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Oriente alado: Un recorrido por la diversidad de aves en el Valle del Motagua

El avistamiento de aves en el Valle del Motagua abre nuevas posibilidades de investigación y turismo en la región oriental.

Las aves de oriente se caracterizan por tener una variedad de colores.

El Icterus pustulatus, también conocido como chorca, posa en el campo árido del oriente guatemalteco. (Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente)

Desde la Prehistoria, las aves han generado curiosidad en los humanos. No es casualidad que esa fijación haya quedado en las cuevas de regiones ibéricas o peruanas con pinturas rupestres donde figuraban las especies aladas.

Este interés se ha visto plasmado desde la antropología a través de los mitos de distintas culturas. En Grecia, el ave Fénix era vista como una metáfora de los ciclos. Para los mayas, el colibrí representaba un mensajero de pensamientos.

La afinidad por las aves trasciende los tiempos y los territorios. Prueba de ello es el trabajo de los integrantes del Club de Observadores de Aves de Oriente, una agrupación guatemalteca que explora las bondades naturales de los bosques secos de la región semiárida del Valle del Motagua.

El club nació en 2017 como una investigación de la bióloga Michelle Bustamante, quien propuso un taller de observación de aves en el Centro Universitario de Zacapa de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

El Club de Observadores de Aves de Oriente nació en 2017.
El Club de Observadores de Aves de Oriente se caracteriza por reunir a personas de distintas edades, profesiones y localidades. (Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente)

Actualmente, la agrupación está integrada por 20 personas de distintas edades y ocupaciones, quienes encuentran un espacio entre la investigación y el ocio.

Bustamante refiere que a pesar de llevar tan solo tres años, el club ha realizado un importante trabajo, ya que, desde los siempre novedosos avistamientos, se han logrado nuevos registros de especies aladas en departamentos como El Progreso, Zacapa y Chiquimula.

Durante las exploraciones, los integrantes han descubierto algunas aves como tucanes o zopes tropicales, especies que por mucho tiempo se había creído que solo habitaban en Petén o Izabal.

Región de sobrevivientes

De acuerdo con Bustamante, la comunidad de aves del Valle del Motagua posee alrededor de 375 especies, debido a los ricos ecosistemas que lo componen como los bosques espinosos, secos, de pino-encino y nubosos.

La región semiárida del Valle del Motagua se desarrolla a lo largo de la cuenca del río Motagua y se rodea por la Sierra de las Minas, así como la Sierra de Chuacús.

Los valles y las montañas de la zona crean un gradiente altitudinal que asciende desde los 2 mil hasta los 3 mil metros sobre el nivel del mar. Esto favorece distintas condiciones climáticas que se caracterizan por temperaturas altas de hasta 40 grados centígrados, escasas precipitaciones y una intensa radiación solar.

La comunidad de aves de la zona está formada principalmente por generalistas, que se adaptan a dichas condiciones estacionales, así como al clima adverso que en la época seca convierte al área en un lienzo de tonos grises y cafés, y durante la época lluviosa en una implosiva mezcla de verdes.

Oriente ofrece una variedad de habitats por su posición geográfica que abarca desde los 2 mil a los 3 mil metros sobre el nivel del mar.
La variedad de ecosistemas en Oriente propicia la existencia de aves endémicas, así como supone un refugio para las migratorias. (Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente)

Ante este escenario, las especies emplean distintos hábitats y generan estrategias para su supervivencia.

Un ejemplar con este tipo de resiliencia es el Momoto de cabeza rojiza (Momotus mexicanus costaeniceps) —que a la vez es una subespecie endémica del Valle del Motagua—, el chipe rosado o la Tangara montana.

La región semiárida también es un lugar adecuado para aves migratorias que viajan desde Estados Unidos y Canadá, durante la época de invierno, para establecerse en el Valle del Motagua, entre septiembre y marzo.

Otras especies migratorias se valen del espacio como un punto de parada en su ruta hacia Sudamérica. Estas se reabastecen de alimento en el valle y renuevan energías para luego llegar hasta el invierno del sur.

Además de las aves, los bosques secos de la región semiárida de Oriente se convierten en el hogar de cerca de 100 especies de mariposas, 200 de escarabajos, 25 de anfibios, 48 de mamíferos y 47 de reptiles.

