Escenario

Los tiempos perfectos de The Post

<em>The Post</em> es una película entretenida pero sobre todo hace recordar que el periodismo bien hecho es vital en la sociedad.

Este comentario menciona detalles de la trama de la película The Post, mas no revela el desenlace de la cinta, pese a ser un hecho histórico…

Es en los últimos meses de año y también en enero cuando los estudios de cine estrenan las películas que, consideran, son candidatas para llamar la atención de la Academia.

Lanzada el 12 de enero, la cinta The Post responde, en un principio, a ese presagio; aunque una película dirigida por Steven Spielberg y con Meryl Streep y Tom Hanks como protagonistas lleva implícita un favoritismo claro para recibir nominaciones en los Óscar.

Aún así, The Post va más allá de ello. Lejos de la cinematografía, parece evidente que la película tiene una intención más que solo ganar una estatuilla.

Reivindicar una profesión


A los hechos: The Post es una película sobre el Washington Post, un periódico de la capital de Estados Unidos, que ignora una orden judicial y publica documentos clasificados sobre el desempeño del ejército de ese país en la guerra de Vietnam, en el que se revela que el Estado ha mentido durante varios años para justificar ese conflicto.

El factor humano dentro de esa historia está protagonizado Katherine “Kay” Graham (Meryl Streep), presidenta del medio y Benjamin “Ben” Bradlee (Tom Hanks), principal editor.

Durante los 116 minutos del largometraje, la tensión crece exponencialmente desde el primer momento, con las escenas bélicas en Vietnam, hasta los diálogos -conflictos, más bien- entre los reporteros, editores y financistas del Post que ven en los papeles clasificados del pentágono una oportunidad para reivindicar al diario o llevarlo a una debacle financiera insuperable.

Ben Bradlee y un grupo de reporteros asumen ese reto con dos objetivos: uno, dejar atrás el perfil de “un medio local” para finalmente estar en la misma discusión de importancia con el New York Times; y dos, desprenderse de un periodismo complaciente, de sociedad y asumir un rol de fiscalizador de los poderes.

Es ahí donde entra el rol de Kay Graham quien emprende una tarea a la que nunca esperaba ser expuesta y, sin embargo, lo fue, pese a verse afectada por la pérdida de su esposo, los problemas económicos del Post y la valiosa pero poco ética relación con funcionarios y exfuncionarios de gobierno.

The Post está nominada a dos Óscar: Mejor Película y Mejor Actriz (Meryl Streep).

Sin armas ni estrategias de guerra, la trama de The Post es determinada por las acciones de exfuncionarios que, con una crisis de consciencia, deciden filtrar archivos; por los reporteros, que dedican gran parte de su día y exponen su nombre a posibles represalias; y a los editores y financistas, que además de perder el medio pueden ir a prisión.

El tinte político


Esa historia compleja, entonces, tiene un propósito más allá de los Oscars: reivindicar el periodismo y recordar a las sociedades que la fiscalización del gobierno y poderes es parte del ejercicio democrático.

Escrita por Liz Hannah y Josh Singer -quien también produjo Spotlight, la ganadora del Óscar en 2016 a Mejor Película-, es inevitable pensar que el estreno de la película coincide no solo con los premios de la Academia sino también con las desacreditaciones constantes que desde el gobierno y redes sociales han existido en contra del periodismo.

The Post es un recordatorio que el periodismo y los periodistas se equivocarán, que están sujetos a factores económicos (financistas) y editoriales, pero que el riesgo y el éxito se encuentran, principalmente, en la voluntad de trabajar de la manera más independiente posible. No desde la objetividad, un ejercicio utópico, sino más bien del balance, la rigurosidad y el criterio.

La película entretiene gracias al dinamismo e incluso perfil cromático propio de la dirección de Spielberg, y muestra el talento de Hanks y Streep para encarar los papeles que se les asigne.

The Post, sobre todo, se disfruta porque reconoce los fallos que pueden tener los medios y sus responsables; evidencia los conflictos y riesgos que emprenden los periodistas, enfrentándose a la justicia e, incluso, al crimen; y destaca que ante las difamaciones de “fake news”, ante los ataques verbales y hasta físicos, en ocasiones promovidos por mandatarios y el crimen organizados, ante el machismo de mujeres en puestos de toma de decisiones y ante tiempos oscuros, en los que parece no haber un salida, el periodismo tiene una tarea primordial: velar porque todos los poderes de la sociedad rindan cuentas, cueste lo que cueste.

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