Revista D

Pestes, portadoras de muerte

Las también llamadas plagas o epidemias han causado desde hace miles de años mortandades en el mundo.

El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569). (Foto Prensa Libre: Archivo)

El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569). (Foto Prensa Libre: Archivo)

La fragilidad humana frente a cataclismos sanitarios se ha puesto nuevamente en evidencia  con la presencia del virus del Ébola fuera de África.

Esa enfermedad, que  se detectó por primera vez en 1976 en dos brotes simultáneos ocurridos en Nzara, Sudán y Yambuku, República Democrática del Congo —la aldea en el que se produjo el segundo de ellos está situada cerca del río Ébola, de ahí su nombre—, ha causado en este año la muerte de más de cuatro mil 877 personas (hasta el día del cierre de esta edición); nueve mil 936 infectados, la mayoría en Guinea, Sierra Leona y Liberia, tres pacientes y un deceso en Estados Unidos, así como un caso recuperado en España. 

Pero esta no es la primera, y lamentablemente no será la última ocasión, que  terribles  pandemias azoten el planeta.

En opinión de Rodolfo MacDonald Kanter, médico cirujano, investigador, historiador y miembro de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, las enfermedades y epidemias, junto a las hambrunas y guerras, ya sea como causa o consecuencia de las  mismas, están ligadas, irónicamente, a la vida.

“Desde que el hombre comenzó con  el proceso de aglomeración y sedentarización, a ocupar los mismos espacios durante largos períodos para sus viviendas, áreas de cultivo y la cría de animales, las enfermedades infecciosas se han propagado en el mundo”, expone MacDonald Kanter.

De esa cuenta, las también llamadas pestes, según el historiador Johann Melchor Toledo, han sido documentadas en textos   aproximadamente desde el año 1,500 a. C.

  En el libro del Éxodo —Biblia—, por ejemplo, se describe la manera como “los hijos de Israel” lograron salir de Egipto, a pesar de la empecinada oposición del faraón. Para convencerlo, el Señor (Dios) apercibió, a través de Moisés y Aarón, una serie de catástrofes entre las que se incluían, entre otras, plagas de moscas, langostas, granizo y epidemias de gran virulencia. 

Según el relato del segundo libro del Antiguo Testamento,  solo después de estos  enormes padecimientos, el faraón autorizó que los israelitas abandonaran su suelo.

Homero en la memorable Ilíada, que se cree fue escrita  en el 762 a. C., también cuenta episodios de esta naturaleza. “Crises, sacerdote de Apolo, va al campamento aqueo para rescatar a su hija, que había sido  adjudicada como esclava a Agamenón; este desprecia al sacerdote, se niega a darle a su hija y lo despide con amenazadoras palabras; Apolo, indignado, suscita una terrible peste en el campamento…”.

Notoria, asimismo, es  la descripción que Tucídices hizo de la peste de tifus,  que asoló Atenas del 431 al 404 a. C., durante las Guerras del Peloponeso, y que hoy se identifica con el tifus exantemático o con la fiebre tifoidea. Esta causó la muerte de muchas personas, entre ellas del comandante del ejército, Pericles.

Comenzó, según el  historiador ateniense, en Etiopía, atravesó Egipto y Libia y llegó luego al mundo griego. “Brotó en la ciudad abarrotada, y Atenas perdió posiblemente un tercio de las personas que se cobijaban tras sus muros”, relató.

 Pero de todas las pestes de la antigüedad, a criterio de Melchor Toledo y MacDonald Kanter, fueron  la de Justiniano y la  Bubónica o peste negra, las más catastróficas.

“Si bien la  peste antonina o de Galeno, llamada así por el médico romano que describió la enfermedad —que se cree fue viruela y se originó en Persia y se propagó en Roma—, golpeó al Imperio entre los años 165 y 180,  y por la que murió Marco Aurelio, además de unas cinco mil personas en Roma, no tuvo los alcances de estas”, comparte Melchor Toledo.

