Escenario

Activo guardián del valle

El Volcán de Pacaya es uno de los 37 colosos del país, asombroso por su continua evolución.

El 11 de julio de este año se cumplió medio siglo de las erupciones modernas ininterrumpidas del Volcán de Pacaya, conocido como Volcán de los Humitos o Volcán de Fuego del Pacaya durante la colonia, cuya actividad comenzó a registrarse, de manera coincidente, hace 450 años, en 1565, y fue en 1765, hace 240 años, que se produjo una de sus erupciones más potentes.

“Reventó este monte —Volcán de Pacaya— con grande ruina de esta ciudad y sus contornos, la última vez en nuestros tiempos, el año de 1565, y por el gran peligro en que se vieron los vecinos de esta ciudad de Goathemala, con gran solemnidad de rogativas, plegarias y oraciones, salió, por suerte de cédulas, por abogado de esta ciudad contra la plaga de temblores de tierra, el ínclito y glorioso mártir San Sebastián”, se atestiguó en el Libro del Cabildo de 1565 como primera referencia colonial del coloso, ubicado a 30 km de la Ciudad de Guatemala.

El doctor Miguel de Larreynaga (1771-1847) hace referencia al coloso en su Memoria sobre el fuego de los volcanes: “…el otro volcán es el de Pacaya que no tiene forma cónica, sino como de sierra por lo muy roto y destrozado que está por sí mismo, ha echado fuego diferentes veces, y el año 1775 tanto, que desde esta ciudad —Santiago de los Caballeros— podía leerse una carta a las 8 de la noche. Causó los recios temblores de 1830, que tanto afligieron a la gente y, en especial, a la ciudad de Amatitlán”.

Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, en su Recordación Florida (1690), expone: “Porque a la distancia a tres leguas del pueblo de Amatitlán está y se admira el Volcán de Fuego, que llaman de Pacaya, temidísimo y asombroso a toda esta comarca del valle de Goathemala, todos los días del año arroja por él, no de sus elevados pináculos, cantidad de temerosas llamas de voraz fuego, por la dilatada y capaz boca que abrió el encendido y dispuesto material de su composición, en la aguzada y eminente cima de su copete”.

En la actualidad

Se le considera uno de los más activos de Centroamérica. Se formó de un antiguo estrato volcán que inició su actividad hace unos 23 mil años en el sitio que ocupa la laguna Calderas.

Antes de su reactivación, en 1961, se le consideraba un cerro cubierto de árboles, pero fue en 1965 cuando sus erupciones han ocurrido sin interrupción, algunas de las cuales han sido tan potentes que han causado muertos, heridos y daños.

En 1950, cuando el doctor Alfredo Mackenney, uno de los expertos de este coloso más reconocidos —lo ha subido en mil 500 ocasiones—, comenzó a subir el volcán, el ascenso a la cumbre se prolongaba unos 20 minutos, por una vereda bien marcada. En la actualidad, el recorrido dura unas dos horas.

Desde 1965 se han producido de una a dos erupciones de tipo estramboliana por año.

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ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.