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La sequía golpea el suroeste de Estados Unidos y los canales de Nuevo México se secan

Enclavado en las montañas Sangre de Cristo, el remoto pueblo de Ledoux lleva más de un siglo dependiendo de una red de acequias para regar sus cultivos.

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Acequias secas en la propiedad de Harold Trujillo en Ledoux, Nuevo México, el 27 de abril de 2021. (Foto Prensa Libre: Ramsay de Give/The New York Times).

Acequias secas en la propiedad de Harold Trujillo en Ledoux, Nuevo México, el 27 de abril de 2021. (Foto Prensa Libre: Ramsay de Give/The New York Times).

Las acequias del lugar, como se conoce a los legendarios canales de Nuevo México, se rellenan todos los años con el deshielo y las lluvias, pero con el suroeste sumido en una implacable sequía, han empezado a secarse.

“Nunca pensé que sería testigo de una caída semejante de nuestras fuentes de agua”, mencionó Harold Trujillo, de 71 años, agricultor de Ledoux cuya producción de heno pasó de 6000 a 300 pacas al año. “Miro las montañas que nos rodean y me pregunto: ‘¿Dónde está la nieve? ¿Dónde están las lluvias?’”.

La palabra acequias proviene del término árabe para conducir el agua: “al-sāqiya”. Se celebran en canciones, libros y versos, y han perdurado en el estado durante siglos. Los colonos españoles de Nuevo México empezaron a cavar los canales en el siglo XVII, a partir de las técnicas de recolección de agua perfeccionadas por los indios pueblo.

Incluso entonces, las acequias reflejaban el mestizaje de tradiciones culturales. Los musulmanes introdujeron las acequias en España tras invadir la península ibérica en el siglo VIII, con la utilización de la gravedad para gestionar los caudales de riego. Con el tiempo, las acequias se extendieron por todo el mundo hispanohablante.

Las acequias de Nuevo México, que hacían posible la agricultura de subsistencia en tierras áridas, persistieron a través de revueltas, epidemias y guerras de conquista territorial y preservaron un sistema de gobierno democrático a pequeña escala que echó raíces antes de que Estados Unidos existiera como país.

Sin embargo, la megasequía que afecta a Nuevo México y a los estados vecinos puede suponer el mayor reto para las acequias y es una muestra de que el cambio climático ha empezado a poner en peligro las tradiciones agrícolas de todo el suroeste de Estados Unidos.

Las dificultades que enfrentan los agricultores y ganaderos en Ledoux son un ejemplo de las que también enfrentan cientos de acequias en todo Nuevo México y un menor número en el sur de Colorado y Texas.

Los investigadores climáticos afirman que la escasez de agua que sufren las acequias no es sorprendente tras años de calentamiento de las temperaturas y que el agotamiento de los embalses y la propagación de colosales incendios forestales por todo el oeste son un claro indicio de la crisis.

Para empeorar las cosas, las lluvias monzónicas que antes solían caer de manera copiosa en el norte de Nuevo México no llegaron el verano pasado. Y la caída de nieve durante el invierno volvió a ser decepcionante. En algunas partes de Nuevo México, incluida la zona de Ledoux, ha llovido un poco en las últimas semanas y se prevén más lluvias para esta semana, pero las precipitaciones han hecho poco para mejorar las condiciones de sequía anormales.

Más del 77 por ciento de Nuevo México padece una sequía grave, lo que limita la producción de los pastizales y atrofia los cultivos de riego, según el Centro Nacional de Mitigación de la Sequía.

Thomas Swetnam, un científico que estudia los anillos de los árboles para interpretar los cambios en el clima, aseveró que la sequía de este siglo en el suroeste ha sido tan grave y prolongada que tiene muy pocos puntos de comparación en el último milenio, entre ellos el periodo de varias décadas de una sequía extraordinaria a finales del siglo XVI.