Aviturismo y responsabilidad medioambiental

Colombia Callén —psicóloga y entusiasta de la naturaleza— forma parte del Club de Observadores de Aves de Oriente. Asegura que la experiencia ha sido tanto novedosa como transformadora para quienes llegan al espacio de investigación.

La especialista en salud mental comenta que esta propuesta se puede llevar a cabo para explotar el aviturismo —avistamiento de aves— en la región, ya que en la actualidad se mantiene el turismo religioso en lugares como Chiquimula, así como el recreativo en algunos centros familiares.

Asimismo, comparte que aún hay necesidades para establecer una estructura de turismo con ese modelo en los departamentos que suelen explorar.

No obstante, los senderos, las llanuras y colinas del Parque Municipal Niño Dormido o la Sierra de las Minas siguen alojando a estos exploradores y otros que gusten integrarse a la aventura de conocer nuevas aves.

Uno de los aspectos que también atañen esta propuesta se relaciona con el cuidado del área.

Tanto Callén como Bustamante manifiestan que algunos sitios alrededor de la región semiárida han sido intervenidas por la agricultura, lo cual ha alterado los ecosistemas y la aparición de especies.

La destrucción en estos espacios, agrega la bióloga, se relaciona con la tala del chirivisco, que impide un hábitat seguro para algunas especies de animales, pero que incluso así es menos dañino que el cultivo de productos como el melón, tabaco o maní en la zona.

El daño, explica Bustamante, radica en que para realizar estos cultivos se debe arrasar con parte de la cobertura natural en los terrenos secos, que suelen ser hogar de aves rapaces. La continuidad de estas acciones ha quitado “parches” de terreno.

A pesar de estos obstáculos ambientales y con el entusiasmo que guía a todo explorador, el grupo de avistamiento de aves sigue en pie. Sus hallazgos destacan la biodiversidad de Guatemala e invitan a ver con otros ojos hacia Oriente y en especial a algunos personajes alados como los destacados que se mencionan a continuación:

Tapacaminos de cuello beis (Antrostomus ridgwayi)

Foto Prensa Libre: Nicolas Pederson

El tapacaminos o chotacabras luce un color gris pardo que se asemeja al de otros de su misma familia, que a la vez tienen una franja color blanco y beis alrededor de la parte inferior de la garganta.

Es un ave que reside en sectores áridos o semiáridos rocosos, aunque también se le puede ver en algunos bosques mixtos de pino y roble, bosques secundarios, así como en campos y matorrales.

Chorcha de Altamira (Icterus gularis)

Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente

Se trata de una especie de pico grueso con tonalides negras y grises en la base. Su cuerpo muestra un naranja brillante, complementado con una cola negra. Es un ave asociada a distintos tipos de hábitat, pero muy abundante en los bosques secos.

Momoto cabeza rojiza (Momotus mexicanus costaeniceps)

Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente

El momoto tiene un particular color verde claro, con cabeza café rojiza y una máscara negra. Su cola suele tomar forma de una raqueta. Es una subespecie residente endémica del Valle del Motagua.

Colorín morado (Passerina versicolor)

Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente

El plumaje del macho se destaca por un púrpura con rojo brillante en la nuca. También pueden tener algunas plumas rojas o azules dispersas. Se trata de un ave que reside con amplia distribución desde Estados Unidos hasta Guatemala. En nuestro país se encuentra únicamente en bosques secos, principalmente en los del Valle del Motagua.

Colibrí canelo (Amazilia rutila)

Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente

Este colibrí verde con bronce, cola de tonalidad canela rojiza o castaño rojizo, es un residente habitual de bosques caducifolios, semideciduos y espinosos. También se le puede observar en bosques de crecimiento secundario de clima cálido.

Coba (Trogon elegans)

Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente

Este ejemplar se destaca por su tamaño mediano, así como por el negro que cubre su cara y garganta, y el dorso y pecho que tiene una tonalidad verde iridiscente. Su vientre es rojo y presenta una banda horizontal blanca en el pecho. Se le llama coba debido al canto que emite (co-a, co-a, co-a).