 La plaga de Justiniano diezmó a Constantinopla  y avanzó por otras ciudades del Imperio Bizantino, se expandió del 541 al 542, y se calcula que mató a  30 millones de  personas.

Máscara de pico, la cual era utilizada por los médicos para evitar el contagio de la Peste Negra. (Foto Prensa Libre: Archivo)

“Pero la peste negra o muerte negra, que  atacó unos 800 años más tarde,  terminó con la vida de más o menos 50 millones de europeos entre 1347 y 1351″, afirma MacDonald Kanter.

 Esta pandemia de peste bubónica tiene el triste mérito de ser la más afamada de la historia. Sus orígenes se remontan hasta mediados del siglo XIII, a la región china de Yunnan, en donde la contrajeron los ejércitos mongoles que la habían sometido. Las pulgas portadoras de la enfermedad no solo afectaban a las ratas, sino también a otros roedores como las marmotas, martas o zorros, cuyas pieles eran muy utilizadas por los mongoles. De esta manera habría pasado la enfermedad al ser humano y en 1331 se había extendido por China y  Mongolia (diario El Mundo).

“Ambas fueron causadas por cepas distintas del mismo patógeno. La primera se desvaneció por su cuenta y la segunda se propagó en todo el mundo y reapareció a finales de 1800”,  plantea Hendrik Poinar, profesor asociado y director del Centro de ADN Antiguo de la Universidad de McMaster, en Hamilton, Ontario, Canadá, e investigador en el Instituto de Investigación de Enfermedades Infecciosas Michael G. DeGroote.

 La  bacteria en cuestión, la  Yersinia pestis, fue descubierta por los   bacteriólogos Kitasato y Yersin, de forma independiente, pero casi al unísono. “A ellos se debe que se conozca que esta afecta a las ratas negras y a otros roedores y se transmite a través de los parásitos que viven en esos animales, en especial las pulgas (chenopsylla cheopis), las cuales inoculaban el bacilo a los humanos con su picadura”, explica MacDonald Kanter”.

Los síntomas de la enfermedad son escalofríos, fiebre, sensación de indisposición general (malestar general); dolor de cabeza y muscular, así como convulsiones, enumera el médico investigador.

La  sífilis también ha hecho, y sigue haciendo, destrozos en el mundo. Esta, es una de las infecciones de transmisión sexual, por lo que adquirió un tinte de claro castigo divino ante las prácticas conscientes e inmorales de promiscuidad, solo es superada  por el VIH/sida.

 Los científicos e historiadores aún no se ponen de acuerdo sobre el origen del padecimiento. Unos consideran que su fuente es  americana, y  que fue  llevada por los conquistadores españoles a Europa. Otros tienen la teoría  que sus raíces están en el continente Europeo, en el Cercano Oriente y África.

La sífilis, no obstante su procedencia,  ha causado  grandes epidemias. En los  siglos XV y XVI, por ejemplo,  alrededor del 15  por ciento de la población europea la padeció.

A partir del siglo XX, cuando hubo descubrimientos importantes médicos, dentro de estos el tratamiento de la enfermedad, se pensaba que esta dejaría de constituir un problema de salud; sin embargo, aún continúa siendo un azote para la humanidad.

Otro de los brotes que ha causado muchas muertes en el mundo, pero sobre todo en la población infantil, es la difteria, apunta MacDonald Kanter.

La  pandemia de difteria  en Europa y Estados Unidos  en la década de 1880  alcanzó tasas de letalidad de hasta el  50 por ciento, en algunas zonas. Durante la Primera Guerra Mundial, las tasas  de mortalidad disminuyeron en Europa alrededor del 15 por ciento, debido principalmente al  tratamiento común con antitoxinas. Durante la Segunda Guerra Mundial asolaron a  Europa epidemias de difteria que ocasionaron cerca de un millón de casos y 50 mil  muertes en 1943.

El cólera también ha tenido episódicos epidémicos existentes desde la Antigüedad, pero hasta el siglo XIX estaba confinado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi exclusivamente, en el continente asiático.

