Revista D

Marlon Meza Teni retrata a París y a sus habitantes

Meza Teni radica en Francia donde  desarrolla distintas facetas artísticas. El guatemalteco renunció a sus estudios de Arquitectura para dedicarse a la música. En octubre de 1985 dejó  el país y viajó a Francia para instruirse. Le gustan también la fotografía, la literatura y el futbol.

"Disneyland es mi segunda casa, y nunca les he dicho que no a ninguna propuesta". (Foto: Rosalind Harvey).

"Disneyland es mi segunda casa, y nunca les he dicho que no a ninguna propuesta". (Foto: Rosalind Harvey).

¿En qué sitios se ha formado?

 Esencialmente en l’Ecole Normale Superieure de Musique de Paris, con el piano clásico, y en el Conservatorio de Rueil Malmaison, con el piano jazz. Las posibilidades de creación que me ofrece este instrumento son infinitas, hay mundos ahí adentro y sin lugar a dudas es el lugar en donde mejor me siento.
 

¿Cómo fueron sus años en ese centro?

Estudié cuatro años en una clase privilegiada, la del maestro polaco Marian Rybicki. El nivel era altísimo, porque esta escuela es en cierta forma la Meca de los pianistas de concierto que buscan un puente hacia la escena internacional, y él solo formaba a concertistas cuando yo apenas empezaba. Fue muy paciente, me aceptó en su clase cuando yo no tenía técnica de nada, y con la única condición de alcanzar cierto nivel cada trimestre. Le debo el amor y el respeto más grande a la música.
 

¿Ha impartido clases?

Fui profesor de piano del Centro Departamental para las Artes de Versalles durante 21 años, de 1994 a 2015, y director del Departamento de Música durante dos. La enseñanza en mi caso es capital, porque es una aproximación directa con el ser humano. Nunca he sabido quién aprende más, si mis alumnos de mí o yo de ellos.
 

Hable de su experiencia laboral en Disneyland Paris.

Fui contratado en Disneyland, que en ese entonces se llamaba Eurodisneyland, antes de su apertura en 1992, como músico y director de una comedia musical en donde además de tocar el piano tenía un pequeño papel junto con actores y equipos de bailarinas. Eso duró dos años.
 

¿Qué sucedió después?

Disney-Productions me dio la posibilidad de poner en práctica toda la teoría aprendida en los conservatorios con big bands, music halls y los primeros años de historia del jazz, entonces participé en arreglos y adaptaciones para las orquestas del parque.
Disneyland es mi segunda casa, y nunca les he dicho que no a ninguna propuesta. El nivel de los músicos es muy alto y el lugar me obliga a mantener la imaginación en constante movimiento.
 

¿Continúa laborando con esta empresa?

Cuando se abrió Walt-Disney Studios pasé a la parte de orquestas que interpretaban música de filmes, incluso, terminé cantando por una necesidad de ser polivalente y aportar ideas. Ahí me he cruzado con gente maravillosa. Siempre he dicho que cada vez que acepto nuevos contratos me pagan en realidad por divertirme de manera profesional. No hay que olvidar que Disneyland es el Hollywood de los niños. Sigo a medio tiempo, y durante el verano y Navidad a casi tiempo completo.
 

¿Por qué le gusta tanto el jazz?

No lo sé, quizás por ser un género que nació en la opresión y la esclavitud de un pueblo y que evolucionó hasta llegar a la libertad que ofrece la improvisación.
 

¿Forma parte de algún grupo?

Intento, pero la forma como ha evolucionado el jazz me atrae cada vez menos. En ese orden de ideas, me parece que la propuesta de Gaby Moreno es una especie de milagro de la música actual, porque ha logrado salvar a la tradición del jazz en toda su esencia, haciendo y deshaciendo, en simultáneo con un estilo muy personal y un timbre de voz único.
 

¿Cuál fue el primer poemario que publicó?

Noches de pan con luna, en el 2004, que ya lleva cinco ediciones (francés/español) desde entonces. El tema era muy diverso, pero en resumen era un saldo de mis imágenes oníricas de los ángeles que me perseguían o me invadían la cabeza durante mi niñez.
 

¿Qué títulos le siguieron?