La especie es típica de bosques abiertos áridos o semiáridos y también de pino-encino y bosques ribereños caducifolios.

Chonte bobo (Morococcyx erythropygus)

Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente

Este espécimen presenta un patrón ornamentado en la cara con una máscara negra a los lados de la cabeza, que a la vez encierra un anillo orbital amarillo brillante. Se destaca por tener una una raya postocular blanca corta. Reside en bosques áridos, semiáridos y bosques espinosos.

Codorniz crestada (Colinus cristatus)

Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente

Esta codorniz pequeña y regordeta, de cola corta con una fina cresta en la cabeza y cara rojiza, presenta un plumaje marrón con manchas blancas y negras en la nuca. Suele vivir en áreas abiertas con pastos altos y árboles dispersos, donde busca pequeñas semillas de las que se alimenta, aunque también come pequeños frutos e insectos.

Chorcha pico de loro (Pheucticus chrysopeplus)

Foto Prensa Libre: Club de Observadores de Aves de Oriente

Los machos de esta especie destacan por tener la cabeza, espalda, pecho y rabadilla de color amarillo brillante; mientras que sus alas son negras con algunas manchas blancas. La chorcha pico de loro es un ave típica de bosques caducifolios y semicaducifolios, matorrales y bosques espinosos.

Caminatas para el bienestar

De acuerdo con la psicóloga Colombia Callén, actividades como el avistamiento de aves o el contacto con la naturaleza pueden beneficiar a las personas de manera integral. La especialista señala que el contacto humano con espacios abiertos en la naturaleza provoca la generación de neurotransmisores que generan tranquilidad.

La psicóloga agrega que la naturaleza ayuda a la disminución de estrés, por lo que beneficia al sistema inmunológico y otros problemas físicos.

En cuanto a la observación de aves, mejora la capacidad de concentración y reflexión en las personas, estimula la inteligencia y agudiza distintos sentidos que se requieren para ubicar a las aves, como la visión y la audición. La especialista recuerda que las aves emiten distintos trinos y las personas pueden llegar a identificar su variedad.

El avistamiento de aves puede ser una oportunidad para regenerar su estado anímico.
El Progreso, Zacapa y Chiquimula son los territorios predilectos para la exploración de especies por parte del Club de Observadores de Oriente. (Foto Prensa Libre: Cortesía Club de Observadores de Aves de Oriente)

Callén menciona que el contacto con las aves pueden ser un estímulo para la creatividad y la invención. Ejemplifica que fueron estas especies las que inspiraron a Leonardo Da Vinci para llevar a cabo prototipos de aeroplanos.

La psicóloga también recomienda a personas de todas las edades involucrarse en actividades con la naturaleza. A los niños les despertará la curiosidad, mientras que los adultos mayores podrán mantenerse activos mientras disfrutan de la convivencia con otras personas.

Recomendaciones en el trato de aves

Muchas especies aladas son vulneradas a nivel mundial por los humanos. Para evitar esto, hay distintas acciones que pueden realizarse y, en consecuencia, evitar su extinción. La bióloga Michelle Bustamante comparte algunas ideas:

  • Respetar los hábitats: es recomendable no recibir aves que hayan sido extraídas de su hábitat natural. Esta práctica causa la muerte de millones de especies al año y lleva a su extinción. Un ejemplo de ello son las guacamayas rojas y los loros.
  • Preservar áreas naturales: la pérdida del hábitat es una de las principales amenazas que afecta tanto a especies de aves raras como comunes. Se puede contribuir protegiendo áreas naturales propias, visitando áreas protegidas para ayudar a conservarlas o siendo parte de acciones de protección para la restauración de áreas degradadas.
  • Reducir, reusar y reciclar: la basura, en especial los plásticos, contaminan agua y suelos, lo que repercute negativamente en la salud de las aves, ya que muchas ingieren plásticos cuando toman alimento del suelo o del agua.
  • Evitar pesticidas: el uso de insecticidas, como los que vienen en aerosoles, afectan las superficies en las que se posan y habitan las aves.
  • Participar en educación ambiental: esta es una de las mejores herramientas para conservar a las aves. Una persona conciente e informada puede lograr muchas cosas positivas para los animales y el resto de la diversidad biológica del planeta.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.