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Luchan músicos por sus pagos

El streaming conforma el 83 por ciento de los ingresos de la música grabada en Estados Unidos. Spotify, que ahora tiene 356 millones de usuarios a nivel mundial, incluyendo 158 millones suscriptores de paga, pagó más de 5 mil millones de dólares a los dueños de derechos musicales en el 2020.

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Nadine Shah dice que gana “apenas unas cuantas libras” de los streams. (Henry Nicholls/Reuters)

Nadine Shah dice que gana “apenas unas cuantas libras” de los streams. (Henry Nicholls/Reuters)

Cuando llegó la pandemia el año pasado, la cantante y compositora británica Nadine Shah vio sus ingresos esfumarse en un instante. Desaparecieron las contrataciones para conciertos, con las que se mantenía y, a los 34 años de edad regresó a casa de sus padres en la costa noreste de Inglaterra.

“Quedé financieramente incapacitada”, dijo Shah.

Al igual que los músicos en todas partes que se vieron impedidos de hacer giras, mirando el abismo de sus cuentas bancarias, Shah —cuya oscura tesitura contraalto y canciones eclécticas le han ganado elogios de la crítica y un público de nicho— empezó a analizar su sustento como artista. El dinero de las reproducciones vía streaming de sus canciones en servicios como Spotify y Apple Music era prácticamente inexistente, señaló, al sumar “apenas unas cuantas libras esterlinas por aquí y por allá”. Así que se unió a otros músicos desilusionados para organizarse en línea y presionar a favor de un cambio. En otoño pasado, Shah testificó ante un comité parlamentario que ha estado estudiando el aspecto económico del streaming, planteando la posibilidad de nuevas regulaciones.

Shah es una voz en lo que se ha convertido en un referéndum comunitario sobre la industria de la música. En Gran Bretaña, más de 150 artistas, incluyendo a estrellas como Paul McCartney, Kate Bush y Sting, firmaron una carta solicitando al Primer Ministro Boris Johnson reformas a la economía del streaming. En Estados Unidos, un nuevo grupo de defensa, Union of Musicians and Allied Workers, ha librado una campaña agresiva contra Spotify, exigiendo pagos más altos. Los términos de los contratos de las compañías discográficas con los artistas, como las tasas de regalías y la propiedad de las grabaciones, están siendo más escudriñados que nunca. Incluso las reglas elementales de la contabilidad del streaming se han estado analizando con nuevos ojos.

Las exigencias de los artistas están entretejidas con enojo y ansiedad por la degradación de la labor creativa. Pero las probabilidades no están a favor de los músicos. Pese a la solidaridad entre muchos artistas independientes y de más edad, los artistas de pop actuales más exitosos se han mantenido en gran parte callados sobre el tema. Y aunque muchos músicos pintan a Spotify como el enemigo, el cambio al streaming durante la última década ha vuelto a llevar crecimiento a la industria tras años de declive financiero.

El streaming conforma el 83 por ciento de los ingresos de la música grabada en Estados Unidos. Spotify, que ahora tiene 356 millones de usuarios a nivel mundial, incluyendo 158 millones suscriptores de paga, pagó más de 5 mil millones de dólares a los dueños de derechos musicales en el 2020.

El meollo de la crítica de los músicos es la forma en que se distribuye ese dinero. Las casas discográficas importantes ahora reportan enormes ganancias. No obstante, una cantidad insuficiente de las recompensas por el streaming ha llegado a los músicos, indican los activistas, y el modelo de las principales plataformas tiende a compensar excesivamente a las estrellas a costa de todos los demás. Ahora que se lanza más música que nunca, dicen, se ha vuelto casi imposible que cualquier artista que no sea una estrella se gane la vida.

Parte de la disputa es por la economía básica del streaming. Spotify, Apple Music y la mayoría de las demás plataformas usan un así llamado sistema de prorrateo de distribución de regalías. En este modelo, todo el dinero recopilado de los suscriptores o los anuncios para un mes dado se destina a un solo “pozo”, que entonces se divide por el número total de reproducciones vía streaming. Si, por ejemplo, Drake tuvo 5 por ciento de todas las reproducciones en streaming ese mes, él (y las compañías que manejan su música) reciben 5 por ciento de ese pozo —lo que significa que, en efecto, recibe 5 por ciento del dinero de cada usuario, incluso de aquellos que jamás han escuchado su música.

Este sistema, dicen los críticos, favorece a artistas con atractivo masivo.

Cálculos de la industria ubican la tarifa de pagos de Spotify por grabaciones en alrededor de 4 mil dólares por millón de reproducciones vía streaming, o menos de medio centavo por stream. En vista de que ese dinero podría pasar por una compañía discográfica antes de llegar a un artista, se podrían necesitar cientos de millones de reproducciones vía streaming para que un músico reciba algo sustancial.

El grupo Union of Musicians and Allied Workers ha hecho un llamado para que Spotify pague un centavo por stream, lo que podría ser imposible bajo el modelo actual de Spotify —la compañía dice que paga alrededor de dos terceras partes de sus ingresos a los titulares de derechos, y esa cantidad depende de cuántos usuarios y streams tiene el servicio en cualquier momento dado.

En marzo, Spotify dio a conocer un reporte en línea con la intención de proporcionar detalles sobre su estructura de pagos y responder a los llamados pro transparencia de los músicos.

Para Spotify, el reporte fue prueba de que sus pagos son sólidos y que un creciente número de artistas ganan sumas sustanciales. El año pasado, 870 catálogos de artistas generaron más de 1 millón de dólares en pagos, casi el doble de los que lo hicieron en el 2017, reportó la compañía. Spotify pagó 100 mil dólares o más a 7 mil 800 artistas.

Para muchos artistas y detractores, esas mismas cifran contaban una historia diferente. El número de artistas que generaron más de mil dólares fue de 184 mil 500, pero ya que hay más de 6 millones de artistas en Spotify, eso significa que alrededor del 97 por ciento no logró alcanzar ese nivel.

2021 The New York Times