El libro de cuentos Secretos de café con fin (2001),  y los poemarios Kind of Blue (2005-2006) y El paladar del lobo (2012), una breve recopilación de una década. Publiqué también cuentos distribuidos en antologías de revistas y editoriales de Latinoamérica y en la Editorial Popular de España.
 

¿Está trabajando algún nuevo material?

Antes de fin de año debo entregar a mi editor en Francia un nuevo libro de poesía que se llamará Las ilusiones temporales. Es un verdadero sufrimiento porque decidí reescribirlo en francés, es decir, interpretar mis intenciones y no traducir textualmente el texto del español.
 

¿Guarda París Blues, su blog, relación con sus inquietudes literarias?

Ese era el nombre de una columna que tuve en un diario de Guatemala, y que trataba exclusivamente sobre anécdotas de París. Luego pasó a ser el título de uno de mis libros de cuentos y, después, el de mi blog; ahí  no escribo regularmente, pero he publicado crónicas, entrevistas y hasta algunas de mis fotografías. Por último, París Blues, nombró a una serie de pequeños cortometrajes y entrevistas improvisadas con gente en las calles parisinas.
 

¿Qué tipo de literatura le atrae? ¿Cuántos libros tiene?

Nunca cuento cuántos compro, pero leo  muchos y entre esos los que saco de la biblioteca. Leo probablemente una veintena por mes. No manejo carro, dedico  todo el tiempo del transporte público a la lectura, es decir, tres horas diarias como mínimo, más el espacio que dedico a la literatura, y que incluye escritura, estudio y relectura de textos.
No sé cuántos libros tiene mi biblioteca personal, me aterra pensar que hay una cifra que los defina. Solo sé decir que casi no tengo paredes libres en mi departamento. Me atrae toda la literatura, pero también leo muchos de historia, filosofía y de neurobiología. Me intriga el tejido cerebral casi tanto como el piano.
 

La fotografía es otro de sus intereses.

Es el único de mis oficios serios que no me trae ni remuneraciones ni problemas, contrariamente a la música, que me da  para vivir, y la escritura, que solo angustias me ocasiona. La fotografía es mi descanso privado. Mi forma de hacer música visualmente. Mi manera de robarle a la vida un momento peculiar, de apropiarme para siempre de algo extraño.
Los escritores estamos expuestos siempre a que sucedan cosas alrededor de nosotros que muchas veces nadie ve, y si bien es cierto que fotografiar puede ser una forma visual de hacer música, también una foto es una forma de escribir una historia.
 

¿Qué temas prefiere captar?

París y sus habitantes, ese es mi tema preferido. Me gustan los rostros imprevistos, pero también las calles durante la noche. Dedico días enteros durante la primavera y el verano para caminar, recorrer los parques, sentarme en las mesas de algún café, o a las salidas de una estación de metro, donde detecto que algo está por pasar.
 

¿Considera que un artista es incompatible con el futbol?

El futbol es un vínculo fraternal entre los pueblos. Lo detestan, por lo general, los seudo intelectuales que nunca han tocado una pelota, o quienes no saben lo que es el trabajo en equipo. Lo juzgan violento.
En Francia (1998) cumplí el sueño de vivir una Copa Mundial de Futbol. Ese año terminaba mi beca y pude extender mi estadía al apostar que el equipo francés le ganaría 3-0 a Brasil. Todo mundo me dijo que eso era poco probable, pero Francia ganó.
 

¿Qué opina de los atentados ocurridos en Francia?

Son hechos cometidos contra los valores de la humanidad.
 

En Francia

  • Nació en Guatemala (1963). Es músico, escritor y fotógrafo.
  • Obtuvo en el 2005 el premio del Centre National du Livre, Decouverte en Litterature étrangere.
  • En el 2013 recibió la primera Medalla del Senado de Francia otorgada a un artista guatemalteco.
  • En 2014, con ocasión del 40 aniversario del fallecimiento de Miguel Ángel Asturias, ofreció una conferencia para el círculo de embajadores y delegados de la Unesco, en París.
  • Tiene un registro fotográfico de los artistas guatemaltecos que han destacado en Francia.
  • Creó  Pianimages, dedicada a la producción audiovisual.

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