Escenario

Muere la actriz guatemalteca Samara de Córdova  

La actriz de origen guatemalteco Samara de Córdova, que desarrolló su vida actoral en telenovelas de Colombia, falleció este día, se desconocen las causas de su muerte.

Su nombre real era Amparo Rossatt y dejó Guatemala para irse a París, donde estudió en la academia D´art Dramatique Charles Dulli. A su regreso a Guatemala se matriculó en la Universidad de San Carlos.

Córdova fue actriz de radio, teatro y televisión. Entre sus primeros papeles destacó Los Rosenberg no deben morir y Las monjas , los cuales hizo en México.

Uno de sus primeros papeles en Colombia fue en la telenovela Gabriela , en 1977. También trabajó en El virrey Solís , Almas malditas , El bazar de los idiotas y Los cuervos.

El año pasado participó en La suegra y Familia en venta.

Ella también fue escritora entre sus libros destacan Mimetismo (1975), El mundo de Marian Durán (1979), Caribe Jones (1986) y La utopía de Emma (1998), ente otros.

Entrevista a Samara de Córdova (Tomado de Youtube: Canal de producciones Rodar)

Entrevista a Samara de Córdova, hecha en 2001, para Prensa Libre

Sus cuentos, dice, son acerca de animales. Uno trata de una serpiente del Amazonas que quiere ser actriz

El mundo de luces, cámaras y estudios de televisión fue en el que Samara de Córdova desarrolló su carrera de actriz.

Se confiesa como una guatemalteca que ha recorrido el mundo y que con este regreso (que espera que sea permanente) cierra el círculo. Vuelve al punto de partida.

Actriz de teatro, radio y televisión; escritora y mujer activa y emprendedora. El año pasado recibió un premio al artista del año en Colombia, en donde residió durante años. A donde va, dice, es tratada como estrella.

¿Qué se siente ser estrella?

“Es un reto porque uno tiene que estar siempre bien, presentable, impecable. Yo soy mi propio instrumento. Tengo que estar impecable de todo, de pelo, de palabra, de pensamiento, de pies, de uñas, de todo. Es difícil. Hace veinte años que le di la razón a mis papás. Yo no debía haber seguido esto, es cansadísimo”.

¿Se ha arrepentido alguna vez?

“Montones de veces. Lo que pasa es que ya no pude parar. Cuando me tengo que levantar a las cuatro de la mañana para estar en la locación, como decir de aquí a Escuintla. Al llegar hay un desayuno rápido porque ya están tres sobre mí vistiéndome, maquillándome, con la letra impecable y grabar todo el día y a veces tener que hacer a las dos de la mañana una escena dentro de un lodazal. Termino cansadísima. Así es este trabajo”.

¿Cuando se apagan las luces qué queda?

“Un cansancio atroz y la esperanza de que por lo menos uno haya hecho algo de arte, porque esa es otra, que en medio de todo, yo las telenovelas no las veo. No veo ni lo que hago porque no me gustan. Me gustan los especiales y una que otra telenovela bien escrita, bien dialogada. Pero las telenovelas no son eso”.

¿Cabe el arte dentro de las novelas?

“Muy poco. Como yo de pronto tengo que hacer una escena sentada, diciendo siete u ocho estupideces, es cuando digo mis papás tenían razón, para qué me metí a esto. Tarde. Pero ahorita, cuando ya tengo 102 años, dije me retiro y ya no más”.

¿Es cierto que tiene 102 años?

“Es cierto, pero (Xavier) Pacheco dice que me los quito. Después dice que ya me morí pero que nadie se ha dado cuenta (ríe). Todavía me quedan aquí seis o cinco amigos, los demás se fueron ya”.

¿Cómo descubrió que el teatro iba a ser su vida?

“Eso desde kinder. Donde doña Marta de Aparicio yo hacía de Lobo Feroz. Desde entonces, claro, uno sabe que le gusta el teatro, que lo hace bien y le aplauden. Yo tenía un éxito pavoroso.

“Cuando yo salgo de magisterio, no tengo ni siquiera 16 años. Me metí a Humanidades porque yo quería sacar Filosofía y Letras, no pasaba de la cafetería hablando teatro. Carlos Mencos me rescató de allí y me llevó al TAU. Mis papás dijeron: no podemos quitarle las musarañas de la cabeza, que se vaya a estudiar y me mandaron a Europa. Iba con destino a Londres y pasé por París. Allí me quedé un par de años. Me inscribí en la Charles Dullin (academia de arte dramático)”.

¿Por qué decidió vivir en Colombia?

“Tenía tres posibilidades: Chile, Venezuela y Colombia. Llegué a Colombia y me recibieron con los brazos abiertos. Se terminó el contrato y partí a México que era donde yo vivía. Diez años después le dije a mi hermano que venía a verlo. Llegué aquí el 1 de febrero y el 4 se nos vino el país encima con un terremoto pavoroso. Ningún avión me llevaba a México porque había cuarentena. Mamá consiguió un boleto para Honduras y de allí me fui a San Andrés. Ya en San Andrés dije me voy a Bogotá. Me quedé otro par de años. En el 89 me fui a vivir a Francia y a los ocho meses estaba de regreso en Colombia. Es una tierra riquísima, fértil, allá hay de todo, minas de plata, minas de oro, de esmeralda, café, caña de azúcar, coca, mariguana, amapola, guerrilla (ríe). Es una tierra riquísima, es un país enorme. De esa cuenta, cuando yo sentí me había quedado en Colombia para siempre”.

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