El cólera se propagó por el mundo desde su reservorio original en el delta del Ganges, en la India. Seis pandemias en sucesión mataron a millones de personas en todos los continentes. La  pandemia (la séptima) comenzó en el sur de Asia en 1961 y llegó a África en 1971, y a América en 1991. En la actualidad, el cólera es endémico en muchos países”, se cita en la página electrónica de la OMS.

 Siglo XX

El Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) fue identificado en los primeros años de la década de 1980. Es  una enfermedad  que no tiene ni cura ni vacuna,  solamente una medicación que frena el curso del padecimiento de modo temporal. El tiempo que media entre la infección y la transformación en sida es de 10 años, sobreviniendo la muerte en un plazo medio de 27 meses. Según la OMS, unos 35.3 millones de personas  (2012) estaban  infectadas con el  VIH.

El Centro Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de Guatemala, cree que unos 35 mil guatemaltecos viven con esta infección sin saberlo.

“El problema es mayor porque en promedio, el portador puede contagiar a siete individuos más”, expone el doctor Eduardo Arathoon, director del Control de Sida, en la clínica Luis Ángel García, del Hospital General San Juan de Dios.

Tifus, viruela y cólera, las epidemias de Guatemala

“Durante milenios,  el continente americano  estuvo aislado de cualquier contacto masivo con el Viejo Mundo, por lo que los encuentros de los amerindios con sus enfermedades antes de la llegada de Colón no habían alcanzado escalas epidemiológicas grandes”, comenta  José Vicente Rodríguez Cuenca, profesor titular de Antropología en la Universidad de Colombia en el trabajo Las enfermedades en las condiciones de vida prehispánica.

 Según las investigaciones de este  antropólogo, antes de la llegada de los españoles,  “las condiciones de salud de las poblaciones prehispánicas eran buenas, no persistían deficiencias nutricionales. Las enfermedades infecciosas tenían un carácter endémico y no epidémico. En general, los indígenas sufrían más de afecciones articulares y enfermedades parasitarias que de deficiencias nutricionales”.

Para Rodríguez Cuenca, con la llegada de los europeos al Nuevo Mundo,  se desataron padecimientos infecciosos, entre ellos la viruela, cuya destrucción demográfica facilitó el rápido proceso de conquista y colonización.

 MacDonald Kanter, no obstante, comenta que   han encontrado piezas arqueológicas con representaciones humanas anteriores a la Conquista que muestran huellas en los rostros de algo parecido a las cicatrices que dejaba la viruela, aunque esos testimonios escultóricos tampoco demuestran algo  en concreto.

Se sabe que en la América precortesiana existía un padecimiento que  provocaba unas “bubas” colgantes en el cuerpo y en la cara, que incluso contagió a algunos españoles, pero no se ha comprobado que aquella enfermedad dejara cicatrices, aunque se especula con la posibilidad de que las marcas de las figurillas representaran aquel misterioso mal, relata el historiador y   periodista mexicano Carlos Rubalcaba, en su investigación El sarampión y la viruela como ejército aliado de los conquistadores de América.

En la  colonia

Con base en  la evidencia documental conocida, se sabe que durante los primeros años de la Colonia, por lo menos hubo ocho brotes epidémicos que tuvieron una incidencia directa con la despoblación indígena.

 El primero, según la Historia General de Guatemala (tomo II)  se desató de 1519-1521. Esta investigación se apoya  en una  cita del Memorial de Sololá, traducida por  Adrián Recinos, en la cual describe el impacto que causó la terrible peste que azotó el país de agosto de 1519 a octubre de 1520. “En el curso del quinto año se inició la peste, oh, hijos míos. Primero hubo tos, luego se corrompió la sangre y se tornó amarilla la orina. La cantidad de muertes en esta época fue en verdad terrible. El jefe Vakaki Ahmak murió y nosotros mismos nos vimos sumergidos en una gran oscuridad y gran pesar al ver a nuestros padres y ancestros que estaban contagiados con la plaga…”, cita el texto.

 Muchos investigadores apuntan  que esta fue provocada por la viruela, pero otros aseguran que se debió a un brote de sarampión.

