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Gilda Castro y la clave para crear contenidos en las nuevas plataformas virtuales (sus 86 años y cerca de 4 mil locutores formados en los que ha inyectando su filosofía de vida)

Sus múltiples voces, trayectoria y entrega a la enseñanza la sitúan como un referente en la historia de la locución guatemalteca.

Gilda Castro maestra de locución guatemalteca

(Foto Prensa Gilda Castro nació el 15 de junio de 1936. A sus 86 años continúa su labor de educar y trabajar por inspirar el amor a la locución en las nuevas generaciones, 76 años de vida artística y 25 de labores con la academia. Libre: María José Bonilla)

Una de las anécdotas de Gilda Castro Aragón de Noguera se remonta al 31 de diciembre del 2018. La familia se reunió en su hogar para darle una noticia sorpresa: recibiría en febrero del año siguiente la Orden del Quetzal en grado de Gran Caballero, por su aporte a la comunicación del país. Era un evento muy especial para ella y que tardó en llegar.

Lloró de emoción al recordar este momento y pidió la foto de Augusto, su esposo ya fallecido, abrazó el retrato y le susurró que lo habían logrado. Él fue parte primordial de su vida junto a sus cuatro hijos, que siguieron la carrera de su madre y la han apoyado en su desempeño en la radiodifusión.

Su trayectoria comenzó cuando era niña. Nació en un hogar de artistas y aunque el radioteatro en sí empezó a ejercerlo antes de su primera década, desde la cuna ya corría el arte por sus venas.

En febrero de 1998 se inauguró el Centro de Locución Interpretativa que lleva su nombre, una labor que le ha permitido formar a casi cuatro mil locutores.

“Como un regalo de Dios vengo de una familia de artistas que amaron intensamente su profesión.
La vocación está inmersa en cada poro de mi ser, porque en este mundo nací y en este mundo deseo morir, pero habiendo dejado la semilla humilde de mis conocimientos, sin egoísmo”. Gilda Castro, locutora

Camina con aplomo por el lugar, muestra las fotos que atesoran la historia de la locución en el país, y a todos los visitantes y alumnos no duda en recordarles los valores necesarios para estar detrás de un micrófono: modestia, sencillez, humildad y obediencia.

¿Qué ha significado esta labor a la que ha dedicado su vida?

Siento que todavía hay mucho que dar en mi modesto trabajo y academia para que quede a las nuevas generaciones que trabajan en este campo de la comunicación.

Su carrera ha estado definida desde la niñez. ¿Podría compartirnos más al respecto?

A los 7 años mi madre, Josefina Aragón de Castro, maestra de bailes folclóricos e intérprete de música clásica, me daba pequeños papeles en las giras que hacía. Mi padre, Ángel Ramiro Castro, era pianista y compositor.

Como familia Castro Aragón hacíamos teatro y cantábamos. Fuimos invitados para participar en diferentes eventos.
Empecé en el radioteatro Marta Bolaños de Prado a los 10 años con el personaje de Pulgarcito, en un programa en vivo, en TGW radio nacional, en el Estudio de Cristal que hoy lleva el nombre de Bolaños de Prado. Teníamos público y la idea era enseñarnos a interpretar un guion de manera natural y frente al público, porque eso ayuda a los niños a desinhibirse. Recuerdo que la maestra, de su sueldo, nos daba 25 centavos por presentación y en una ocasión gané 75.

Gilda Castro locutora guatemalteca
Telecomedia “Para mentirosas, las mujeres”, transmitida en canal 8 de TGW. Aparecen Conny Aragón (Margarita) y Gilda Castro (Tacha Retacha). (Foto Prensa Libre: cortesía Centro de Locución Interpretativa Gilda Castro)

No comí helado, sino que salí corriendo a comprar un libro de texto que mis padres no podían pagar. Se titulaba Pepe y Polita. El resto del dinero se lo di a mis padres, porque a veces atravesábamos épocas duras.
Cada sábado nos reuníamos para hacer radioteatro y muchas de las historias eran escritas por mi tía María Luisa Aragón, formadora de locutores, actriz y escritora guatemalteca, creadora de la obra Un loteriazo en plena crisis.

Hace 25 años abrió su academia. ¿Cómo nació ese sueño?

Soñaba con abrir una academia porque tenía la dirección de la novela guatemalteca que me heredó mi tía María Luisa, una obra costumbrista que era transmitida por TGW. Corregía a los actores en algunas escenas y ahí nació la inquietud por formar a locutores actores. Nosotros, los locutores, antes debemos ser actores, porque no podemos mandar el mensaje de una forma fría sino con mucha motivación y cariño, de acuerdo con el sentido del texto. Mis hijos me apoyaban y ellos desde niños también entraron al mundo del radioteatro -Jose Fernando, Jorge Augusto, Alma Patricia y Hilda Jeannette-.

Para crear la academia me retiré de TGW y de otra radio en la que interpretaba el personaje de Pepito, no el malcriado sino uno juguetón y alegre, con chistes blancos que todos podían escuchar. Mi hijo José Fernando me hizo escribir en una hoja qué quería en la academia e iba desde manejar producción, improvisación, dicción y como maestra de ceremonias hasta la correcta lectura, y otra sección para los lineamientos. Así fuimos creando las bases.

Mis primeros alumnos fueron el elenco de TGW que tenía a mi cargo. Era un local pequeño en la zona 1, casi no cabíamos. Cuando terminó ese curso nos pasamos a la Plaza Vivar hasta ir creciendo y ahora estamos en la zona 9.

¿Qué es lo más difícil que le ha tocado vivir?

La muerte de mis seres queridos, sin duda, ha sido lo más difícil. También en mi niñez recuerdo que teniamos problemas económicos, en especial para estudiar.

¿Qué mensaje quiere compartir a las nuevas generaciones que ahora crean contenido para diferentes plataformas?

Siento que hay que mejorar la correcta comunicación. Tienen que hacerse evaluar, prepararse y buscar instituciones para educarse todavía mejor, utilizar las palabras apropiadas, tener cuidado en cómo decimos las cosas y estar pendiente de la ética profesional y los valores morales y espirituales. Honrar a los padres, a la patria, y respetar a la sociedad de manera que puedan compartir un mensaje en redes con emotividad.

En Guatemala manejamos una dicción buena y el acento apropiado, así que podemos quitar esos vicios. Ahora hay libertad de todos esos enfoques, podemos hacer reír sin caer en el morbo.

Gilda Castro
Gilda Castro con la última edición de su libro “Memorias de la radiodifusión guatemalteca. Un encuentro con su experiencia”. (Foto Prensa Libre: María José Bonilla)

¿Para usted qué significa un micrófono?

La radio merece respeto, el micrófono merece respeto, porque a través de él están nuestros radio oyentes, qué vamos a decir y cómo lo vamos a decir. Perderle el miedo es fácil, pero hay que tener cuidado con los mensajes y manejar mensajes educativos y de respeto.

Nuestra imagen es nuestra conciencia, hagamos reír con gracia, pero con respeto. El locutor es el índice de la cultura de un pueblo. Mi sueño es seguir educando a través de la radio, a llevar cultura y educación. Todos podemos hacer una radio mucho mejor cada día.

ESCRITO POR:

Ingrid Reyes

Periodista de Prensa Libre especializada en periodismo de bienestar y cultura, con 18 años de experiencia. Premio Periodista Cultural 2023 por el Seminario de Cultura Mexicana y premio ESET región centroamericana al Periodismo en Seguridad Informática 2021.