“Quizá esta sea la segunda peor sequía en 1200 años”, dijo Swetnam, profesor emérito de Dendrocronología de la Universidad de Arizona que ahora vive en Nuevo México, donde dirige el Laboratorio de Anillos de Árboles de las Montañas Jemez.

Algunas acequias, sobre todo las que se encuentran a lo largo del río Bravo, siguen suministrando agua a los agricultores en una muestra de resistencia. Pero muchas de las que tienen otras fuentes de agua, como lagos o pequeños afluentes, se están viendo afectadas de manera directa.

Según Trujillo, la sequía también intensificó un éxodo que se ha venido dando desde hace décadas de Ledoux a poblados y ciudades más grandes. Las ruinas de las casas de adobe están esparcidas alrededor de la antigua iglesia católica del pueblo, lo que hace que algunas partes de Ledoux parezcan un pueblo fantasma.

 

Piscina de riego por goteo, que utiliza menos agua que el tradicional riego por inundación extraído de las acequias, en Pecos, Nuevo México. (Foto Prensa Libre: Ramsay de Give/The New York Times)

 

Paula Garcia, quien creció en un rancho del norte de Nuevo México, dijo que había visto agravarse la sequía a lo largo de su vida. Mora, la ciudad en la que vive, alguna vez fue un próspero bastión agrícola.

Ahora, dijo, “el río Mora padece una sequía crónica”. Eso significa que a veces hay suficientes precipitaciones para que en una de las acequias que rodean su casa fluya agua; las otras dos se están secando.

“Lo mismo sucede en una comunidad tras otra”, dijo Garcia, de 49 años, directora ejecutiva de la Asociación de Acequias de Nuevo México, un grupo sin fines de lucro cuyo propósito es proteger las aproximadamente 700 acequias en el estado.

Por lo general, la temporada de cultivo con las acequias en casi todo Nuevo México ha sido de abril a octubre. Pero en las partes del estado en las que los agricultores están luchando contra la escasez de agua, la temporada ahora dura solo la mitad de ese periodo.

El cambio ha puesto en peligro no solo las fuentes de alimentos orgánicos que se cultivan en la localidad —muchos agricultores de acequias venden sus productos en mercados de agricultores locales— sino también un modus vivendi que comienza a estar en riesgo de ser parte del pasado.

Desde hace siglos, las acequias funcionaron mediante un sistema de gobierno en el que los agricultores comparten la limpieza y el mantenimiento de cada acequia. También pagan cuotas y eligen a un mayordomo, que tiene la autoridad para determinar la cantidad de agua disponible en un día determinado y qué agricultor, o granja, la recibe.

El sistema no es perfecto, como pueden atestiguar algunos exmayordomos que se enfrentaron a peleas con vecinos enfadados. Pero ha permitido a las acequias superar un reto tras otro.

Ralph Vigil, agricultor de Pecos, un pueblo de 1400 habitantes, dijo que la sequía ha exacerbado los problemas que ya tenían los agricultores, desde las discusiones por las asignaciones de agua hasta la apatía.

A pesar de ello, Vigil comentó que no consideraba que las acequias fueran una posible víctima del cambio climático. Más bien, considera que son parte de la solución.

Aunque es consciente de la escasez de fuentes de agua en Nuevo México, Vigil tiene la esperanza de que el río Pecos, que alimenta sus acequias, reciba suficiente nieve derretida y lluvias monzónicas para seguir fluyendo.

Señala que hay estudios que demuestran que las acequias pueden aportar beneficios en épocas de sequía mucho más que los elaborados sistemas de riego construidos con tubos metálicos o alcantarillas de acero.

Los canales de tierra de las acequias, por ejemplo, pueden retener el agua durante largos periodos de tiempo. Su filtración ayuda a recargar pequeños acuíferos y a hidratar los hábitats de las aves, los animales salvajes y, por supuesto, las personas.

“Hemos mantenido un bajo nivel de emisiones de carbono durante siglos”, dijo Vigil. “Pero para sobrevivir, todavía necesitamos la lluvia”.