El historiador de medicina, el doctor Carlos Martínez Durán (1906–1965) consideró que se había tratado de gripe, sarampión o tifus.

Para McDonald Kanter fue viruela, la cual entró en México por medio de la expedición de Pánfilo Narváez en 1519 y fue llamada “gran lepra”.

Aunque el diagnóstico no está claro, “no es imposible afirmar que   hubo mortandad, desorganización social, temor y pánico a causa de la enfermedad”, se indica en la Historia General de Guatemala.

Sarampión

De 1532 a 1534 hubo una crisis en Centroamérica a causa del sarampión. Según una carta de Pedro de los Ríos, tesorero real de Nicaragua, enviada al rey el 22 de junio de 1533, la escasez de los indígenas en aquel país para sacar oro del río se debió a las “muchas enfermedades que les han dado, especialmente una que nuevamente les ha dado de sarampión”.

No es tan evidente la magnitud de este brote en la Provincia de Guatemala porque, de nuevo, las fuentes son muy escasas. Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán mencionó, sin indicar fechas, un brote de viruela proveniente de México”, se describe en la Historia General de Guatemala.

Cumatz

Varios cronistas nativos documentaron que una enfermedad a la que llamaron cocoliztli (enfermedad o peste)  se propagó del sur de México y  llegó a Guatemala, donde se conoció con el nombre de cumatz o gucumatz, la cual se extendió de 1545 a 1548 con resultados desastrosos. Saber con exactitud de qué padecimiento se trató es también difícil. Algunos como Fuentes y Guzmán se refirieron a esta como tabardillo o fríos y calenturas, epidemia ordinaria de la Costa. Otros la  llamaron   plaga pulmonaria.

Tifus, viruela, sarampión

De 1558 a 1562 Guatemala fue azotada por una enfermedad que tampoco está establecida. Martínez Durán sugirió que pudo haber sido tifus, pero no excluyó el sarampión.

El cronista fray Francisco Vásquez relató que en 1958 “casi destruyó el reino una enfermedad en que murieron sin que nadie pudiese hallar remedio, muchísimas gentes y apuntó que fue señaladísima la sangre de narices. Pero otros estudiosos, entre ellos Melchor Toledo, creen que fue causada por la viruela.

Tifus

El 30 de noviembre de 1608, el presidente de la Audiencia, Alonso Criado de Castilla, informó al rey sobre la “enfermedad general que los naturales de esta tierra han tenido por   más de un año, la cual les provocaba un flujo de sangre de narices que pocas veces podía restañar”, y mencionó que además se hacía acompañar en algunos casos con una mezcla de tabardillo. Muchos investigadores aseguran  que esta peste se debió al tifus.

De 1620 a 1631

Años más tarde,  “Guatemala volvió a verse afectada por otra epidemia que pudo ser de sarampión. La fuente más precisa de este brote es una carta del Cabildo de Santiago, del 19 de octubre de 1623, en la que se informaba al rey que desde el principio de agosto cesó la peste general que hubo en el reyno”, cita la Historia General de Guatemala.

 En 1631 el  tifus   devastó el país. “El mal olor y la hediondez que salía del cuerpo de los enfermos bastaba para infectar no solamente a los de la casa, sino también a todos los que venían a verlos, esta fiebre les   podría la boca y la lengua, y los volvía antes de morir tan negros como el carbón”, describió Thomas Gage,  lo cual ayudó a que se identificara la enfermedad.

 Viruela, el gran mal

Para MacDonald Kanter no ha habido en el país una enfermedad que haya atacado a más personas que la viruela.

El protomédico José Felipe Flores hizo referencia a esta durante los años de  1749 y 1761, 12  años entre una y otra. Relató que en 1779 entró de nuevo por Veracruz, una epidemia tan severa, que fallecieron en el Virreinato de la Nueva España más de 22 mil personas.

En 1795 volvió a atacar la viruela en la provincia de Chiapas. Para tratar de que esta no atacara a todo el Reino, se procedió a aislar e inocular a los habitantes de los pueblos de Solama, San Mateo Ixtatán y Santa Eulalia —en el actual departamento de Huehuetenango—.

