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Así es como la pandemia del coronavirus paralizó la vida profesional de algunos padres y madres

Cuando la pandemia provocó el cierre de escuelas y guarderías, muchos padres y madres debieron poner en pausa sus carreras profesionales para dedicarse a cuidar a sus hijos. Las consecuencias podrían ser a largo plazo.

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Maria Rapier, en el centro, con su esposo, Beau Rapier, y su hija Guinevere en su casa de Oakland, California, el domingo 18 de julio de 2021. (Carolyn Fong/The New York Times)

Maria Rapier, en el centro, con su esposo, Beau Rapier, y su hija Guinevere en su casa de Oakland, California, el domingo 18 de julio de 2021. (Carolyn Fong/The New York Times)

Millones de padres, en su mayoría madres, han dejado de trabajar a cambio de un salario debido a la crisis del cuidado de los hijos provocada por la pandemia; sin embargo, para muchos más que han conservado sus empleos, las exigencias del cuidado de los hijos también han afectado sus trayectorias profesionales, a menudo de manera menos visible. Han trabajado menos horas, han rechazado proyectos o han decidido no aceptar un ascenso o buscar un nuevo trabajo.

Los economistas le llaman el margen intensivo (la cantidad de personas que trabajan, en contraposición a la cantidad de personas que están en la fuerza laboral) y es más difícil de cuantificar en las estadísticas oficiales de empleo. Aun así, hay pruebas de que las trayectorias profesionales de los padres con empleo se han ralentizado al tiempo que los horarios del cuidado de los hijos siguen alterados. La investigación sugiere que esto tiene consecuencias a corto plazo en sus colaboraciones profesionales y podría tener efectos a largo plazo en sus trayectorias, porque los empleadores estadounidenses suelen penalizar a las personas que trabajan a un ritmo menor.

“Creo que muchas mujeres que no se vieron obligadas a abandonar el trabajo se consideran afortunadas, pero fueron obligadas a guardar silencio”, afirmó Maria Rapier, madre de tres hijos quien renunció a un trabajo (en el que dirigía un departamento y participaba en las reuniones de la junta directiva) para aceptar un puesto de menor nivel y menos exigente. “Aunque conservaran su empleo, no podían participar a plenitud porque pasaban la mitad del tiempo mirando a sus hijos y la ropa pendiente de lavar por encima de su computadora portátil”.

Rapier se siente como si estuviera batallando para no hundirse. En el Área de la Bahía de San Francisco, donde vive, algunas escuelas no abrieron el año pasado, y no hay garantía de que vayan a abrir en otoño.

“Estoy aquí sentada introduciendo datos y sé que, con mi formación y experiencia, podría estar en la mesa donde se toman las decisiones”, afirmó. “Así que fue un golpe para mi ego, pero también para la profesión, porque soy buena tomando esas decisiones estratégicas”.

En una encuesta realizada por Morning Consult para The New York Times durante el ciclo escolar, de 468 madres que trabajaban de manera remunerada, una tercera parte indicó que había trabajado menos horas durante la pandemia debido al cuidado de los niños, y una quinta parte adicional había pasado a trabajar medio tiempo.

La encuesta reveló que el 28 por ciento rechazó nuevas responsabilidades en el trabajo, el 23 por ciento no solicitó un trabajo nuevo y el 16 por ciento no buscó un ascenso.

La Oficina del Censo ha encuestado a las familias cada semana durante la pandemia. En la última entrega, que abarca del 23 de junio al 5 de julio, el 26 por ciento de los encuestados que viven con niños que no pudieron asistir a la escuela o a la guardería a causa de la pandemia dijeron que uno de los adultos del hogar había reducido las horas de trabajo remunerado en la última semana como consecuencia de ello. Una cuarta parte señaló que un adulto había tomado una licencia sin goce de sueldo para cuidar a sus hijos, y otra quinta parte utilizó una licencia con goce de sueldo, como vacaciones o días de incapacidad, para hacerlo.

“Nadie habla de eso”, comentó Misty Heggeness, economista principal de la Oficina del Censo. “Aunque estén en esa situación de trabajo activo, vamos a ver cómo se desvanece la igualdad de género si no prestamos atención al margen intensivo”.

Las madres solteras que no viven con otro adulto en edad productiva son las que han experimentado el mayor descenso en las horas trabajadas, y las que tienen menos probabilidades de recuperarse, según los datos del censo que analizó.

Algunos padres también han trabajado menos. Jacob, de Dobbs Ferry, Nueva York, quien solicitó que no se publicara su apellido por motivos laborales, es un consultor que mide su jornada laboral en periodos de 15 minutos. Puesto que su hija pequeña está en casa y su esposa trabaja largas jornadas en la investigación de medicamentos para el covid-19, redujo sus horas en un 20 por ciento.

“No tuve elección; no teníamos servicio de guardería”, dijo. “Tenía que ir cada cinco minutos a ver cómo estaba”.

Jacob no pudo reanudar su carga de trabajo completa hasta hace poco, cuando se mudaron a un lugar con escuelas abiertas e inscribieron a su hija en un campamento gestionado por una escuela del lugar.

Meghan McGarry, madre de un niño de 7 años, tiene un negocio de organización del hogar en Houston, y su esposo es un trabajador esencial en el sector del petróleo y el gas. A pesar de que la demanda de organización doméstica aumentó, ella redujo su jornada laboral de cuatro días a uno, y no cree que vuelva a estar a su capacidad total hasta el otoño.

“Elegí esta profesión por su flexibilidad, a sabiendas de que habría altibajos”, señaló. “Solo que nunca esperé que un bajón fuera a durar quince meses”.

Otras personas temen las consecuencias en sus trayectorias profesionales. Jaishree Raman, directora de informática en Norman, Oklahoma, acaba de iniciar una licencia de seis meses sin goce de sueldo, después de tres décadas de trabajo. Su padre necesita cuidados y la familia no se siente cómoda contratando a un asistente médico a domicilio durante la pandemia. También está ayudando a un hijo adulto que se está sometiendo a quimioterapia y tiene que ser muy cuidadoso para evitar la exposición al coronavirus.

“Hay un sentimiento de culpa constante, no me siento capaz de hacer todo lo que solía hacer en el trabajo”, aseveró. “No me sentía segura para pedir aumentos de sueldo porque tenía la impresión de que la empresa me estaba haciendo un gran favor” al adaptarse a las exigencias de los cuidados que tengo que dar.

Teme que una pausa le dificulte reincorporarse: “¿Qué puedo decir? No puedo decir que tengo agotamiento mental; se interpreta como una debilidad”.