, y otros temas relacionados. Durante el diseño del MAIVI, el Instituto de la Víctima buscó y recibió la participación de sobrevivientes de la comunidad llamada Mi Historia Importa. Las sobrevivientes tienen conocimientos especializados, obtenidos de manera difícil, que el sector justicia debería valorar sistemáticamente a través de la creación de Consejos de Sobrevivientes entre otros mecanismos.

 

Aprehender a los agresores

El segundo principio es aprehender con prontitud a los agresores.

La pronta aprehensión de los agresores es sumamente importante. Es usualmente la primera experiencia del agresor con las consecuencias de sus acciones, y refrena la repetición de sus crímenes. Es un primer golpe a la impunidad.

De manera similar, la aprehensión de su agresor es a menudo la primera experiencia de la víctima con la justicia, la primera experiencia del sistema haciendo algo concreto para validar su historia, y la primera experiencia de que el sistema la protege. Ciertamente, el pronto arresto de un agresor es una de las maneras más seguras de protección para la víctima, la separa de la fuente de la amenaza y el abuso.

Además, las aprehensiones hechas con prontitud, cuando se dan a conocer al público de manera regular, permiten que la población tenga mayor confianza en el sistema de justicia, crean el entendimiento social de que esos delitos no quedan desatendidos, disuadiendo por tanto a otros de involucrarse en estos delitos violentos.

Juicio y condena

El tercer principio es enjuiciar y condenar con prontitud a los agresores.

La mejor señal de un sistema de justicia efectivo que se encuentra ganando la batalla contra la impunidad es el hecho –solamente un deseo en Guatemala– de que se puede confiar razonablemente en el sistema para condenar a los agresores, y que lo hace con rapidez. Lograr condenas en un mayor porcentaje de casos en períodos más cortos enviará un mensaje fuerte y claro a los agresores, agresores potenciales, víctimas, y a la sociedad en general de que la violencia contra las mujeres no será tolerada, es repugnante, y será castigada. La confianza en el sistema crecerá dentro de las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad, el temor al sistema crecerá entre la gente violenta, y la disuasión tendrá una posición más firme, creando una sensación justificada de mayor seguridad y protección en las comunidades. Y la violencia contra las mujeres será menos prevalente.

Es posible transformar radicalmente la experiencia de las víctimas que buscan asistencia y reducir radicalmente la impunidad en casos de violencia contra las mujeres. Al alinear celosamente las leyes, políticas e iniciativas con los tres principios mencionados, Guatemala dará grandes pasos para lograr que el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se convierta en días cotidianos libres de violencia para las mujeres guatemaltecas.

*Abogada, Soluciones para la Justicia, MISIÓN INTERNACIONAL DE JUSTICIA (IJM)®