Este programa estuvo a cargo del protomédico Flores, explica MacDonald Kanter, en el documento Segundo centenario de la llegada de la vacuna contra la viruela al Reino de Guatemala, 1804-2004.

Este proceso, mal visto por muchos, no tuvo el éxito esperado, pero moderó la mortalidad. De tal cuenta, el programa se instituyó gratuito, pero la mayoría de los pobladores prefirieron no optar por este servicio. Mientras tanto, la viruela seguía cobrando vidas.

En 1798, Edward Jenner publicó en Inglaterra los resultados de 20 años de estudios e investigación sobre la viruela vacuna y su utilización para prevenir la viruela humana. Este hallazgo médico se propagó en todo el mundo, pero al país  llegó, tras una verdadera epopeya, en 1804.

“Con la existencia, no obstante, de la vacuna, durante el transcurso del siglo XX, en sus primeros 79 años, cerca de 300 millones de personas murieron en el mundo por la viruela, tres millones cada año, tres veces más que las muertes ocurridas en toda las guerras de ese siglo”, refiere MacDonald Kanter.

Cólera

El cólera ha sido  otro de los azotes epidémicos existentes desde la Antigüedad, pero hasta el siglo XIX se expandió  desde el continente asiático.

Fue a principios de ese siglo que  a través de las activas vías comerciales llegó a Europa; específicamente a Constantinopla  en 1823. Diez años después, ya había infectado toda la cuenca mediterránea y se extendió a América.

Según la OMS el cólera es una infección intestinal aguda causada por la ingestión de alimentos o agua contaminados por la bacteria Vibrio cholerae. Tiene un período de incubación corto, entre menos de uno y cinco días, y la bacteria produce una enterotoxina que causa una diarrea copiosa, indolora y acuosa que puede conducir con rapidez a una deshidratación grave y a la muerte si no se trata prontamente.

 El primer gran brote de esta enfermedad que se reporta en el país sucedió en 1837 en la población de Jilotepeque, Chiquimula.

El paso de esta  por la Ciudad de Guatemala causó  3 mil casos de cólera morbus, de los cuales mil resultaron mortales.

El historiador Carlos Martínez Durán reportó  12 mil fallecidos. “Para la población de aquella  época, que se calculaba en tres  millones de personas, la epidemia tuvo  verdaderos visos de catástrofe”, expone Rodrigo Fernández Ordóñez, en el documento La epidemia de Cólera Morbus de 1837 en Guatemala.

 En 1857 volvió a azotar el cólera en el país. Se cobró la vida, según datos recabados por Fernando Xavier Romero Prieto, en la tesis Perfil epidemiológico del cólera en el Hospital San Juan de Dios, 10 mil personas y damnificó a más de 30 mil.

La historia se repitió, pero con menos víctimas en 1991 (50 defunciones), en 1992, fueron 222 muertes; en 1993,  306; en 1994, 156 defunciones y en 1995,    una muerte.

 Chikungunya

En el último año, la enfermedad que más preocupa al guatemalteco es la causada por el  el virus Chikungunya, una fiebre vírica transmitida al ser humano por mosquitos. Se describió por primera vez durante un brote ocurrido en el sur de Tanzania en 1952. Se trata de un virus ARN del género alfavirus, familia Togaviridae. “Chikungunya” es una voz del idioma Kimakonde que significa “doblarse”, en alusión al aspecto encorvado de los pacientes debido a los dolores articulares.

El virus se introdujo en las Américas, primero en la isla San Martin en diciembre del 2013 y rápidamente se diseminó a otras islas del Caribe. En julio llegó hasta República Dominicana, donde se ha enfermado el mayor número de personas (más de 400 mil). La transmisión local del chikungunya también se ha registrado en Colombia, Venezuela y Centroamérica. Hasta mediados de septiembre, más de 730 mil casos sospechosos se habían reportado en 21 países y territorios de este continente. En Guatemala han muerto 66 personas por este padecimiento.