Revista D

La otra historia del pueblo garífuna

Uno de los sitios más atractivos del país es Lívingston, Izabal, por sus playas y su cultura. Pero también despiertan interés las historias que se tejen en cuanto a su fundación, donde sale a relucir el nombre de Marcos Sánchez, líder del grupo de caribes o vicentinos, como le llamaron las autoridades a este contingente de deportados por la corona inglesa de la isla de San Vicente, en las Antillas Menores.

GRUPO DE GARÍFUNAS en Lívingston. William Brigham, 1887

GRUPO DE GARÍFUNAS en Lívingston. William Brigham, 1887

Existen varias versiones de la llegada de los garífunas, como se identifican, y la fundación de este municipio. El Diccionario Geográfico de Guatemala recoge dos: una señala a Sánchez, y otra, a Marcos Monteros, ambos haitianos que arribaron en 1802. En los dos casos se refiere a una posterior migración a Punta Gorda, Belice, de donde regresaron cuatro años después. Manuel Pineda Mont, en su Recopilación de Leyes (1869), hace figurar a Monteros como fundador del actual Lívingston, con fecha 26 de noviembre de 1831.

Recientes recopilaciones del antropólogo Alfonso Arrivillaga Cortés, que pronto presentará en un libro, revelan que Marcos Sánchez no era originario de Haití, como se ha dicho, sino de la isla de San Vicente, en las Antillas Menores, y que tampoco fundó Lívingston en 1802, sino hasta 1836.

Según documentos analizados por Arrivillaga, antes de la independencia de Guatemala, en 1821, Sánchez residía en uno de los caribales de la jurisdicción de Trujillo, en Honduras, y fue en 1832 cuando por las revueltas acaecidas en ese lugar el vicentino migró a la Boca del río Dulce (hoy Lívingston) a organizar el pueblo. La confusión con Monteros, que sí figura en los censos, se debió a un error en la transcripción de los razonamientos oficiales, aunque aún falta saber si esta anotación fue voluntaria o simplemente un gazapo del amanuense.

Arrivillaga advierte de que después de múltiples discusiones las autoridades guatemaltecas tomaron la decisión, en 1836, de trasladar la jurisdicción administrativa, territorial y de cabotaje del puerto de Izabal, en el margen suroeste del lago del mismo nombre, a la desembocadura del río Dulce y fundar el puerto de Lívingston.

Para esta tarea fueron centrales los garínagu, que para entonces ya ocupaban diferentes puntos de la Bahía de Amatique e incluso tierra adentro en los márgenes del Lago de Izabal y del río Motagua, donde eran distinguidos por sus habilidades como agricultores, navegantes y en la milicia. Para ello se acudió a Marcos Sánchez, que entonces vivía en Punta Gorda.

En 1821, José María Palomino levantó el padrón del puerto Trujillo, el cual registraba grupos étnicos —españoles, negros franceses, negros ingleses, negros caribes, naturales y mulatos—, estado civil, grupos familiares, edad y religión. En él aparecen los nombres de tres mil 575 habitantes, de los que el 64 por ciento son caribes diseminados en los caribales Grande de Guadalupe, San Antonio, San Juan, San Pedro, Limonal, Cristales y El Carmen. Es en este último donde aparece el nombre de Marcos Sánchez, en ese entonces de 33 años, con varios hijos y el único de los dos mil 149 caribes que tenía dos esposas.

“Esta referencia permite inferir que la presencia de Marcos Sánchez en Lívingston solo pudo ser después de 1821, seguramente después de las rebeliones en la región trujillana posterior a 1831-1832”, cuando fueron expulsados, indica Arrivillaga.

Según un texto fechado el 31 de diciembre de 1834 y citado por Arrivillaga, Valenzuela, el jefe político, indicó a los pobladores de Punta Gorda que podían volver a radicarse en la desembocadura del río, donde gozarían de todos los derechos y garantías, y “que por las ocurrencias políticas de 1831 y 1832 no serán motivo de persecución alguna”.

Casi dos años después, otro informe del 1 de abril de 1836 y firmado por el capitán P. Pinto explica la invitación extendida a Marcos Sánchez por instrucciones del Gobierno, en tanto es identificado como el eje del grupo asentado en Punta Gorda, para que regresen al poblado luego del incendio sufrido y asimismo solicita ayuda del Gobierno por los beneficios que esto traerá.

El 10 de septiembre de 1836, la Comandancia del Puerto de Lívingston informa al ciudadano ministro general de Estado lo siguiente: “El día 25 de agosto del presente estuve en la Boca del Golfo solo con el objeto de verme con el caribe Marcos Sánchez y el estado en que se halla la población y están con todo el empeño haciendo sus ranchos y limpiando para prepararles a los demás sus lugares para el mismo efecto y a la fecha ya habrá muy cerca de cien caribes. Todo lo que digo a usted para que lo ponga en conocimiento del Supremo Gobierno”, (F) P. Pinto.

Arrivillaga agrega a los documentos históricos encontrados que Marcos Sánchez provenía de la isla de San Vicente y que llegó a Lívingston tres décadas después de lo que se ha creído.

Documentos oficiales

En 1999 la historiadora Magda Aragón Valladares publicó una serie de documentos relativos al litigio territorial entre Guatemala y Honduras, un laudo que se accionó cuando las compañías bananeras de la  Ufco y Cuyamel, que se tenían repartidos los territorios nacionales, como fincas de su propiedad, se entrecruzaron en su avance de espacios que manejaban.

En estos expedientes preparados por la cancillería guatemalteca para su alegato y defensa del territorio bajo el principio de Uti pontedis, Aragón Valladares presenta dos documentos que señalan a Marcos Sánchez como pionero de esta ocupación y que ponen en relieve lo que la tradición oral sostiene relativo a su papel protagónico y su relación con instancias oficiales del Estado.

Fueron estas referencias a Marcos Sánchez, los avances de investigación del antropólogo beliceño  Joseph Palacio sobre el vecino pueblo de Barranco, los requerimientos de los propios garífunas e incluso los mismos cuestionamientos sobre la validez de las fuentes orales, los que motivaron a Arrivillaga a continuar el rastreo de este personaje.

Esto lo llevó al  Archivo   General de Centroamérica, al diocesano García Peláez, el del Vicariato de Izabal y a colecciones privadas. “Las sorpresas fueron mayores y remitieron al giro que señalamos al inicio, que si bien verifican la existencia del personaje en cuestión, muestran su origen vicentino y no haitiano, y su llegada posterior a la fecha de 1802 desde el caribal El Carmen, en la jurisdicción de Trujillo, entre otros datos”, indica Arrivillaga Cortés.

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